20. Día lluvioso II

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"No sabes cuánto esperé para esto", había dicho Christopher mientras lo besaba.

¡Se besaban!

Esa imagen se repetía una y otra vez en la mente de Joaquín.

Sabía que existía la posibilidad que su matrimonio no tuviese arreglo, sin embargo, anhelaba que se dijeran lo que han guardado en los últimos días para dar un cierre tranquilo y en paz a su relación. Es por eso que fue al instituto, es por eso que encontró a Emilio besándose con su alumno, es por eso que lloraba amargamente en el asiento trasero de un taxi mientras el rubio está feliz.

La vida es así, mientras unos ríen otros lloran.

Lo primero que hizo al llegar a casa fue tomar el primer ramo de rosas que estaba a su alcance y tirarlo fuera al pie de la puerta, luego tomo otro e hizo lo mismo, y así siguió con todos.

La figura de Niko apareció dentro de la casa y no sabe cómo su amigo llegó minutos después de él ni por qué, pero tampoco le interesa. En lo único que piensa es en el beso y en deshacerse de todas las rosas.

–Te vi irte del instituto, ¿qué pasó?

–Pasa que soy un estúpido, pero ¡ya no más!

Arrojó el último ramo y cerró la puerta.

–Quería darle la oportunidad de hablar, de escucharlo, y no pude, y ¿sabes por qué? Porque estaba besándose con él, con su amante, en su salón, ¡su salón! ¡Su trabajo! ¿Es que no tiene vergüenza? ¿No tiene respeto por su trabajo?

–Tiene que haber una explicación. –Niko niega con desconcierto.

–Claro que la hay: sigue acostándose con él.

Antes que Niko pudiera decir que no creía que eso fuese cierto, escucharon unos golpes en la puerta seguido de gritos.

–¡Joaquín! ¡Joaquín, ábreme la puerta, mi amor, necesitamos hablar! –Emilio golpea un par de veces más. –No sé lo que viste exactamente pero no es lo que parece.

–Por favor, no vengas con esa típica frase.

–Déjame aclararte las cosas, por favor mi amor, esc...

–No me llames así. –Exigió Joaquín.

–Está bien, no lo hago más, solo déjame hablar contigo.

–No quiero hablar contigo, no quiero verte. Lo único que quiero es que te vayas.

–Emilio, vámonos. –Eduardo dice detrás de él. –Ya lo escuchaste, es mejor darle tiempo.

–¡No! ¡Ningún tiempo! Yo no me voy de aquí hasta no hablar con él. ¿Oíste Joaquín? ¡No me voy! –Joaquín cerró los ojos.

–Emilio, está lloviendo, nos vamos a enfermar. –Argumentó Eduardo.

–Puedes irte si quieres.

Eduardo observó cómo Emilio se arrodilló y tomaba los ramos de rosas en busca de las tarjetas, al parecer importaban más que las mismas rosas. Frustrado, Eduardo regresó al auto de Emilio y le envió un mensaje a Niko diciéndole que Emilio era capaz de dormir afuera con todo y lluvia con tal de hablar con Joaquín. También le explicó brevemente como pasaron las cosas según lo que el mismo Emilio le contó en el camino.

–Joaquín si no quieres abrirme la puerta, está bien. –Emilio habló nuevamente después de algunos minutos. –Sé que no quieres verme y lo entiendo. ¿Quién querría ver a la persona que le hizo daño? Pero no necesito que me veas, sino que me escuches.

Negándose a escucharlo decir una mentira más que lo lastime e ignorar el hecho que Emilio puede enfermar, se encara hacia su habitación.

–No. –Niko le dice mientras le agarra su muñeca, deteniéndolo y jalándolo más cerca de la puerta.

Como el otro | EmiliacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora