𝑽𝑶𝑳𝑲𝑨𝑪𝑰𝑶

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Un chapuzón no hace daño a nadie, ¿verdad?

El día había sido agotador. Habían reído, hablado, jugado. Corrieron de aquí para allá e incluso se tiraron en paracaídas. Pero ahora, que las 2 am se mostraba en el reloj, no podía pegar un ojo.

Su mente divagaba entre miles de distintos pensamientos, algunos más felices que otros. Algunos más abrumadores que otros. Algunos más inolvidables que otros.
Definitivamente volver a Los Santos no era fácil. Pero era su hogar. Era y siempre sería su hogar.

Aunque, ¿cómo negar lo innegable? Su hogar no era la ciudad. Su hogar era la persona que vivía allí. Su hogar era la persona que hacía que su corazón saltase de su pecho. Y pese a que en su momento el dueño de su corazón fue alguien que perdió, ahora no cometería los mismos errores que cometió con Ivanov. Aquel hermoso y dulce hombre de cabellos negros del cual estuvo enamorado durante casi seis años.

Sacudió su cabeza. Su mente quería arrastrarlo nuevamente al dolor, y eso lo que menos deseaba ahora mismo.
Llevó las palmas de sus manos a sus ojos, frotando estos y mirando luego hacia el techo, el cual era color crema.
Sus pupilas viajaron durante lo que creyó fueron horas, cuando en realidad apenas y habían pasado quince minutos.

Se levantó de la cama, decidido a dar una caminata por el gran patio de la mansión, para ver si así el sueño se apoderaba de su cuerpo.
Se puso unas zapatillas cualquieras y salió. Una camiseta adornaba su torso y un pantalón de chándal sus piernas. Era verano, hacia calor, así que no se preocupó en abrigarse, pese a ser las casi 2 y media de la madrugada.

Tomó las llaves que yacían en una bandeja a un lado de la puerta principal. Cuando quiso abrir la puerta, se sorprendió al notar que ya estaba abierta.
Con temor comenzó a revisar la casa, yendo con clara precaución por el miedo de que alguien hubiese entrado. Cuando fue el turno de ver la habitación de Pérez, entró sin siquiera tocar, notando como esta estaba vacía, y sobre la gran cama del centro se mostraban algunos trajes de baño tirados.

Suspiró. Lo más probable es que Horacio haya ido a la piscina. Sintió el alma volverle al cuerpo cuando, llegando hacia la piscina, vio al de cresta sumergirse dándole la espalda, sin ser consciente de su presencia.
A medida que se iba a acercando, logró escuchar una suave melodía proveniente del móvil que estaba a un lado de la piscina.

No supo reconocer la canción, pero tampoco le dio mucha importancia. Su atención estaba centrada en el hombre de cresta que estaba ahora con la mitad del torso fuera del agua, mientras miraba el cielo.

Tan solo unos metros los separaban, y fue entonces cuando de forma algo brusca, Horacio se dio la vuelta, viendo al ruso que se acercaba a paso lento hacia su posición.

- Buenas noches, Volkov. ¿Qué haces aquí?- preguntó Horacio, una vez supo que la distancia que los separaba no era suficiente como para que el otro no oyera sus palabras.

Viktor terminó de acercarse, quedándose al borde de la piscina, viendo como Pérez se acercaba hasta el borde de la misma, dejando unos centímetros de distancia entre ambos.

- Buenas noches a usted también, Horacio. No podía dormir y decidí que dar una vuelta por el patio quizá me ayudaría. Me sorprendí cuando ví que la puerta de la casa estaba abierta y luego de revisar, encontré en su cuarto unos trajes de baño.- su voz salió en casi susurros. Un ambiente íntimo comenzaba a rodearlos y el ruso rezó para que el otro no escuchara los latidos acelerados de su corazón.- entonces supuse que estaría aquí, dándose un baño.

𝙾𝚗𝚎-𝚜𝚑𝚘𝚝𝚜 𝚅𝚘𝚕𝚔𝚊𝚌𝚒𝚘 [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora