Capítulo 5 : " En dos meses... "

593 80 7
                                    

El dolor del paso del tiempo hacía mella en mi mundo. Era difícil avanzar.

Mi vida iba en picado.

Cada vez me sentía más sola.

Robert, mi abuelo estaba ingresado desde hacía dos meses. Mi padre pasaba el día en el hospital. Jack estaba fuera del país, disfrutando de su Luna de miel junto a su queridísima esposa Sally.

Y Laia y Michael, seguían adelante con su estupenda relación pero ya no vivían en casas separadas. Después de la cena de Navidad, Laia dejó de vivir en casa y compró un apartamento con Michael.

Y yo... Yo estaba sola. Tocando fondo cada día más. Sintiendo que mi vida no podía ir peor.

Me senté al lado de Robert y vi entrar a mi padre a la habitación del hospital.

- ¿Cómo estás, hija? - inquirió mi padre sentándose en el sillón negro que estaba situado al lado de la camilla en la que estaba mi abuelo.

- No sé qué responder a eso - Mi padre negó con la cabeza pasando su mano por su pelo.

- Tienes que alegrarte, Megan. Tú antes no eras así, eras como Laia.

- ¿Cómo Laia?

- Me refiero a la parte alegre de ella. De pequeña siempre estabas contenta y...

- Ya no soy pequeña. Tengo diecinueve años y no sé si quiero ser feliz. - Dije mirando a mi abuelo que aún estaba dormido.

- ¿Cómo? Oye, tienes que serlo. No puede ser todo tan malo.

Levanté una ceja y negué con la cabeza.

- Si pretendes que vaya por la vida con una sonrisa fingiendo que soy feliz y que no estoy preocupada por Robert estás esperando algo que no va a suceder nunca. Papá, en serio. No podré ser jamás como Laia que no ha pisado este hospital aún sabiendo lo grave que ha estado el abuelo - mi padre asintió dándome así la razón.

- En eso tienes razón, pero que estés preocupada no significa que no puedas divertirte.

- La diferencia entre ella y yo es que sé cuales son mis prioridades - mi padre sonrió.

- Ella también sabe cuales son las suyas. Y la primera prioridad de Laia es Michael - me levanté y justo mi teléfono empezó a sonar. Lo acerqué a mi oido y escuché la voz de mi hermana al otro lado.

- ¿Megan? ¿Me escuchas?

- Hola, Laia - me sorprendí porque hacía semanas que no hablaba con ella.

- Hola, ¿te apetecería venir a ver el piso? Ya está arreglado y completamente amueblado. - Dijo entusiasmada.

- Mm... La verdad es que estoy algo ocupada... - La verdad era que no me apetececía nada verles la cara a ninguno de los dos.

- Oh, vamos. Estoy deseando que veas el apartamento. No me digas que no. Te espero.

- ¿En serio, Laia? - dije antes de suspirar.

- Venga, que ya sabes mi nueva dirección.

Después de despedirme de mi padre y decirle que me avisara si mi abuelo despertaba.

Fui caminando hasta el nuevo apartamento de los tortolitos.

El piso era bastante grande, luminoso... Era genial, la verdad.

Me enseñó cada rincón de la casa y luego nos sentamos en el salón. Estaba sola. No había ni rastro de Michael.

Mi hermana se sentó a mi lafo cruzando sus piernas en el sofa mientras se hacía un moño improvisado.

- ¿Y qué tal todo? - inquirió.

- Bueno... Podría ir mejor.

- Ya... Lo del abuelo...

- Deberías pasar por el hospital, a papá le alegraría. - Ella sonrió y cogió mi mano. - ¿Qué?

- ¿Ves como en el fondo sigues siendo esa chica adorable que recuerdo? - miré nuestras manos juntas y yo suspiré.

- Os seguís empeñando en algo que ya es pasado...

- Lo sé pero bueno - volvió a sonreir - Tengo una noticia que darte.

- Sorpréndeme.

- A ver... Estoy algo nerviosa, ¿vale? Porque ha sido pronto e inesperado pero, estoy encantada. Bueno, ambos estamos encantados. Mmm... Estoy embarazada, Megan. - Cerré los ojos al escucharla - Y bueno... Como nos gustaría hacer las cosas bien pues, vamos a casarnos en dos meses. ¿Qué te parece?

Tardé en reaccionar. Lo primero que hice fue tragar saliva y evitar llorar como su hubiese recibido la peor noticia del mundo. Aunque lo era...

Apreté su mano y parpadeé un par de veces buscando su mirada.

- Que bien, ¿no? - dije finjiendo una sonrisa.

- ¿De verdad te alegras?

- Claro, sí... Esto es genial. Voy a ser tía - dije - De un hijo tuyo y de Michael...

- Sí, hermanita - se abalanzó sobre mi y lloró en mi hombro. - Es estupendo.

- Lo es.

No, no lo era. ¿Cómo podía estar pasándome esto? O peor, ¿qué más podía pasar?

La culpa no era de mi hermana, claro estaba. De hecho, mi hermana era la menos culpable de esto. La culpable era yo, por mi comportamiento frío y maleducado que alejaba a la gente de mí. Que alejaba a Michael de mí.

17 de Julio de 1989.

" El mundo de Megan "Donde viven las historias. Descúbrelo ahora