Mystery

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Caminé por el patio principal del instituto, tratando de ignorar las miradas interesadas en seguir cada uno de mis pasos.

Se estaba volviendo costumbre que las personas me observarán como si fuera una atracción o esperasen a qué de un momento a otro, desapareciera. La mayoría juzgando algo que no había elegido ser, pero que parecía el pecado más grande que alguien pudiera cometer.

No quería estar aquí.

Desconocía por completo la ciudad. El lugar donde vivía era tan grande que creaba una sensación de vacío constante. Las personas que me rodeaban solo parecían interesadas en emitir juicios y mantener falsas apariencias.

Ellos tenían razón.

Aquel no era mi mundo.

No había nacido en una familia que fuera dueña de una importante empresa, no tenía un apellido reconocido, tampoco contaba con cuentas bancarias o disponía de tarjetas de crédito.

Jamás había tenido un auto. Nunca había ido de vacaciones y probablemente en mi vida habría podido costearme ropa tan cara, como la que usaba ahora.

No, yo no pertenecía con ellos.

Hasta hace muy poco, pertenecía a la parte real de la vida, dónde debes esforzarte para sobrevivir, a la parte de la población que tiene que trabajar largas horas para proveer apenas lo necesario. A los que debemos competir por obtener una buena educación con la esperanza de tener un mejor futuro.

Mi madre y yo alquilabamos un departamento con menos espacio que el de un salón de clase, y pagábamos por él, más de lo que un salario mínimo podría cubrir. Estaba acostumbrada a comer dos veces al día para que la comida rindiera y trabajaba medio tiempo en una cafetería local para tratar de cubrir los gastos de cada mes. Caminaba 35 minutos para llegar al colegio, porque utilizar el transporte público era un lujo que no me podía permitir todos los días. Mi madre trabajaba más horas de las que podía contar y aunque los fines de semana hacía de todo para ayudarla, no era suficiente para vivir en una ciudad tan costosa como Tokio.

Pero ahora, me encontraba ahí, como una extranjera en un lugar desconocido.

Constantemente me preguntaba si regresar a mi país natal, debía sentirse de esa forma, pero sabía que no era la ciudad, no era el país, era yo.

Yo había cambiado.

Y probablemente nunca volvería a ser la misma.

Llegué a mi casillero escuchando los mismo murmullos en el camino, y evitando las sonrisas engreídas de algunos. Me concentre en sacar un par de libros del pequeño espacio metálico.

- Buen día Yuri -

Escuché la melodiosa y apacible voz de Kim Minju a mi lado. Cerré la puerta para encontrarme con una radiante sonrisa en sus labios.

Minju tenía una apariencia atractiva innegable, pero su personalidad empática y amable complementaba a la perfección su imagen. Nunca pensarías encontrarte a una persona tan transparente como ella, en un lugar tan superficial como esté.

- Buen día Minju, ¿cómo te fue en la práctica de ayer? -
La saludé amablemente, colocando los libros dentro de mi mochila.

- No estuvo mal -
Contestó con una mueca inconforme.

- Eso me suena, a que en realidad, no te fue bien-
Recargue mi peso en la puerta cerrada del casillero, mirándola.

- Juro que lo intento, pero por más que práctico, no logró ser buena -
Dijo, tomando un mechón de su cabello con desesperación.

For you, I will.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora