Capítulo 16: Díaversario

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Diego.

Ordeno una pizza especial y mi vino favorito mientras sujeto la mano de mi novia, quien se aferra enterrándome las uñas.

Está drogada, no hay duda de eso. Conozco los efectos, consumía esa porquería de vez en cuando para relajarme. No soy adicto, ni lo fui, me sé controlar.

Me entregan las tres cajas de pizza y me acomodo como puedo, tomo a la perfección que se cierne a mi lado con la mano libre.

Dios, soy tan afortunado.

Pido un taxi a mi casa. Mis padres se fueron a no sé dónde, supongo que a hacer cosas de adultos, aprovechando que me fui a la "fiesta". Agh, ¿por qué pienso esta clase de cosas?

— ¿A dónde iremos?—Preguntó.

Se comporta como una niña caprichosa a veces. De verdad que me siento como un anciano cuando hace ese tipo de preguntas, sé que no es así, sólo le llevo dos años, pero me es inevitable.

No le contesto, yo tampoco sé.

El taxi llega pronto, le pido que nos deje en el súper más cercano. Se me acaba de ocurrir algo, pero para eso necesito cosas.

Entramos y enseguida, Vera me pide que la acomode en el carrito.

—No eres un bebé. No lo haré.

—Pero soy tú bebé. —Me dedica una sonrisa inocente.

¿Cómo decirle que no?

Recorrimos los pasillos en busca de lo que me servirá para mi festejo con ella. Está embobada con cosas que no ocupamos. Agradezco, no será sorpresa, pero quiero que al menos lo finja.

—¿Me compras una manzana?

La miré confundido.

— ¿Una manzana?

Asintió, pasando las manos por el estómago.

—Tengo hambre.

—Bien.

Comenzó a tomar cosas que no iba a pagar. ¿Para qué necesitábamos un carrito de conserje?

Enloqueció con las frituras y chatarras, tomando una cosa de todo lo que veía. Sinceramente, no me interesaba, era comida.

— ¿Puedo llevarme la caja de lechitas de chocolate?

Me está matando, es muy tierna.

Asentí, irritado.

Vine aquí por un jugo de naranja y terminé comprando medio súper.

***

Entramos a la casa. Por suerte, mis padres se habían ido, y como es costumbre regresarán mañana por la mañana o por la tarde, ya que Lúcio es su propio jefe y Julia es algo como su asistente.

Dejo a Vera en mi recámara para que se ponga cómoda, pero no lo hace, decide ver las fotos familiares que tenía escondidas, no sé cómo las encontró.

Me voy a la terraza, ya tengo el escenario perfecto en mente.

Acomodo el mantel a cuadros que compré, me fijo en que las luces alumbren bien, que el vino esté perfectamente servido y caliento la pizza en el microondas.

El lugar quedó muy romántico para mi gusto. Pero a la señorita le gusta lo cliché, y eso es lo que le daré.

Jamás me vi haciendo estas cursilerías, pero de pronto llega Vera y me pone el mundo de cabeza.

Le vendo los ojos con una bufanda de mi madre y la guío al picnic improvisado. Cuando abre los ojos se le encharcan los ojos, no supe cómo sentirme.

Se me arroja y la recibo con los brazos abiertos. Me llena la cara de besos y me agradece por el gesto. Ya está recobrando la cordura.

To love somebody impregna el ambiente.

Voy por las compras y las dejo en el mantel.

— ¿Por qué tantas cosas?

—Tú las pediste, yo las compré. Lo que sea para mi novia.

Sonríe y no puedo dejar de pensar en lo linda que es.

—Perdón.

Me vuelve a dedicar una sonrisa inocente, mientras le doy un sorbo al vino.

— ¡Por nosotros!, y porque eres el bajista más sexy que he conocido.

—No lo discuto. —Alzo la copa para brindar.

—Feliz díaversario, querida.

—Di... ¿Qué? Deja de inventar palabras.

—Sí, ya sabes, eso que hacen las parejas cuando llevan un día de relación. —Bromeo.

Se vuelve a reír, reiterándome que tiene la sonrisa más hermosa del universo.

—No llevamos un día de relación, no sé cuánto tiempo llevemos, pero estoy segura de que no es un día.

—Sí, lo sé, pero yo no me acuerdo de cuándo fue la primera vez que te presenté a mis padres.

Finge estar indignada, dándole un sorbo a la «lechita» de chocolate que se compró.

—Yo tampoco. Así que recordemos esta fecha de ahora en adelante.

—Ven, acércate, tenemos que recordar este momento. —Saca su IPhone y en menos de nada siento el flash de la cámara, haciendo que cierre los ojos por un instante.

Le toma foto a cada cosa que hice para ella, el mantel ya era un desastre. Me enseñó las fotos que nos tomó en el concierto y algunas otras de ella con sus amigos.

—Para la otra, avísame que en los conciertos hace calor.

—Perdón, para la otra vete en calzones.

—Hey... ¡Grosero!

Bailamos hasta cansarnos, platicamos y me fundí en sus labios cada que podía.

Bostezó y nos fuimos a mi habitación. Encendí la tele y Vera no tardó en deshacerse de los sneakers. Se hizo un ovillo en la cama, y me hizo espacio. Vimos una película de romance, una de terror y una comedia. Se durmió en mis brazos. Se sentía bien, tenerla cerca, su pecho contra el mío, respirando hondo, me transmitía paz y seguridad.

My Rockstar Lover [En Edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora