Ahora, una semana después, aunque ya no he necesitado su ayuda, sigo viéndolo casi a diario porque va por algo de comer, ya sea solo o con sus amigos, pero lo más curioso de todo es que sigue regalándome flores y que seguimos sin saber el nombre del otro; y no porque yo no quiera saberlo, pues se lo he preguntado en varias ocasiones, sino porque él no me quiere decir, así que he dejado que me siga diciendo morena y que mi nombre también sea un misterio.
—Gracias a él, el departamento no ha olido tan bien desde tiempos inimaginables —dice Aurora al ver todas las flores que hay por mi habitación.
—¿Me estás diciendo que las esencias que uso en mi difusor huelen feo?
—Hablo de aromas naturales.
—No intentes corregirlo, Aurora.
—Odiosa, sabes de qué hablo —sonrío con burla.
—He querido preguntarte esto desde hace unos días, ¿Has escuchado alguna vez si su nombre es mencionado por sus amigos cuando van al camión?
Mira al techo intentando recordar.
—No. Creo que nunca lo he oído. ¿Aún no sabes su nombre? —pregunta con asombro.
—No quiere decírmelo. Solo cambia de tema las veces en que lo he mencionado. Como sea —también yo cambio de tema—, ya que hablamos del camión, en el almuerzo hablé con Jim y sigue disponible para cubrirme en los días que no estaré. Podrá solo medio tiempo, pero estará en el horario en que más trabajo hay, y Jules y tú podrán arreglárselas sin problemas después. De igual manera, si me cancela en el último momento, ya hablé con una de mis primas y correrá a auxiliarlas.
—Estarás fuera por una semana ¿cierto?
—No. Solo serán 3 días. El día en que me voy, el día de las bodas, y el día en que regreso.
—¿De verdad no quieres pasar más tiempo allá?
—No, si puedo evitarlo.
—¿Alguna vez me contarás realmente qué fue lo que te pasó?
—Sí llega el día en el que al fin me sienta lista para hablar de ello, quizá lo haga.
—De acuerdo —no presiona por más—. Ahora cámbiate. Tengo antojo de alitas y tú vendrás conmigo. Necesitas despejarte porque no haces más que trabajar.
30 minutos después estamos entrando al local y pedimos una mesa.
—¿Sabes qué? También necesitamos un trago —lo dice como si fuera un decreto y yo no tuviera opción a interceder—. Hace mucho que tú y yo no tomamos algo juntas que no sea agua de horchata. Necesitamos algo de alcohol para desestresarnos.
—Mi límite son las 3 de regla. No quiero estar cocinando mañana con resaca.
—No eres divertida.
—Si querías estar de borracha, hubieras elegido otro día.
El mesero que nos recibió y llevó a la mesa regresa a tomar nuestra orden.
Aurora comienza a decirme sobre lo que ella cree que debería hacer en la boda de mis amigas, y es que según ella, las “malas tradiciones” dicen que la dama de honor termina enrollándose con el padrino, y como yo seré la dama de honor, solo espera que el padrino esté soltero y a la altura de lo que sea que yo busque en un hombre.
—Y hablando de alturas —hace un gesto con la cabeza para indicar que mire detrás de mí.
—Si no creyera que esto es una casualidad, tendría ya que estar preparándome para ponerte una orden de restricción.
—No es casualidad, morena, es obra del destino —se coloca a mi lado, y como estamos en una mesa alta y, por lo tanto, sentadas en sillas altas, él pone un brazo en el respaldo de la mía y se inclina para hablarme al oído—. Te lo dije, estamos hechos el uno para el otro, por eso el destino nos quiere juntos.
Casi tengo un orgasmo en ese momento, bueno, si se pudiera tener uno que no sea completamente sexual, lo cual, si tengo que admitir, es un poco vergonzoso porque no ha hecho más que hablarme al oído.
Aurora se aclara la garganta y nos mira divertida, sobre todo a mí, porque seguro se dio cuenta de mi reacción.
—Es un placer conocerte —extiende una mano para él—. Soy Aurora.
Mentalmente cruzo dedos para que él también se presente con su nombre.
—Un gusto, Aurora. Y si esta belleza no estuviera a mi lado, también te diría mi nombre —siento cómo me encorvo un poco por la desilusión. Él se da cuenta de ello y sonríe—. ¿Interrumpo algo importante, o puedo esperar con ustedes mientras mis amigos llegan?
Aurora levanta la mano para llamar la atención del mesero y luego le dice que si nos puede cambiar a una mesa para más personas.
Yo solo me quedo callada y suspiro resignada.
Va a ser una larga noche.
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Falling in love
RomanceComplejos e inseguridades están en todas las mujeres, principalmente en mí, que por más que los otros encuentren algo bonito al verme, cuando es mi turno de mirarme en un espejo, no comprendo cómo es posible para ellos. Malas experiencias, flechas f...