Vivir en un pueblo era tranquilo, hasta que los forasteros venían a causar problemas. Robos, asaltos, disturbios. Últimamente eso era de lo que se hablaba en el pueblo, por lo tanto, habíamos comenzado a pedir ayuda.
Yo no creía que llegaría.
A mis 25 años, tenía una humilde casa donde trabajaba como respostera. Vendía mis postres demasiado bien, y con eso podía vivir.
Un día me quedé sin mis fresas.
Solté un suspiro terminando de mezclar algunos ingredientes, me dolían un poco los brazos, pero las sonrisas de mis clientes valían la pena.
—¿No traje las fresas? —Era demasiado distraída, suspiré otra vez y me dirigí a mi pequeño almacén. Buscando mis cajas mientras tarareaba una dulce melodía. Sentí como mi zapato pisó algo baboso, miré al suelo confundida, ¿Una fresa? Nunca dejo caer mis fres...
Sentí como me tapaban la boca y me llevaban hacia atrás, me quedé paralizada del miedo, por supuesto. Me distraje un poco al notar una deliciosa colonia.
—Quieta. —Susurró una cálida voz, relajándome de repente. Aún seguía temblando un poco. —Necesito que te mantengas así. Alguien entró a tu casa, necesito saber, ¿Estás bien?
Asentí débilmente.
—¿Puedes quedarte sola?
Negué con rapidez. Él suspiró.
Se tiró al suelo junto conmigo cuando un disparo casi vuela nuestras cabeza. Solté un chillido. El hombre me sostenía por la cintura como si tuviera miedo de dejarme ir. Tenía un masculino agarre que me dejó atraída unos segundos.
Yo no podía estar pensando en eso ahora. El ladrón salió corriendo, yo lo seguí, cuando se montó en el caballo negro, pude verle la cara.
—Nos vemos luego, señorita, y cierre bien la puerta. —El caballo se alzó en sus dos patas, dándole una fantástica vista del hombre, y luego se echó a correr, persiguiendo al ladrón, y dejándome muy... Enamorada.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
