CAPITULO 11 SANEM

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- ¿Can? – susurro observando el cañón de la pistola frente a mí.

- ¿Sí?

- Te amo... mucho. – son las únicas palabras que importan en este momento.

- Y yo a ti bebe, estoy ahí contigo, sosteniendo tu mano... - casi puedo ver sus ojos mirándome fijamente. Aprieto el celular en mi mano.

- Como siempre –susurro controlando mis emociones; levanto la mirada, los ojos azules de Levant me observan con una tranquilidad asfixiante. Hace una seña con su mano, mi tiempo se ha terminado – tengo que colgar. Adiós.

Bajo el celular y se lo entrego al hombre que me apunta, este lo toma y baja la pistola. Llevo mis manos a mis rodillas tratando de tapar mis piernas, ahora recuerdo lo que dijo Can sobre este tipo que no respeta a las mujeres, quiero vomitar por cómo me está mirando.

- No te ves muy asustada – declara cuando la limosina se mueve otra vez.

- Estoy enojada – respondo sorprendiéndome a mí misma.

- Vaya, eso no lo esperaba de la dulce y tímida Sanem de la que me hablaron, no esta actitud y tampoco el golpe que me diste la última vez – un poco de orgullo me inunda el pecho. Se lo merecía, aunque tuve que usar hielo en mi pobre mano adolorida.

- ¿Qué quieres? – pregunto molesta. Empieza a fastidiarme con divagar tanto, voy al punto porque como Can dice, esta gente no hace más que darle vueltas a todo, ahora entiendo porque le molesta tanto hablar con ellos.

- ¿Porque estas enojada? – pregunta con tranquilidad, como si fuéramos los mejores amigos del mundo.

- Porque no dejan a Can en paz, él no les debe nada – se ríe sarcásticamente y sacude la cabeza.

- En eso estas equivocada linda...

- Sanem, mi nombre es Sanem, no "linda" – declaro más enojada que antes. Ahora sus ojos vagan de mis piernas a mi boca. Voy a vomitarme sobre el pulcro suelo negro si sigue mirándome de esa forma.

- Está bien Sanem – sonríe de medio lado – en cuento a lo de Can debiendo algo, sí que lo hace... - no respondo, dejo que continúe porque obviamente quiere hacerlo, es tan fácil de leer que como dice Can, parece que lleva subtítulos – la esmeralda que te enseño mi padre, es falsa, tanto como la que tiene el gobierno español. Mi padre le dejo claro a Can que la piedra debe volver a la familia.

Mi corazón cae a mis pies.

- ¿Como saben que Can la tiene? – pregunto preocupada. Ahora entiendo, ellos van a llevarme para intercambiarme por la piedra.

- Por tu expresión, asumo que Can no te dijo nada al respecto... - no respondo a eso – te contare. Cuando asesinaron a la hija del tío Ibrahim también robaron la joya, era de ella, mi padre nos pidió a Can y a mí que buscáramos al asesino ya que la tragedia era demasiado personal. Can lo encontró, pero lo envió a una cárcel ucraniana y la joya se "perdió", es decir, la conservo...

Pienso unos segundos en eso, no suena al Can que yo conozco, es cierto, usa joyería y todo ese tipo de cosas, plata en general, pero Can jamás conservaría algo así por avaricia, no tiene una sola vena ambiciosa, al contrario, siempre están dando y dando.

Eso me hace recordar el collar del albatros... ¡tiene GPS! El me lo regalo y lo traigo puesto. El único problema es que esta en medio de mi pecho y Levant no deja de mirarme con esa mirada horrible, si subo mi mano parecerá que le estoy dando señales equivocadas. Las náuseas se incrementan ante el pensamiento, que tipo tan asqueroso.

DEJAME ATRAPARTE: ENTRE SUS BRAZOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora