07 Liberar

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—Me miras como si me juzgaras, Aurora. Solo dime qué es lo que crees que hice mal.

Me siento tan desanimada que parece que estoy enferma, y el que Aurora me mire de esa manera, no me ayuda mucho.

—No te estoy juzgando. Es solo que sigo sin creer que hayas actuado así con él y luego te fuiste sin esperar una explicación, así que te miro para ver si sientes presión y me dices de una vez por todas qué fue lo que te ocurrió.

—No me miras para presionarme. Así no es como se siente.

Suspiro, le entrego lo que estaba preparando y, unos segundos después de considerarlo, voy a recargarme a su lado.

Ella va a donde deja sus cosas y regresa conmigo para entregarme una caja.

—En tu prisa por irte, ni siquiera lo dejaste que te entregara lo que traía para ti.

Tomo la caja, pero en lugar de abrirla y ver qué contiene, la abrazo y, como es pequeña, cabe perfecto en mis brazos.

—No esperé explicación porque no quiero mentiras. No estoy generalizando, y quizá me dirás que lo estoy juzgando antes de realmente conocerlo, pero lamentablemente he pasado por situaciones similares y siempre salgo lastimada. Ya no quiero eso, lo único que quiero es estar en paz conmigo misma, encontrar las pequeñas cosas en la vida que me hagan feliz y disfrutar de lo que amo hacer. Por eso abrí Hasta la raíz, por eso me mudé de país, y por eso sigo soltera.

—¿De verdad fue tan malo lo que te pasó para que estés dispuesta a cerrarte al amor?

Sigo diciendo que lo fue porque así lo sentí. Pero Aurora tiene razón, ¿de verdad estoy dispuesta a hacerlo por algo que ya es parte de mi pasado? Ya sé lo que no quiero de nuevo en mi vida y lo que no estoy dispuesta a que me pase otra vez.

Miro que no hay nadie haciendo fila y tomo una gran respiración antes de comenzar mi relato.

Si no lo hago ahora, no sé si después volveré a tener el valor.

—Estuve comprometida antes de venir aquí —el asombro en su rostro es más que evidente aunque intente disimularlo—. Conocí a alguien con el que creí tener un amor como el que mis padres tuvieron, sabiendo que si sería así de profundo, podría terminar mal para alguno de los dos —le cuento también la historia de mis padres para que sepa de lo que hablo—. Creía que era una relación maravillosa, y que a pesar de no llevar años o varios meses saliendo, todo se estaba dando en el momento oportuno, así que no noté pequeñas actitudes que tenía y que no eran sanas. Tontamente yo sentía que de verdad él era el indicado —suspiro y abrazo más fuerte la caja sin importarme las lágrimas que estoy comenzando a derramar—. Cuando llevábamos 4 meses me pidió matrimonio; obviamente acepté porque lo quería demasiado. Al menos eso creía, pero fue un completo error. Esas pequeñas actitudes que antes tenía comenzaron a notarse más y comenzó a tratarme como si yo fuera una posesión, como si sintiera que era mi dueño y quiso empezar a controlarme. Me llamaba a todas horas para saber dónde y con quién estaba, me pedía que no bloqueara mi celular con el pretexto de poder tomarme fotos con él o poner algo de mi música cuando estábamos juntos, pero un par de veces lo encontré revisando mis redes sociales y mi registro de llamadas y mensajes como si esperara encontrar algo, o como si también tuviera la necesidad de controlar ese aspecto de mí vida. Comenzó a ir por mí al trabajo, y si me demoraba unos minutos de más en salir, se enojaba mucho. Eso también pasaba si tardaba en responderle los mensajes o si dejaba que sonara mucho mi celular cuando me llamaba. Fui una tonta por no sospechar nada con esas acciones, pero como yo no tenía nada que ocultar, simplemente lo dejé pasar. Así fue que mi maravillosa relación comenzó a convertirse en un infierno.

—¿Alguna vez él se mostró agresivo contigo? ¿Te hizo daño?

—Me gustaría responder que no.

Puedo percibir el horror en Aurora, pero no puedo mirarla a la cara porque siento pena por haber permitido que eso me pasara.

No me llegó a agredir de gravedad, o a dejarme marcas muy visibles, pero el hecho de que a veces yo tenía marcados sus dedos por encima de los codos cuando me sujetaba fuertemente porque no quería que me fuera de su lado o porque quería que yo centrara toda mi atención en él, sigue siendo un mal recuerdo, por no mencionar que lo peor para mí, pues un hematoma se quita con el paso de los días, fue todas las palabras que me dijo, y es que la frase de "las palabras pueden herir o ser más peligrosas que un armaʺ, es totalmente cierta.

Aurora y yo no tenemos la oportunidad de decir más, o de que yo le explique las maneras en que él me hizo daño, porque un par de clientes llegan a ordenar y tengo que limpiarme las lágrimas, dejar la caja donde coloco mis cosas e ir a cocinar.

Falling in loveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora