Capítulo 12

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●•Omnisciente•●

El día se hacía presente luego de esa caótica noche en el departamento catorce; una noche que descontroló todo en la vida de aquellos coinquilinos.

Los cuatro chicos se encontraban sentados en la mesa de la sala mientras esperaban que su amigo albino terminara de preparar el desayuno.

—Tomen —dijo Hidan, apoyando cinco tazones en la madera—. Es un caldo para la resaca.

—Gracias, Hidan. Ya eres una buena esposa —pronunció Sasori con una sonrisa ladina. 

El ojivioleta entrecerró los ojos y le sacó el dedo del medio.

—Gracias, Sasori —sonrió falsamente—. Ya verás lo que los puños de esta esposa pueden hacer —murmuró.

El desayuno transcurría con normalidad hasta que el peliblanco se percató del estado de ánimo de sus tres amigos y el arrimado, pues el aura penumbroso que salía de ellos era demasiado perceptible. 

Mientras tanto, en la mente de los cuatro muchachos se rememoraba lo sucedido en la noche anterior.

Deidara se quería golpear cada vez que recordaba que había dejado que Obito lo besara; y no solo eso, sino que también dejó que le hiciera una mamada... Aunque no se encontraban rastros de arrepentimiento en el de ojos azules.

Obito Uchiha, por otro lado, se sentía indeciso; necesitaba hablar con el rubio sobre lo ocurrido, pero callaba para no ser asesinado por Sasori.

Itachi se encontraba metido en una nebulosa de la cual no podía, ni quería, salir. Pues borracho había hecho el ridículo al llamar a Izumi y confesarle cuán loco estaba por ella. Lo peor de todo era que fue su madre quien atendió. 

Sasori, por su parte, sentía que dentro de él tenía una montaña rusa de emociones; por un lado, seguía inseguro sobre dejar que Deidara y Obito volvieran a intentarlo, ya que no confiaba en el Uchiha, todavía pensaba que él lo lastimaría de nuevo. Por otro lado, se sentía abatido por su pelea con Sakura por la fiesta.

El suspiro, al unísono, de los cuatro, hizo que Hidan dejara de comer y los mirara.

—Bien, ¿me dirán qué les pasa? Tienen esa cara de mierda desde que despertaron. ¿Es la resaca?

Los cuatro se miraron entre ellos y descubrieron que lo dicho por el peliblanco era cierto.

Sasori se rascó la nuca—. Sí, es la resaca, Hidan.

El mencionado sabía que no era verdad, pues estaba enterado de la pelea de Sakura y Sasori, de lo sucedido con Itachi e Izumi, y de la casi noche de placer de Deidara y Obito.

—Bien, como sea —se encogió de hombros y se levantó—. Esperen aquí que tengo algo para Dei.

El rubio enarcó una ceja.

—¿Para mí? —se autocuestionó.

—Eso parece —pronunció Sasori mientras tomaba otra cucharada del caldo.

<<Que rico que está>>, pensó el chico Akasuna. Aunque claro, nunca se lo diría en voz alta al albino.

—¡Ta rán! —el ojivioleta reapareció en el salón con una caja chica—. Esto es para tí, pequeño Dei Dei.

El ojiazul levantó ambas cejas, asombrado.

—¿P-para mí? —tomó la caja.

—Exacto —guiñó un ojo—. Por todo el desastre de anoche no pude dártelo, pero ahora que no hay ningún extraño aquí...

Volverte a ver (Obidei) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora