XII

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LA UNIÓN

Capitulo XII

§

Con un enigmático y volcánico deseo carnal, pero a la vez con una ternura que busco el refugio de mis besos y caricias.

¡Así!

¡Mío te quiero!

§

Te Deseo Ahora

Shina miró el lugar a donde tenían que entrar y sabía que la canasta no cabría. Tenía que llevar al bebé en brazos, pero si lo hacía, no podría defenderse si había algún animal.

Una idea surgió.

Tomó rápidamente la tela blanca, dándose cuenta que el largo era perfecto. Se sacó el arco y las flechas y comenzó a enrrollar la tela en su cintura, para llevarlo atrás y pasar sobre sus hombros, dejando una cruz firme en su espalda. Tomó al bebé y agradeció que, aunque era pequeño, sus huesos parecían lo suficientemente fuertes para sostener su cabecita. Siguió rodeándolo con la tela hasta que logró un fular improvisado. Trabó su nuca con el borde de la tela, dejando sólo su carita a la vista.

Shina lo miró y sintió tanta ternura que no pudo evitar besar su suave mejilla.

—No te preocupes bebé, no dejaremos que nada malo te pase—, le susurró acariciando la fina pelusa rubia.

—¿Lista?

Shina sonrió a su gata y asintió, dejando el arco, se adentro al estrecho pasillo. Amina caminando delante de ellos, asegurando que fuera seguro primero.

Cuando llegaron al final del pasillo, el camino de dividía en dos. Amina tomó el de la izquierda y ella la siguió. Su mano apretada en el mango de su cuchillo y la otra en la cola del bebé. Amina comenzó a bajar por una escalera y Shina fue trás ella. Pero escucho un ruido en su espalda y se detuvo, girando justo a tiempo para ver a la amiga de Ki-ki, la del cabello rojo y piel oscura. Su caminata era como si estuviera pérdida, le recordaba a la caminata de un zombie, su cabello rojo alborotado, sus pies arrastrándose.

Chil venía del lugar contrario de dónde ellas habían pasado. Justo cuando iba a llamarla ella la miró.

Shina retrocedió un paso en la escalera. Recordaba que sus ojos eran avellanas, pero los ojos que la miraban eran totalmente negros con pupilas grises y opacas. Era aterrador. La hembra mostró sus dientes puntiagudos y antes de que se percatara, Chil corría hacia ella.

Los ojos de Shina se abrieron al ver qué sacaba un látigo de su cintura y en su apuro de querer huir, sus pies se cruzaron. Perdió el equilibrio y gritó cuando sintió su cuerpo caer.

Su primer instinto fue hacerse una bola, protegiendo con su cuerpo al bebé. Al fondo escuchó el gritó de Amina. Sus brazos, piernas, espalda y el costado se su cabeza recibieron golpes de distintas intensidades. Logró caer en el descanso y su espalda golpeó contra la pared, deteniendo su caída, sacando todo el aire de sus pulmones. Miró hacia arriba, llevando una mano a su cintura al darse cuenta que entre golpe y golpe había perdido el cuchillo. Chil bajaba rápidamente, Amina saltó a su espalda, ya que está parecía no verla.

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