06 Mal día

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Hoy va a ser un día terrible.

Jules volvió a sentirse enferma y no vino, además yo tengo resaca, hace muchísimo calor, y hay mucha gente esperando por comida porque dos de los carros vecinos no abrieron.

—Bebes agua como si estuvieras en el desierto —dice Aurora con tono de burla cuando termino otro litro.

—Cállate —contesto con una risa—. Tú eres la culpable por dejarme beber de más.

—¿Yo la culpable? Pero si tú fuiste la que nunca le dijiste que no a él cuando pedía otra ronda para todos.

—Sí, pero tú tampoco interferiste, y eso no es de amigas.

—Lo que digas, morena —ambos soltamos una carcajada porque en la última palabra intentó imitar su voz.

—Tengo que buscar otra manera de llamarlo y que no sea él. Insiste en no decirme su nombre, y no sé si advirtió a sus amigos, pero ¿notaste que ellos en ningún momento lo mencionaron?

—Me di cuenta de ello. Por eso tampoco mencioné el tuyo. No iba a ser yo la que te traicionara.

—Te adoro por cubrirme —le entrego lo que estaba preparando para que ella pueda llevarlo al cliente.

—¿Qué tal león? —Pregunta cuando regresa por otro pedido— Con todo ese cabello que tiene y lo alto y musculoso que está, no le queda mal.

—No. Un león es feroz y él no lo parece.

—Entonces ¿gatito? Son familia y a penas un poco feroz.

—¿Estás consiente que, por cómo es, eso podría tomarlo con un significado diferente? —Suelta una carcajada.

—Tienes una mente sucia.

—No creas que por crecer en México no me sé la jerga americana —le entrego una orden de tacos y un gazpacho.

—Está bien, piénsalo tú. Si yo sigo intentándolo y sigues diciendo que no, voy a sentirme mal por haber fracasado.

—Pensaré en uno bueno. Por cierto, cuando disminuya la gente, ¿puedes ir por una cerveza? No he comprado ninguna para el frigo-bar y me conozco demasiado bien y sé que esta resaca no se me va a quitar a menos de que me tome una.

—¿Eso de verdad funciona?

—Conmigo lo hace. Además, no he desayunado y también me vendría bien comer algo picoso.

20 minutos después, y ya sin gente haciendo fila, cierro el carro y nos preparo de almorzar mientras Aurora va a comprar mi cerveza y una soda para ella. Luego vamos a una de las mesas para almorzar al aire libre y darnos un respiro de lo atareadas que hemos estado.

—¿Y ya tienes todo para tu viaje, o te hace falta algo?

—Creo que ya tengo todo. Lo único que me hará falta es empacar. Lo que en realidad me preocupa es Jules. Es la segunda vez que falta por estar enferma, no nos dice realmente qué tiene y yo necesito saberlo para ver si le doy días de descanso, contrato a alguien que la remplace mientras no estoy, o si vamos a tener que cerrar el camión en esos días. No quiero irme y que en cuanto llegue allá ya me estés llamando para decirme que te has quedado sola con toda la responsabilidad. Sé que dije que llamaría a una prima para cubrirme, pero cuento con Jules para que la guíe.

—Mira, si Jules no va a estar en los días en que tú irás a la boda, yo me encargaré de preparar todo y me quedaré en la cocina. Tu prima puede cubrirme en la primera línea. A menos que no confíes lo suficiente en ella para manejar el dinero o anotar correctamente los pedidos en las notas.

—Confío en ella, pero le aseguré que estaría en cocina porque es para lo que está estudiando. Quiere ser chef y esto le daría un poco de experiencia y conocimiento sobre cocina mexicana.

—Pues si Jules sigue faltando o terminas despidiéndola, podrías darle otra oportunidad más adelante. Ahora necesitas ver por tu negocio y lo que creas es mejor para él.

Suspiro y doy un trago a mi cerveza cuando alguien se sienta a mi lado, y antes de que lo pueda evitar, o siquiera procesar lo que está por hacer, él toma con mi cubierto un pedazo de enchilada que ya había cortado y se la come.

Yo lo miro con horror y Aurora contiene su risa.

—¡Carajo! Esto pica demasiado —pasa bocado y, como siempre hacemos cuando nos enchilamos, comienza a jadear como si fuera un perrito.

Ahí es cuando Aurora lo pierde y comienza a reír a carcajadas.

Yo no resisto más y me uno a ella.

—Eso te pasa por robarme de mi almuerzo —le digo entre risas y le doy la cerveza porque es la única bebida que tengo a mano, ya que Aurora se ha terminado su refresco.

Él se bebe el resto de la cerveza de un trago.

—¿Estabas enojada cuando las preparaste?

—No —sonrío y quito con el cubierto algo de lechuga para que pueda ver qué es lo que le ha picado tanto, pues hay pequeños trozos de chile—. Eso es lo que has comido.

—Diablos, morena. Acabo de aprender la lección. No volveré a robarte comida.

Como aún me sobran un par, le quito a una los chiles que tiene y la pongo en la orilla del plato.

—Es toda tuya si la quieres.

—¿Estás segura?

—Sí. Preparé una de más porque tenía mucha hambre, pero ya estoy quedando llena —nos turnamos el cubierto para que también yo pueda terminar de comer la mía—. Iré por una malteada —me pongo de pie cuando termino— ¿quieren algo? —Aurora niega.

—Déjame pagarla —dice él—. He sido yo quien se ha terminado tu bebida.

—Fui yo quien te la ofreció, así que está bien.

Voy a comprarme algo de beber, además de un postre, porque no importa cuán llena esté, siempre tengo espacio para un postre.

10 minutos después los encuentro muy platicadores y a él invadiendo parte de mi asiento.

Me coloco a su lado y lo miro.

—¿Qué pasa?

—No me voy a sentar en tus piernas, así que, por favor hazte a un lado.

Sonríe enormemente.

—Algún día lo harás, morena, algún día.

Se recorre unos centímetros, lo que me deja el espacio justo para sentarme y tengo que recargarme en él para evitar irme de lado. Eso le da la oportunidad perfecta para pasar su brazo por mi cintura y mantenerme en mi sitio.

—Me estoy preguntando seriamente si alguna vez te funcionaron esas técnicas de ligue —Aurora lo mira con los ojos entrecerrados como si lo analizara.

—Es la primera vez que uso algo como eso.

—Sí, claro, porque seguro tienes a las chicas a tus pies —responde mi amiga en tono irónico.

Él se encoje de hombros.

Yo ruedo los ojos.

—Ninguna que haya llamado mi atención… hasta ella.

Mi corazón está a punto de hacer un salto de alegría hasta que lo comprendo y lo miro, de nuevo, horrorizada.

—Entonces es eso, ¿no? Me ves como un reto y por eso te interesas en mí —me levanto y comienzo a tomar mis cosas—. Pues te vuelvo a dejar en claro que no estoy interesada. Podrás ser sumamente guapo y tener a muchas chicas detrás de ti, pero no a mí. Así que aquí termina esto. Y por favor no vuelvas a venir por aquí, prefiero perder un cliente a yo atravesar de nuevo por una mala experiencia.

Me duele dejar a Aurora con él, pero me va a doler más si me sigo quedando ahí, así que camino y no miro atrás hasta que estoy dentro del camión. 

Me tomo unos segundos para tranquilizarme mientras me lavo las manos y luego abro la cortina para volver a dar servicio.

Falling in loveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora