Lo siento. ®

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Dejé las bolsas con dificultad en la mesa, limpié el sudor de mi frente con mi antebrazo. Con mis deditos intenté alcanzar un vaso de agua, pero mi gran panza no me dejó.

Mordí mi labio avergonzada y rodee la mesa con dificultad.

Y por si no se habían dado cuenta, estaba muy embarazada. Bebí del agua con tranquilidad, refrescándome al instante.

¿Qué por qué el padre no me ayudaba?

Fácil, no está.

Tomé las galletas de la cocina y con cuidado me dirigí al sillón, acariciando mi panza de 7 meses.

Él se había ido en ese tiempo.

Buena estatura, ojos cafés, mullet, una magnífica sonrisa, torso amplio y mejores muslos que los míos, así era el cabrón que me había dejado en este estado. Mordí mi galletita de mal humor. Por más que intentaba enojarme con él, no podía. Sólo quería que volviera.

Pero la carta me había dicho lo contrario.

En resumen, solo había jugado conmigo. No pude informarle del embarazo porque ni siquiera había dejado dirección.

Ahora mordí mi galletita con tristeza.

Todo lo que tenía ahora era a mi bebé. Y no quería odiarlo, era lo único bueno que el tarado me había dejado.

No estaba tan sola tampoco.

Unos toques en la puerta me distrajeron, intenté pararme, no pude.

-¡La maceta! -Me quejé con un puchero, Yunho rápidamente abrió la puerta. Él sonrió atractivamente, haciéndome sonrojar, más no latir mi corazón.

-¡Te dije que yo podía ayudarte! Eres jodidamente terca. -Se acercó preocupado. Él había sido la única persona que me había ayudado con mi estado. Mi madre no quería saber de mí y mi padre no estaba en ésta faz de la tierra.

-Tengo que preparar la cena cuánto antes, lo sabes. -Murmuré, dejando el vaso.

-Los dos sabemos perfectamente que puedo encargarme de eso sólo, tú solamente no quieres sentirte inútil. -Hice una mueca, él acarició mi cabello. Ningún latido nuevo. -Ya hablamos de ésto, tu estado no quiere decir debilidad. Tú con esa panzota te levantas a las cinco de la mañana y yo a las 10 am sigo durmiendo.

Lo miré seriamente.

-¿Me dijiste gorda? -Fingí que se me había roto la voz.

Él se puso pálido.

-¡No! Dios mío, no. -Balbuceó, intentando explicarse, yo empecé a reír. Él me miró un poquito enojado y se cruzó de brazos.

Y así era todos los días, la depresión no me devoraba viva porque lo tenía a él.
Jeong Yunho era realmente un bellísimo rayo de sol. Compartí mis galletas con él y él fue a la cocina buscar más. Segundos después, el timbre sonó, le levanté con todo el esfuerzo del mundo y abrí la puerta.

Y hablando de vecinos extraños... Song Mingi era uno.

Primero pareció analizar mi cuerpo por completo. Tenía uno de esos largos abrigos que le sentaban increíblemente bien. Otro vecino atractivo. Pero él tampoco hacía latir mi corazón.

-Otra vez tu correo se mezcló con el mío. -Dijo roncamente, casi doy un saltito, coloqué mi mano instintivamente en mi vientre y asentí.

-Ya son diez veces, vaya irresponsabilidad... -Comencé a murmurar, Mingi solamente me vió fijamente, luego mi vientre y se fue, como si nada.

Tsunami. (One Shots de Kim HongJoong-ATEEZ)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora