Harry dejó caer la carta al piso, aturdido por lo leído. No simplemente porque había entendido el adiós de Olive, sino que ahora entendía lo que Tabatha había dicho: Olive Moore, la dueña de éste mismo, estaba muerta y su última voluntad había sido que él tenga entre sus manos aquel pedazo de su vida.
Su mirada se posó en la pared llena de fotos de él, de Louis, de la banda, de su familia y amigos. Y a pesar de todas las caras sonrientes y familiares, Harry se sintió extrañamente solo y triste.
Tomó su celular y marcó a Louis. Sabía que su novio, a pesar de lo enojado que pudiera estar, podría animarlo en aquella oportunidad.
-¿Ahora qué es lo que quieres Harry? –
-Boo... – susurró este casi sin aire –
-¿Harry? – Escuchó como Louis se alejaba del ruido en donde se encontraba y respiraba profundamente - ¿Harry? –
-¿Puedes ve...venir? –
-Claro bebé. Ahora mismo, pero dime ¿Qué pasó? –
-¿Recuerdas ese cuaderno que me regalo esa chica extraña en mi cumpleaños? – Louis murmuró un sí en la línea – Pues... Era un diario... Y era de una fan –
-¿Era? –
-Se suicidó – susurró un Harry afligido – y dejó cartas... El diario es la mía –
-¿Lo dejó para ti? –
-Sí –
-Y ahora tú tienes todo un diario para leer... –
-Algo así... –
-¿Y lo leerás? –
-Eso creo... –
-Podemos leerlo juntos, si quieres –
-No – fue la respuesta inmediata de Harry –. Puedes hacerlo, sí... Pero luego de que lo haga yo. Es mi carta –
-Es tú decisión amor... Todo estará bien – Harry podía escuchar la sonrisa de Louis a través del teléfono – Ya voy para casa, ¿Sí? –
-Está bien. Gracias –
-Y Harry... -
-¿Sí? –
-Te quiero –