Sense

652 33 37
                                    

Habían pasado más de quince minutos frente al largo espejo del baño, pero yo, apenas y lo había notado. Miré con poco entusiasmo la figura que este proyectaba: jeans obscuros, sudadera azul y tenis blancos. La única palabra que venía a mi mente para poder describirlo era, simple. Y por primera vez en mi vida, ese adjetivo no me hizo sentir cómoda.

La ropa y los accesorios, eran el tipo de cosas que no solían interesarme, pero hoy, era diferente. Hoy no había podido escapar de esa necesidad superficial de lucir lo mejor posible. Por la mañana, había desperdiciado largos minutos observando lo que nuestro limitado guardarropa podía ofrecerme, aunque al final, había terminado por elegir los jeans más nuevos que tenía y optar por aquella sudadera que a Yena tanto le gustaba, pero que extrañamente, nunca usaba.

Por muy penoso que resultara, había hecho mi mejor esfuerzo para verme bien.

Miré con mayor detenimiento la imagen frente a mi. El cabello suelto que caía en ondas más haya de mis hombros, el ligero brillo que resaltaba sobre mis labios ¿Esto estaba bien?, ¿Era suficiente? Mi inseguridad me hacía dudarlo.

Tan pronto como me percaté de que mis preocupaciones resultaban banales, un sentimiento de vergüenza me atravesó y me hizo agachar el rostro. Yo no era ese tipo de persona, a mí no me interesaban cosas como estas. Suspiré, cerrando los ojos de forma instantánea. Me tomé algunos segundos para volver a abrirlos y buscar nuevamente mi reflejo. El tono de mi piel había cambiado, lucía menos pálida y apagada. Incluso me sorprendió ver que las marcas obscuras debajo de mis ojos, ya no se notaban. Pero lo más extraño, fue encontrar mi propia mirada y no apartarla, como lo habría hecho en cualquier otra oportunidad.

Me atreví a observarme con mayor profundidad. La nube de inseguridad y duda que había permanecido en mis ojos, parecía haberse esfumado casi por completo; mientras que el miedo que siempre se ocultaba detrás, ahora solo era un desmeritado rastro.

Había algo en mí que se veía diferente y se sentía diferente. No sabía cómo explicarlo, pero me agradaba.

La visita de Chaewon, lo había cambiado todo. Sabía que este embrollo podía acabar en cualquier momento, que el peligro nos seguiría de cerca y que ellos no descansarían hasta encontrarnos, pero eso, lejos de atemorizarme, me había ayudado a construir una valentía que yo misma desconocía.

No iba mentir, sentía que nuestro tiempo se estaba acabando, que estábamos nadando contra corriente, y que esta, rápidamente nos arrastraría. Cada vez que veía a Yena, me preguntaba cuánto tiempo duraría ¿Por cuanto tiempo estaríamos bien?, ¿Cuánto tiempo lograríamos tener a nuestro favor?, ¿Sería suficiente?, ¿Tendríamos una oportunidad?, ¿Lograríamos hacerlo?

Tenía que tomar una decisión, debía hacerlo. Este sentimiento me lo pedía, lo demandaba, lo exigía, y yo ya no podía evitarlo. Y tampoco quería.

Aún era la persona que se sentía incómoda consigo misma, que continuaba pensando en todas las cosas que pudo haber hecho y que no hizo. La que tenía cicatrices bajo su ropa y más haya de la piel. La que continuamente tenía pesadillas, aquella que seguía sin soportar el encierro o que se tensaba con la inesperada cercanía.

Sí, aún era esa chica desconfiada e insegura. La única diferencia, es que ahora, tenía mayores motivos para continuar y eran exactamente estos, lo que no me permitirían darme por vencida.

Pasé las manos por mi cabello, dejando mi frente al descubierto. Me mordí el labio de manera indecisa, pero sabía que era momento de irme, y así lo hice. Pasé por la pequeña sala de estar antes de tomar el pasillo que llegaba hasta la cocina. Ahí se encontraba Kyunjin, vertiendo jugo en una jarra de vidrio. Al verme entrar, me brindó una de esas sonrisas pacíficas que solía darnos a todo aquel que se cruzaba con ella. Kyunjin compartía esa peculiaridad con la señora Moon, ambas te hacían sentir comodidad en su presencia.

For you, I will.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora