Capítulo 10 : " Sé que lo harás "

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Encendí la televisión y me senté en el sofá cruzando mis piernas mientras bostezaba.
Eran las seis de la mañana y el insomnio no me dejaba pegar ojo, aún me quedaba más de una hora para que mi turno en el restaurante empezase.
Miré hacia la ventana y vi como el Sol estaba oculto todavía. Suspiré pensando lo rápido que estaba pasando el tiempo.
No me atreví a pisar Los Ángeles, mucho menos decidí contactar con mi familia pero había decidido cuidar de mí misma ya que cuatro años atrás, no lo hacía.
Ingresé por mi propia voluntad en un centro de desintoxicación en el que estuve dos años. Solo Jack supo de eso, le pedí que no lo contase.
Mi amistad con Jack seguía adelante, pero algo más fría. Estábamos distanciados pero ninguno de los dos queríamos forzar la situación.
Necesitábamos tiempo.
Le echaba mucho de menos pero era mejor así.
Fui a ducharme al ver que a esas horas no había nada en la televisión. Sequé mi pelo y fui a vestirme. Cogí unos vaqueros y una camiseta negra y fui a la cocina para preparar el desayuno.
El pequeño King aparareció en el salón. Era un pequeño perrito de color negro que encontré en la calle abandonado nada más salir del restaurante.
- Pequeño King - dije vertiendo zumo en un vaso.
El perrito levantó sus pequeñas orejitas oscuras y se sentó en su cama junto a un par de juguetes y me miró desde ahí.
Eché unos cuantos cereales en un recipiente y empecé a comer mientras el Sol empezaba a ilumimar toda la cocina.
Miré la hora y aún quedaba mucho para ir al restaurante. Continué desayunando sin apartar la mirada de los cereales y sin poder quitarme de la cabeza a Jack.
Hacía semanas que no me hablaba, no me cogía el teléfono. Le había mandado mensajes y no tenía ni idea de si estaba bien... Imaginé que seguramente su esposa la había vuelto a liar y no tendría ganas de hablar con nadie.
El timbre de casa me hizo levantarme de un salto y volver al mundo real. Caminé hacia la puerta y vi a un hombre alto, con el pelo canoso y aparentaba unos cuarenta y pocos años. Bajó su mirada oscura hacia unos papeles que traía en sus manos y luego volvió a mirarme.

- ¿Es usted la señorita Megan Clain? - preguntó en tono serio.

- Mm... Sí, soy yo.

- Señorita, Clain...

- Megan - dije al instante.

- Bueno, Megan. Soy Joe Landfor, abogado de su hermana Laia Clain. - Levanté una ceja sorprendida.

- ¿Su abogado? ¿Qué hace aquí?

- Vengo a informarle del testamento de su hermana, Megan.

Reí y cerré la puerta de un golpe poniendo las manos en mi cara pensando que era una broma.

- Señorita Clain, por favor. Abra la puerta. - Pidió aquel hombre desde el otro lado.

- ¿Está bromeando? Porque no tiene ninguna gracia esta situación.

- Megan, escúcheme... Yo le prometo que esto es cierto, no entiendo porqué piensa que es broma. ¿Acaso no ha sido informada de la triste noticia? - parpadeé un par de veces y respiré hondo reprimiendo mis ganas de llorar. - Yo... He venido para darle una copia de la lectura del testamento. Se celebró hace unas semanas pero usted no se presentó y no pudimos contactar con usted, Megan. - Se hizo el silencio mientras esperaba a que él siguiese hablando porque no entendía nada y no quería creerlo tampoco. - Le dejo aquí el sobre si quiere, para que al menos pueda leer la voluntad de su hermana.

Abrí la puerta justo cuando estaba dejando el sobre en el suelo.

- Gracias y lo siento - susurré sujetando la puerta.

- No, entiendo perfectamente su reacción. Lo siento muchísimo. Si tiene alguna duda, tiene en el sobre mi número de teléfono.

- Gracias - dije.

- Hasta luego.

Cogí el sobre y entré en casa. Me senté en una de las sillas de alrededor de la isla de cocina y abrí el sobre.
Antes de leer respiré hondo y nada más leer el nombre de mi hermana pensé que iba a romperme en mil pedazos.
" ... Y por último y no menos importante, quiero hablar de mis dos hijos. Mi pequeño Michael y mi niña Megan. Les he querido dar lo mejor con la ayuda incondicial de mi esposo y de mi padre. Por eso, quiero y deseo que cuando estén leyendo esto sepan que han sido la mejor ayuda que he podido tener cuando peor lo estaba pasando. Gracias por eso. Ahora que deben quedarse con alguien que les cuide y les mime tan bien como yo intentaría hacerlo, quiero elegir a las dos mejores personas que sé que lo harán como nadie. Ya que mi padre no puede hacerse demasiado cargo de ellos por salud, decido que mis hijos permanezcan con su padre, sin duda pero hay otra persona que aunque, sé que está desaparecida, quizás refugiada de nosotros, estará leyendo esto. Estoy segura. Y cuando lea mis palabras, sabrá elegir la decisión correcta. Desearía que mi hermana Megan sea, junto a mi marido la persona que cuide de mis hijos. Megan, sé que lo harás. Y lo harás bien."

Mi hermana me había dejado a cargo de mis sobrinos a los que ni siquiera conocía. ¿Qué iba a hacer?
Con los ojos llenos de lágrimas leí de nuevo la última frase: "Megan, sé que lo harás. Y lo harás bien."
A lo mejor ya era hora de regresar, ¿no?

20 de Diciembre de 1994.

" El mundo de Megan "Donde viven las historias. Descúbrelo ahora