Mistake

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Cuando Sungmin se marchó a la universidad, yo tenía diez años, nuestra relación se había visto limitada por la diferencia de edad, y las múltiples actividades que él tenía que cumplir como heredero. Los momentos que compartimos juntos, fueron esporádicos y mayormente superficiales. Hasta ahora, esa barrera que había marcado nuestra relación, seguía presente.

Mi padre había sido la figura más influyente de mi infancia, pero al mismo tiempo, la más ausente. Y aunque mi madre había intentado con más disposición acercarse a mí, tampoco pudo dedicarme demasiado tiempo. Al final no había sido necesario, de cualquier forma ella se había ido.

El único factor que parecía constante en mi vida, era la ausencia, y cuándo Sungmin se hizo cargo de la filial en el extranjero poco tiempo después de que mi madre desapareciera; me di cuenta de que ese vacío, en realidad siempre había estado dentro de mí.

Todas las personas que parecían importantes en mi vida, se habían marchado, y en algún momento, comencé a creer que yo era responsable de eso.

Vivía en una casa dónde me sentía una intrusa al frecuentar lugares tan comunes como el comedor, la sala de estar o el jardín. Espacios conformados por un montón de objetos inútiles y pretenciosos, que almacenaban recuerdos perdidos; a los cuales dudaba haber pertenecido alguna vez.

El único lugar dónde podía sentirme correcta y casi perteneciente, era en mi recámara, porque aun cuándo fuera solo por unos instantes, podía dejar de ser la hija de Choi Sehun, algo más que la heredera con el futuro planeado y la vida ajustada.

Con el tiempo, había llegado a resignarme a esa vida, a la soledad, a los espacios vacíos y a las figuras ausentes. A vivir en un lugar, al que me hubiera gustado llamar hogar.

Era normal que no entendiera como funcionaba la convivencia diaria, nunca había tenido la oportunidad de compartir con alguien todo lo que ahora compartía con Yuri. Pero ahora, comenzaba a acostumbrarme y tenía miedo de que todo eso se esfumara de un momento a otro.

Ahora su presencia y compañía, eran esenciales, había aprendido a aceptar cada uno de sus hábitos y a valorar esos detalles que la hacían única ante mis ojos. Desdé su particular facilidad para olvidar las cosas, o su habilidad para dejar objetos en lugares equivocados. Yuri era desordenada y distraída, pero yo encontraba fascinante descubrir esos detalles. Detalles tan simples, como el hecho de que Yuri odiaba la comida picante, pero tenía una peculiar manía por demostrarse que podía comerla, así que nunca la evitaba. Prefería la sopa antes que el arroz, odiaba la pimienta y no podía beber café.

Jamás despertaba después de las ocho y siempre dormía con la lámpara de noche encendida. No tapaba la pasta de dientes, pero se aseguraba dos veces de que la cerradura de la puerta principal, estuviera cerrada.

Tenía cierto temor por los lugares pequeños y encerrados, por eso la ventana de la habitación siempre permanecía abierta y nunca cerraba la puerta del baño con seguro. No le gustaba la obscuridad y le tenía miedo a las alturas.

Se tocaba el cabello cada vez que se sentía insegura y se mordía los labios cuando estaba nerviosa. Debía aceptar que me volvía loca cuando hacía eso.

No eran solo sus manias y costumbres, también sus miedos y debilidades, los que la volvían especial, real; humana.
Jo Yuri no era perfecta y no necesitaba serlo, porque solo así era magníficamente hermosa.

No sabía en qué momento había ocurrido, en qué momento habíamos pasado a ser ella y yo contra todo lo demás. En qué momento me había acostumbrado tanto a su presencia que había dejado de ver aquella habitación, como el pequeño y triste lugar donde vivíamos, y se había convertido en el único espacio dónde quería estar. No se trataba de la habitación, sino, de ella. Ella se había vuelto mi hogar, mi espacio seguro, el único lugar al que quería pertenecer.

For you, I will.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora