Capítulo 23

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Lo primero que había hecho nada más llegar a casa fue darse una ducha rápida pensando que el agua caliente la relajaría y la ayudaría a dejar de pensar en todas las incógnitas que parecían rodear su vida últimamente. No lo había conseguido, la alfombra de su habitación era la prueba de ello pues se podían ver las continuas pisadas que tenía de los innumerables paseos que se había dado sobre ella. Nada tenía sentido. Se quiso autoconvencer de que el tal Alan era otra persona, pero a quién quería engañar, ella misma sabía que se trataba del mismo sujeto, entonces... ¿Qué era lo que le había sucedido? Cuando quiso intentar encontrar una respuesta, escuchó como entraba Mia al piso, solo había dos posibles motivos por los que su amiga regresaría: la primera de ellas tendría que ver con su hija, Emma, pero esta estaba ya en el quinto sueño, además de que le había prometido que no se preocupase, que ella misma se ocuparía. La segunda, la cual podría ser la más probable, era que se había olvidado algo. 

Salió de la habitación con la intención de instigarla como hacía siempre que llegaba tarde o se dejaba alguna cosa. Sin embargo, la sorpresa fue tal, que se quedó congelada en el umbral que conectaba el pasillo con el salón comedor. Le resultó extraña la petición que le hizo. ¿Quedarse a cenar? Era consciente de que no era buena idea acceder, y, aun así, lo hizo. No podía negar que se moría de ganas de pasar más tiempo con él, aunque, siendo sincera consigo misma, lo que realmente anhelaba era saber qué los conectaba a ambos, por qué sentía que lo conocía y el porqué de sus sueños. Si bien era cierto que el beso que habían compartido en el hospital la había hecho arder, ella sabía que no había tenido pareja nunca y, sin embargo, las sensaciones que experimentó no le resultaron en absoluto desconocidas. El sabor de su boca, el tacto de sus manos, el remolino de placer que crecía en su interior, los gritos, el hormigueo entre sus piernas...todo, absolutamente todo le era familiar. ¿Cómo era posible aquello? Debía existir una conexión que los unía, si tomaba en consideración que él había sostenido apenas unos instantes atrás que conocía a Alan y todo lo que sabía de ella, no podía ser una simple casualidad. Aquella afirmación, la había dejado con más dudas de las que ya tenía. Llevaba unas noches que no había podido pegar ojo, sus sueños eran cada vez más frecuentes y despertarse excitada y sin ninguna explicación razonable no la ayudaba demasiado. 

La cena fue mejor de lo que pensaba, improvisaron unos platos con lo poco que tenían en la nevera: unas tostadas de jamón con tomate, unos filetes de pollo calentados al microondas debido a que eran de la otra noche, un poco de tortilla de patata que quedaba y unas empanadillas que se hicieron al horno mientras comían el resto. Durante todo momento se la pasó mirándola como si lo que estuviese comiendo fuese a ella en vez de al pollo. No sabía dónde esconderse, ni tampoco si quería hacerlo. La asustaba la idea de tener esa conexión con alguien, de exponerse como un libro abierto a una persona que podría destrozarla con apretar un botón, ya lo había hecho anteriormente sin dejarle entrar en su vida, ahora que estaba prácticamente dentro, no estaba segura de que pudiese soportar otra humillación así. 

- Se hace tarde - dijo mientras recogía los platos de la mesa y los llevaba al fregadero - todavía te queda un largo viaje hasta el pueblo - escuchó el sonido de la silla deslizarse por las baldosas. Tragó saliva, el silencio en el que estaba inmersa la habitación la hacía sentir cada vez más nerviosa. 

- Aún no hemos hablado - fue un susurro, uno que le recorrió toda la espina dorsal. Sentir su respiración en la nuca hizo que su corazón se saltase varios compases, sus manos comenzaron a sudarle y se instaló un cosquilleo entre las piernas que le indicaba que necesitaba algo, algo de lo que no quería saber nada y mucho menos que tuviese relación con él - tenemos que saber que nos está pasando. 

No la estaba tocando, pero la sensación fue la misma que si lo hiciese. Saber que su cuerpo se hallaba tan cerca del suyo, poder sentir su respiración igual de agitada que la suya, su olor, su calidez...todo eso provocó que sus emociones se desbordasen. En su mente se proyectaron imágenes de ellos dos. En ellas, estaban en los brazos del otro, en la cama, en un jardín precioso...sabía que eran partes de sus sueños, los mismos que la habían acompañado cada noche y que provocaban un torbellino de sensaciones a penas inexplicables.

Enredos del destino (Destino 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora