Capítulo 12

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Al principio, Yas lo tuvo difícil para permanecer en la habitación. El señor Smith, así era como el médico se llamaba, no quería que una dama estuviese presente en aquella sangría. Ella estaba decidida a quedarse e incluso en ayudarlo, no iba a permitir que protagonizara uno de los muchos procedimientos que se practicaban en el siglo XIX y que atentaban contra la salud. Se había cambiado el vestido que llevaba por ropa de hombre debido a que era la única que le permitía la suficiente libertad de movimientos. Al médico casi le da un síncope cuando la vio ataviada de esa manera, a ella le importaba bien poco. Lo que más la disgustó de todo, es que pretendiese tocar al conde sin ni siquiera desinfectarse como es debido. Le habló de las innumerables complicaciones que podrían suceder debido a las bacterias, ya era suficiente con que no estuviesen en un lugar completamente desinfectado con productos acordes a la situación, como para que dejase que interviniese de cualquier forma.

- El tiempo corre y el conde se desangra - le gritaba - ¡no hay tiempo que perder!

- No voy a permitir que fallezca de una sepsis por una negligencia médica - contratacaba ella. A pesar de la explicación, estaba segura de que no le había entendido en lo más mínimo. En el año 1813 la medicina era considerada un arte más que una ciencia y se desconocían, por tanto, que las bacterias eran las causantes de las muchas complicaciones que podrían surgir en una operación - no le permitiré que lo toque a menos que se desinfecte las manos.

El señor Smith masculló algo que no logró entender y obedeció la orden. Mientras tanto, ordenó a Gladys, quien mantenía taponada la herida, que trajese el instrumental que necesitaban. Pidió traer alcohol, miel y trapos limpios, además de poner el material quirúrgico del médico en agua hirviendo, algo que no lo agradó mucho. Había leído en alguna parte durante los años de carrera que la miel se utilizaba antiguamente para tratar heridas, no estaba cien por cien segura de que eso tuviese alguna base científica, pero no había muchos medios con los que trabajar, así que se tenía que arriesgar y confiar en que fuese cierto con tal de evitar perderlo.

- Tiene muy mala pinta - le dijo este cuando le destapó la herida, ella asintió - ha perdido mucha sangre.

- Usted haga su trabajo y yo haré el mío - él arqueó una ceja. 

Yas estaba decidida a mantenerlo con vida e incluso se arriesgaría a hacer buscar al marqués para realizarle una transfusión. Había muchas más posibilidades de que fuese compatible debido a que era un familiar directo. Al no existir las técnicas correspondientes que permitiesen detectar el grupo sanguíneo de ambos, debía tomar los riesgos pertinentes si la situación se saliera de control. No obstante, ella tendría las constantes tomadas en todo momento y a la más mínima le haría la RCP. No iba a permitir que muriese mientras ella pudiera hacer algo por él.

- No coincido con usted, Excelencia. No debería permanecer aquí - comenzó - sin embargo, ante su insistencia no puedo hacer mucho - ella rodó los ojos - ¿preparada? Debe estarlo pues esto será una carnicería - le preguntó una vez cogió su instrumental. Ella asintió.

Abrió más la herida e introdujo las manos, Yas sabía lo que pretendía, estaba intentando hallar el lugar exacto de la hemorragia para detenerla. Ella, por el contrario, mantenía en todo momento dos dedos presionados contra el cuello del conde contando mentalmente las pulsaciones. Estas eran muy débiles, pero tenía que agarrarse a esa esperanza. Eiden era un hombre fuerte y lucharía por mantenerse con vida. Vera lo necesitaba y él la necesitaba a ella, la historia dependía de los dos. No podía fallar.

- El cuchillo no ha perforado el pulmón - le dijo al cabo de diez minutos - aunque la pleura si está dañada.

Yas soltó el aire que no sabía que estaba reteniendo, hubiera sido mucho peor que este estuviese dañado. Smith suturó la herida, sin embargo, fue Yas la que lo instó a que la drenara para restaurar así el hemotórax producido por el derrame. La respiración del conde aún era trabajosa y el latido débil; había perdido mucha sangre. Deseaba poder enviar a alguien a por el marqués, pero si se equivocaba de grupo sanguíneo entonces sí estarían perdidos, todavía Eiden respiraba, no podía arriesgarse a perderlo, aquella opción tenía que ser la última. Al meditar sobre ello se dio cuenta de que todas las veces, que se habían realizado en aquella época, habían resultado fatales. No podía hacerlo. 

Enredos del destino (Destino 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora