Capítulo 1.

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Ricky.

Hoy es uno de esos días comunes y corrientes donde nada esta ni bien, ni mal, todo está neutro. Vamos, lo que viene siendo un coñazo de día.

Me meto en la biblioteca para pasar el tiempo y matar el aburrimiento. El olor a libros viejos me reconforta de tal manera que sonrío un poco, y la verdad es que estoy contento de haber vuelto a empezar las clases. A pesar de estar faltando desde el primer día, me alegra saber que todavía sigo siendo igual que cuando iba a secundaria: alguien adicto a faltar a clase con cualquier excusa. O sin ella.

Me quedo de pie justo en la entrada y lanzo una mirada a las estanterías cercanas. Me conozco bien la distribución y el lugar de mis novelas y sagas favoritas. Por ahora, en la primera a la izquierda tenemos "El arte de conducir bajo la lluvia", "El puente hacia el infinito", "Orgullo y prejuicio" y "Los juegos del hambre". En la primera estantería de la derecha Harry Potter al completo, "El señor de los anillos", "Hush Hush" y "Temblor".

Sé que la estantería de la derecha es pura fantasía, sobretodo si la comparas con la izquierda, pero ¿acaso no es necesario sentarse de vez en cuando a ignorar la realidad?

Decido ir hasta la estantería de izquierda y cojo "El arte de conducir bajo la lluvia."

Noto como en el bolsillo derecho de mi pantalón vibra mi móvil, llevo la mano hasta el y lo saco. Leo el nombre que se ve en la pantalla: "Papá"

Suspiro y aprieto la tecla de colgar, sin miedo.

Decido no llamar a mi madre para comentarle el hecho de que mi padre me llame. Ahora mismo no me apetece hablar con nadie. Quiero aprovechar las seis horas de clases para despejarme.

Estoy hecho un asco. Llevo unos pantalones vaqueros viejos caídos, una sudadera negra y el pelo enmarañado bajo un gorro de lana, por supuesto, negro. Miro a la chica que está a mi lado y me sonríe. Le devuelvo la sonrisa y me dirijo a una de las mesas del fondo. Veo que justo en mi lugar favorito hay otra persona. Genial, sí, tendré que compartir.

Me siento con tres sillas de separación de la chica que esta al otro lado de la mesa. Ni siquiera me ha mirado, es más, dudo que me oyera llegar, lleva el volumen de la música al tope.

Abro el libro y empiezo a leer.

La chica comienza a llenar la mesa de cuadernos y libros, cuando me quiero dar cuenta, el desastre llega hasta mí.

-Joder. - gruño.

Parece no haber oído nada. Me levanto y me acerco a ella. Tiro del cable de su auricular, se sobresalta y me mira.

-¿Si?

-¿Te importaría coger tu mierda y no esparcirla por toda la mesa?

La chica me mira seria.

-¿Te importaría ser un poco más educado?

-Sí, me importa mucho. Eso sería ir en contra de mi naturaleza. -le regalo una sonrisa y cojo una de sus hojas.

-Suelta eso. -se levanta e intenta arrebatarmela de las manos.

Suelto una carcajada. A mi lado se ve tan pequeña que el hecho de que este dando manotazos al aire por un trozo de papel se torna gracioso.

-Alguien se olvidó de tomar petisuis de pequeña.

-Alguien abusó de ellos.- me ataca.

Sus intensos ojos verdes me miran. Y si las miradas matasen, creedme, yo ahora mismo sería un cadáver fresco.

-Veamos que tienes aquí.

Miro la hoja y leo por encima, sin prestar mucha atención.

-¿Letras?

-Sí.

-Pues vaya.

-¿Qué pasa?

-Nada. -sigo mirando la hoja- Simplemente que te vas a morir de asco.

-Hay muchas carreras.

-Todas muy mierdas.

Resopla.

-A ver si adivino: de ciencias.

Le dedico una sonrisa dándole a entender que está en lo cierto.

-Un momento.

Le devuelvo la hoja y comienzo a reírme. La bibliotecaria aparece por el pasillo y me advierte de que baje el volumen. Asiento.

-Te llamas Isabella. - digo reprimiendo la risa.

-Llamame Izzy, por favor.

-¿Llamándote Isabella? Ni de coña.

-Una duda, ¿eres siempre tan desagradable?

La pregunta sorpresa no me pilla nada desprevenido, es más, a lo largo de mi vida creo que es la pregunta que más me han formulado.

-No, los domingos soy un chaval encantador.- bromeo.

-¿Es qué vas a misa?

Hostias. Que chistosa es Isabella, eh.

Arqueo una ceja.

-No, hago ritos satánicos. Busco a una virgen, igual podrías ser tú. -me encojo de hombros. -Lástima que seas fea.

Me fulmina nuevamente con la mirada, mientras recoge sus cosas de la mesa y las ordena.

-¿Y eso que tiene que ver?

-Que es uno de los requisitos. Bueno, al menos el de virgen lo cumples.

Fin de la tertulia, esto se ha vuelto aburrido.

Me doy la vuelta y hecho andar.

-¿Y qué te hace pensar que soy virgen?- espeta.

No puedo evitar sonreír, así que me paro un segundo a elegir meticulosamente las palabras. Esto será el punto final. Lo sé.

Me giro un poco y la miro por encima del hombro.

-No lo sabía. No hasta ahora, claro. Pero parece que te has sentido atacada por ese comentario. -tiro del arito de mi piercing- Eso es todo, señoría.

Fin del juego.

Me giro por completo dejándola allí de pie, con la cara tan pálida como la cal y salgo fuera.

Diez minutos después, estoy mirando el número de móvil de mi padre en la pantalla de este. Ojalá se olvidara de número. Joder, es realmente insistente, y no sólo por las diez llamadas suyas que he recibido en una hora, sino por el hecho de que sabe que no contestaré. Creo que debería cambiar de número.

Mierda.

Me doy cuenta de que me he dejado el libro en la mesa de la biblioteca, pero sé que si entro, esa chica aparecerá de nuevo, y con suerte ya se le habrá ocurrido alguna tontería para contestarme, así que decido quedarme justo donde estoy, no me apetece soportar a nadie.

Doy un par de pasos más y me siento en el suelo, con la espalda apoyada en la pared de la biblioteca. Me encanta este sitio, a penas viene nadie por la parte trasera de este pequeño hogar para libros, lo que me da la libertad para hacer lo que me da la gana, como fumar. Entre otras cosas.

Suspiro y miro de nuevo la pantalla de mi móvil: ya van once, si esto sigue así pensaré en denunciarle por acoso. Maldito pesado.

Saco de mis bolsillos una caja de cigarros y me llevo uno a la boca. Lo enciendo y le doy la primera calada con los ojos cerrados.

Can you feel my heart?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora