you right

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Acaricié el negro pelo de mi persona favorita.

Pálido, ojos marrones que brillaban con intensidad cada vez que veía algo que le gustaba o emocionaba, con una nariz respingada, era de baja estatura, aún así tenía una complexión fuerte y un pecho donde podía dormir cuánto quisiera. Su ser completo parecía haber sido tallado por los mismos Dioses. Era increíble la belleza que tenía. Me hacía sentir embobada a veces, entre sus miradas y toques. 

Especialmente para mí.

Sentí su dedo índice acariciar mi mejilla. Sonreí inconscientemente con lentitud, casi ronroneando por su gentil toque. Su tacto siempre me haría sentir agradables cosquillas.

En otros lugares más íntimos también.

—Diosa mía, te ves radiante ésta mañana. —Susurró él, acariciando con sus dedos mis labios. Los cuales estuvieron en los suyos hace horas.

—Eso es a causa tuya, cariño. —Suspiré, él sonrió, sabiendo perfectamente el efecto que siempre causaría en mí.

—Cómo olvidar aquél día. —Suspiró dramáticamente, relamí mis labios.

Y qué día.

—Te quedarás encerrada aquí, no quiero quejas. —Espetó él mirándome fijamente.

Miré a mi esposo con el shock impregnado en mi rostro.

—¿Por qué? ¡Sólo fue una pequeña broma! —Me quejé, levantándome de golpe.

—¡Yo sí tengo derecho a hacer bromas sobre engañarte! ¡Tú no, eres una mujer! ¡No tienes derecho! —Ante su grito me quedé paralizada, mirándolo con incredulidad, intenté abrir la boca para responder, pero su ademán de golpearme me detuvo por completo.

—Quieta. —Ordenó, como si yo fuera algún perro.

Gruñó, tomó sus cosas y se marchó.

Lloré toda la noche. Me apoyaba en la ventana mientras dejaba que las lágrimas acariciaran mis mejillas. Sentía un dolor en el pecho que parecía no irse con nada.

Hasta que mi marido dejó que saliera un día.

Claramente corrí al bosque. Demasiado animada por sentir la brisa acariciando mi piel al fin. Llené mis palmas de agua y mojé mi cara, casi jadeando de felicidad. La luz del sol no dejaba de acariciar mi cara y eran las primeras caricias gentiles que sentía en mucho tiempo. Acaricié inconscientemente mi pecho mientras miraba más allá del bosque, algo me llamaba. Y claramente lo dejé atraerme. 

No sé en qué momento vislumbré unos ojos marrones, miraron al cielo, tiñéndose de color miel, luego me miraron con atención.

Ambos soltamos un suspiro al mismo tiempo.

El viento sopló, el agua de la cascada se volvió menos ruidosa, los pajaritos dieron un canto especial y el sol sólo nos alumbró a los dos. Y luego ya no había viento, ni cascada, ni pajaritos. 

Éramos sólo los dos.

El tiempo pasó, y pasamos de vernos el uno al otro a acariciarnos el uno al otro. Sabíamos que estaba mal, pero no podíamos parar. Se sentía correcto. Llevaba tanto tiempo muerta por dentro que una simple mirada suya me permitió respirar de nuevo.

Éramos nuestros por toda la eternidad.

Íbamos todos los días a vernos, con mi excusa de ir al bosque a reflexionar sobre mi puesto como mujer. Y así sería para siempre.

—¿Recuerdas el día que casi nos descubren? —Preguntó mi amado, sosteniéndome en sus brazos, fingí un escalofrío.

—Escapaste de mi ventana desnudo, qué vista. —Solté una risita al observar su rostro fastidiado.

—Atrevida, yo huyendo por mi vida y tú escaneando mi trasero. —Empezó a hacerme cosquillas. Haciéndome reír con ganas. Luego me quedé callada.

—¿Tú crees que nos descubran pronto?

Nos miramos en silencio. 

—Entonces haremos que cada segundo valga la pena, Diosa mía. —Susurró cerniéndose sobre mí. Mis ojos se dilataron y solté un jadeo, sonrojándome de repente.

Y luego la atrevida era yo.

Luego de unas horas, dejé una uva en su boca y luego observé como la mordía.

—Ricas, ¿Verdad? —Él asintió, lamiendo con su rosada lengua el jugo que había manchado las comisuras de sus labios. Él sonrió, acariciando mi abdomen con una mano. Dándome esa mirada de siempre.

—You r-right, tengo a mi hombre, pero no puedo evitarlo, te quiero a ti. —Susurré en su oído con tranquilidad.

Una sonrisa ladina creció en su rostro.

Conozco a tu hombre, él no te está controlando, pero sigues dudando, porque elegiste la lealtad...  Pero conozco tu historia, él está tan conectado con esa mujer que solías ser... Pero el sexo nublará tu vista, te lo haré y después serás mía... —Susurró devuelta con malicia.

Volví a ser un tomate. 

Golpee su pecho, escuchando su risa taladrar mis oídos y corazón, solté un suspiro y quedé acostada en su pecho.

—¡Afrodita! ¿¡Dónde estás?! —Escuché la estridente voz de mi esposo, Ares y yo nos tensamos al mismo tiempo. 

Rápidamente nos besamos de nuevo, suspirando en cada beso y compartiendo anhelos y deseos, y lo más importante el amor, mi mano se deslizó fuera de la suya mientras me alejaba de la fortaleza e iba en busca de mi falso amor.

Y aunque me doliera separarme de él de esa manera, sabía que al final del día volvería a sus brazos.



Tsunami. (One Shots de Kim HongJoong-ATEEZ)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora