ᴀᴄʜᴇs

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VALERIE

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VALERIE

SU CAMIONETA PERDIÓ combustible al cabo de unas horas. Ni siquiera se había ido tan lejos, solamente dio vueltas buscando a su familia, pero nada. Intentaba no angustiarse, para no preocupar a Judith, pero habían pasado días, y no tenía absolutamente nada.

Estuvo buscando provisiones, encontrando algunas, comiendo a duras penas, racionando todo perfectamente. Sabía que tenía que comer, al menos beber algo, pero la mayoría del agua que tenía se la dejaba a Judith, quien lloriqueaba cuando tenía hambre o tenía que cambiar el pañal.

Había encontrado unas cuantas casas, quedándose no más de un día. No tenía que ponerse a ella o a Judith en peligro, pero tenía que encontrar a su familia, ¿cómo iba a seguir adelante si no?

Llegó a una casa con un gran terreno, cerrando todo casi herméticamente. Revisó todo, sin separarse de Judith. Por suerte, no era tan llorona con ella, de hecho, era mil veces más calmada que Charlotte cuando bebé.

—Podremos quedarnos unas horas, ¿cierto? —preguntó, con su voz rota hacia Judith, quien obviamente no le iba a decir nada.

Se sentó en el suelo, dejando a la niña en el sofá de la casa. Se llevó sus manos a su cara, intentando quitar todo rastro de frustración, pero nada daba resultado.

Necesitaba llorar.

En cuanto la primera lágrima cayó, ya no fue tan difícil para el resto seguirle el paso. Comenzó a llorar de manera descontrolada, sollozando no tan fuerte para no preocupar a la bebé, quien parecía notar todos sus estados de ánimo.

Había perdido a Papá Hershel. A su viejo Hershel. El hombre además de su padre que la vio crecer, que la vio decir sus primeras palabras. El hombre al que le dedicó su primera Medalla de Honor. A su segundo padre. El padrino de Maggie. El que jamás había dejado de creer en ella, el cual nunca perdió esperanza.

No sólo eso. Había perdido a su niñita, a su hermanito, a su padre, a su mejor amiga, a Daryl.

Intentaba darse esperanzas, de que ellos seguían vivos. ¿Dónde, cómo los encontraría? ¿Ellos pensarán que estaba viva? ¿Daryl le había dejado alguna clase de marcas en el bosque como habían acordado? Ella lo hizo, pero no tenía idea a dónde fue a parar.

Escuchó a Judith balbucear, para luego comenzar a llorar. Luego de unos segundos, sintió el porqué.

—No me das tregua, ¿cierto? —preguntó, limpiando sus lágrimas, levantándose para ir a cambiarle el pañal— Está bien. Está bien.

Comenzó a arrullarla, pero nada daba resultado. Una de las cosas menos favoritas de Judith era cuando le cambiaban el pañal. Comenzó a tararear una melodía, aguantándose las lágrimas, pero no podía, ni siquiera por la bebé junto a ella.

Judith quedó dormida, por suerte. La dejó extra protegida al sentir algo fuera de la casa. Tomó su katana y su cinturón con cuchillos. Guardó absoluto silencio en cuanto vio a un venado, a tan solo unos metros. Guardó su katana, sabiendo que no podía lanzarla con tanta distancia, por lo que, tomó dos cuchillos. Con rapidez, incrustó los dos en el lomo del venado, causando que cayera al suelo, y corrió hacia él para partir su cabeza con la katana para que no escapara.

—¿Valerie?

En cuanto sintió esa voz, alzó con cuidado su cabeza, viendo a Carol. Sollozó, dejando al venado muerto a un lado para correr y abrazarla, llorando en su hombro. Carol la recibió con efusividad, abrazándola de vuelta, peinando su cabello y arrullándola. Sintió
cómo Valerie mojaba su chaqueta por las incontrolables lágrimas, causando que a ella también le salieran algunas.

—Está bien. Está bien —le murmuró Carol.

Luego de hacerle saber que estaba con Tyresse y Lizzie, Carol y Mica fueron en busca de de ellos. Cuando volvieron, Tyresse estuvo tan alegre de verla que la abrazó por la emoción. Ella, sorprendida, le devolvió el abrazo.

—Salvaste mi vida —murmuró el moreno, y ahí fue cuando entendió.

Cuando entraron a la casa, ella les hizo saber que no estaba sola, y escucharon los balbuceos de la pequeña Judith. Los dos sollozaron al verla con vida, mimándola. Ella tenía una sonrisa al ver que los habían encontrado, más bien, que ellos la encontraron a ella, dándole esperanzas de que el resto de su familia estuviesen con vida.

Las niñas jugaban afuera con Tyresse vigilándolas, mientras Carol y Valerie comenzaban a racionar al venado.

—Rick me dijo que te había sacado de la prisión —comentó, aprovechando de que Tyresse no podía escucharlas—. Iba a ir a buscarte cuando todo lo del Gobernador, Papá Hershel...

Tyresse le había contado de eso, por lo que, se acercó a abrazarla nuevamente. Valerie estaba tan feliz de tenerla ahí, que no quería soltarla nunca.

Carol tomó su mano, haciéndole saber que no estaba sola, pero Valerie no podía parar de llorar. La peliblanca pensó en todo lo que había aguantado, y dejaba que llorara todo lo que ella quisiera.

—Estoy... estoy embarazada, Carol —soltó Valerie.

La peliblanca jadeó, sorprendida. Valerie tenía rastros de lágrimas en sus ojos, por lo que a Carol no le quedó de otra que sonreír para calmarla y quitarle las lágrimas una por una. Dejó que volviera a apoyarse en su hombro, triste de que haya tenido que pasar todo eso sola.

—No quiero encontrar el cuerpo de Daryl —sollozó.

—Eso no va a suceder —le aseguró Carol, casi con tono de reproche—. Daryl es una de las personas más fuertes, y estoy segura de que salió de ahí con vida, al igual que el resto.

—No quiero pensar lo contrario —contestó—. Pero no quiero hacerme ilusiones.

—Nada de eso. Los encontraremos, ¿de acuerdo? Ahora no estás sola —aseguró—. Los encontraremos, y tú, Daryl y Charlie serán una familia.

Estaba mal darle ilusiones, claro que lo estaba, pero Carol sí estaba segura de que Daryl había salido con vida de la prisión, sin siquiera ver el desastre. Pero, algo le decía que su mejor amigo estaba por los bosques, buscándola con desesperación.

Durante esos días en los que estuvieron juntos, Valerie pudo descansar algo de cuidar a Judith, para enseñarles defensa personal a las niñas.

—No puedo hacerlo —se quejó Mica.

—No quiero escuchar eso —le regañó Valerie—. Tú puedes.

—¿A qué edad aprendiste esto? —preguntó Lizzie.

—A los siete —contestó, sorprendiéndolas—. Charlie aprendió a los siete también, mi hermano también. Es por eso que les digo que ustedes también pueden.

Luego de otros intentos, ambas pudieron disparar al objetivo. Tenían que tener cuidado con las municiones, por lo que sólo practicaron con cuchillos, aquello era más difícil que disparar.

—¿Ven? El que no puede es el que no quiere —se encogió de hombros, con una sonrisa.

Quizás, después de todo, podían descansar un par de días más antes de volver a la búsqueda de su familia.


Quizás, después de todo, podían descansar un par de días más antes de volver a la búsqueda de su familia

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𝑺𝑼𝑹𝑽𝑰𝑽𝑬: 𝑻𝑾𝑫 | 𝐃𝐀𝐑𝐘𝐋 𝐃𝐈𝐗𝐎𝐍Donde viven las historias. Descúbrelo ahora