Prólogo

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Le encantaba viajar entre el tiempo, era lo que más le gustaba de su trabajo. A decir verdad, no es que llevase mucho tiempo en él, pero aun así lo adoraba. Llevaba muerto aproximadamente dos años y poco, aunque claro, muerto el tiempo pasaba de manera diferente. Durante su tiempo en el mundo de los vivos había llevado una vida ejemplar: ayudó a los pobres, salvó vidas, siempre ofrecía y nunca pedía...no obstante, necesitaba algo más en su vida, y es que si era sincero consigo mismo la diversión no había formado parte en su vida. No había conocido lo que era hasta que murió.

Cuando pasó al otro lado como quien dice, se sorprendió de lo que uno podía hacer sin ser visto o de lo que se podía enterar: los chismes, las mini travesuras, descubrir cómo es la gente de verdad...Ha decir verdad, había demasiadas cosas por hacer, aunque todo estaba lleno de normas. Empezó siendo una parca, cuya función era llevar las almas del mundo de los vivos al mundo de los muertos. No obstante, sus méritos lo hicieron ascender y lo trasladaron al departamento que vela por los destinos de la gente a lo largo de la historia. Dicho departamento tenía más normas y la más importante era...no cambiar la historia. Algo difícil cuando se es testigo de hechos aberrantes. Si era sincero consigo mismo, él se hubiese reído de alguien que le hubiera contado todo esto cuando aún estaba vivo. ¡Por favor, sí era un hombre de ciencia! Había tenido muchos pacientes que hablaban de eventos paranormales o experiencias espirituales y siempre les había dicho que dejasen de soñar y bajasen a la tierra... ¡ay, si esas mismas personas lo viesen ahora!

- Alan, ¿qué estás haciendo? - su compañera, Sofía, había llegado hasta donde estaba. Sofía o Sofí como todo el mundo con el que tenía confianza la llamaban, se encargaba de velar que las normas se cumpliesen a rajatabla y que todos ellos no se metiesen en líos. Claro, que el importante cargo que ella ostentaba se lo debía enterito a él.

- Nada, solo divertirme un poco - le respondió.

Desde que lo habían ascendido a ángel del destino, había seguido las normas escritas una por una. Tenía que velar por que la historia siguiera tal y como estaba escrita, no interferir en la historia, no cambiar hechos importantes de los cuales depende el futuro, cualquier cambio no espiritual que alterase la historia debe ser reparado en el tiempo preestablecido, velar por la seguridad de la protegida salvaguardando que su destino se cumpla, ser un mero espectador salvo si el destino está en juego...y muchas reglas más. Todo era muy aburrido. Si le hubiesen dicho que su función iba a ser esta, mejor se hubiese quedado como parca.

Tanto era su aburrimiento durante los viajes que comenzó a jugar con los hilos del destino...y casi se carga dos vidas importantes, aunque lo arregló a última hora. Sin embargo, en el cielo existía una regla: una vez que eres ascendido y te dan el trabajo no pueden arrebatártelo... a menos que la cagues de una manera brutal y te echen del paraíso como quien dice.

- Vaaaamos, Sofí no seas aguafiestas - se quejó. Tenía una gran amistad con ella, habían sido muchos viajes y aventuras juntos - necesito divertirme. Todo lo que hice en mi vida fue seguir las reglas, salvar vidas...

- Y no sabes lo que disfruté la primera vez que las rompí - le interrumpió ella.

Era una historia graciosa. La primera vez que sucedió estaba en 1492. Su misión era asegurarse que Cristóbal Colón descubriese América. Obviamente ya estaba descubierta y lo que hicieron fue atacarla para llevar la cultura del país, pero la historia así estaba escrita y así debía permanecer. Colón pensaba que se dirigía a las Indias por el océano Atlántico, una ruta mucho más corta, según creía. En uno de los días de la travesía, se encontraba en proa observando a los marineros ir de un lado a otro. A uno de ellos, el cual estaba arreglando uno de los mástiles astillado tras una tormenta, se le escapó. Él susurró lo que creía que servía para arreglar y acabó cortando el mástil principal por la mitad. Un fuerte oleaje sacudió el barco, él se puso tan nervioso que comenzó a hablar en voz alta sin percatase que utilizaba sus poderes de persuasión, por lo que toda la tripulación comenzó a hacer lo que decía. El barco acabó hundiéndose y con él casi hace que muera Colón. ¡Qué desastre sería para la historia si hubiese pasado! Alan logró salvar a la tripulación por muy poco desviando otro barco hacia ellos y consiguiendo así que la historia continuase como todos la conocían.

Enredos del destino (Destino 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora