Epílogo

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Un año después

—¿Morena? Se nos va a hacer tarde ¿dónde estás, cariño?

Escucho sus pasos acercarse hasta el baño, que es donde estoy, pero yo no puedo dejar de llorar y por lo tanto tampoco puedo responderle.

—¿Qué pasa? ¿Qué está mal?

Me mira de la cabeza a los pies buscando una herida o algo más.

—Estoy inmensa. Eso es lo que pasa —miro mi gigantesca panza de seis meses de embarazada—. No puedo usar ninguno de mis pantalones, no me gusta la ropa de maternidad, mis sostenes me aprietan, los únicos zapatos que puedo ponerme me lastiman porque estoy hinchada, no logro cerrarme este vestido y, para colmo, mis hormonas están más allá de locas y todo me hace llorar.

—No estás inmensa, cariño, solo hay más de ti para amar. Ahora bien, lo de la ropa se puede arreglar, y si quieres mañana mismo renovamos todo tu guardarropa. Quiero que mi mujer esté cómoda con lo que se pone y que el embarazo sea algo maravilloso para ambos, sobre todo para ti, porque tú eres quién está llevando a nuestro bebé. Dime lo que sea que necesites y lo haré realidad para ti. Sobre llorar por todo, no me gusta que lo hagas porque no me gusta verte llorar, pero no creo que podamos hacer mucho por ahora; en cuanto a lo demás, no me puedo quejar porque estoy disfrutando de tus hormonas alborotadas y del aumento de ciertas partes de tu cuerpo.

Eso me hace sonreír porque tiene toda la razón. En el trimestre pasado del embarazo comencé a experimentar cambios en mi cuerpo, y lo primero fue la incomodidad de mi sostén porque mi pecho comenzó a crecer, luego vinieron mis cambios hormonales, con el que más disfruta porque mi libido está por los cielos la mayor parte del tiempo, y si le sumamos que desde que comenzamos a ser pareja oficialmente un mes después de la boda de mis amigas y que desde entonces parece un pulpo y no me quita las manos de encima, es una combinación explosiva.

Tengo algunos días malos, y es ahí cuando regresa una porción de mi miedo de que al final las cosas puedan resultar mal para alguno de los dos o para ambos. Cuando le hice saber mis miedos e inseguridades, me mostró totalmente su apoyo y me aseguró que no permitiría que nada malo me pasaría y que siempre me protegería.

Sé que habrá momentos en que a veces las cosas estarán fuera de nuestro control o de nuestras manos, pero creo totalmente en que siempre me mantendrá a salvo, a mí y a nuestro bebé que viene en camino.

Después de eso, en una ocasión se me escapó decirle cómo lo nombraba antes de saber su nombre real y tuve que explicarle el porqué del apodo.

A él le encantó.

El embarazo fue una sorpresa, pues ninguno lo esperaba y tampoco lo buscaba, pero él estaba tan emocionado y tan feliz con la noticia, que mi shock inicial se esfumó y terminé igual o más extasiada que él, pues sabía que no estaría sola en ningún paso que diera a partir de ese momento.

Mes y medio después de la noticia nos fuimos a Las Vegas para casarnos.

—Vamos, morena, no podemos llegar tarde a la inauguración de tu propio restaurante.

Me ayuda a terminar de vestirme, porque con mi llanto y mi berrinche no seguí intentando cerrarme el vestido, y tras limpiarme las lágrimas y cerciorarme que mi maquillaje no se arruinó por completo, ambos salimos tomados de la mano del baño.

Hasta la raíz creció tanto, que en lugar de abrir otro carro de comida y colocarlo en otro punto de la ciudad, Bastian se ofreció a asociarse conmigo para que abriera mi propio restaurante, pues mi hombre, gracias a su físico, trabaja como modelo y eso lo hace tener muy buenos ingresos económicos, por lo que tenía el capital necesario para poder hacerlo realidad.

Cuando llegamos al restaurante, saludamos a nuestras familias y amigos y damos las gracias por acompañarnos en tan importante momento antes de cortar el listón e inaugurar el lugar; y mientras veo a todos entrar y comenzar a tomar mesas para celebrar con una copa de champán, me doy cuenta que todo tiene un por qué y un momento exacto para suceder, y que si tuviera que atravesar de nuevo por mi mala relación con cupido para poder llegar a estar al lado de Bastian, lo haría sin dudarlo un segundo, porque ahora soy más feliz de lo que nunca fui.

Puede que nuestra historia comenzara conmigo negándome al amor, pero ahora solo puedo sentirme tan llena de él.

—¿En qué piensas, morena?

—En lo mucho que te amo —pongo una mano en su nuca, y a través de su cabello, para que incline un poco su cabeza hacia mí—. Gracias por ser el hombre de mi vida.

Y así, sintiéndome completa, afortunada y feliz, acorto nuestra distancia y lo beso.

Bastian es el hombre que me hizo caer perdidamente enamorada.

Fin.

Falling in loveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora