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—¡Mierda!

Gritó Kota mientras corría por las calles, ya no sabía dónde había quedado su bicicleta en el transcurso de su huida, pero estaba segura que tendría que ir a buscarla apenas todo se calmara.

—¡Qué no se escape! —gritó uno de sus perseguidores a sus amigos y Kota soltó un gruñido tratando de acelerar.

Las calles estaban iluminadas y poca gente caminaba por alrededor, era un pueblo bien pequeño. Como siempre, Tamako Kota se había metido en un problema y ahora no encontraba escapatoria. La tormenta se había terminado dejando montañas de nieve, esconderse no era opción aún porque no había pasajes en esa calle y ya se estaba quedando sin aliento, ¿si ellos la agarraban que podrían hacerle?

En esos momentos se maldijo por ser tan estúpida y meter su nariz donde no se debe, era tal como dijo Suzume, aunque Kota no quisiera admitirlo.

Dobló en una esquina y ganó ventaja, buscó algun lugar donde esconderse pero no encontraba ninguno y ya no tenía pulmón para seguir corriendo. En su afán de detectar un escondite digno vio un segundo piso de una casa con la ventana abierta y las luces prendidas. Otra idea estúpida vino a su cabeza y negó tratando de olvidarlo.

—No, qué pensarán de ti si haces eso, Kota...

—¡¿Por dónde se fue?!

Kota apretó los labios en una línea.

—Bueno, las circunstancias cambian opiniones.

Con habilidad trepó hasta el segundo piso, en la ventana abierta y jadeando fuertemente, apresurada de que la vieran subir, pasó un pie dentro y cuando estaba por pasar el otro se tropezó con el marco y cayó dentro de la habitación haciendo un gran estruendo.

—Auch.

—¿Qué demonios? —Kota levantó la cabeza y se fijó en la cama a un costado de la ventana, un chico con ojos verdes y felinos, cabello castaño y unos audífonos cubriendo sus oídos estaba acostado sobre el colchón que al fijarse en su presencia se levantó con el ceño fruncido.

—Ja... hola —saludó la chica con la mano, manteniéndose en la pose extraña y sonriendo avergonzada —¿Qué tal?

—Tú...

Ahí fue que el chico reconoció a la extraña. Suna Rintaro tenía a Tamako Kota en su cuarto a las 1 de la mañana sin previo aviso.

Se escucharon unos gritos afuera y Suna antes de que pudiera decirle algo a la chica se fijó en el exterior. Kota se mantuvo agachada esperando que no la vieran.

—¿Los conoces? —preguntó el castaño.

—Algo así, estoy escapando en realidad —respondió y Suna la dejó estar en su cuarto, cerró la ventana y cubrió con las cortinas esperando así que la extraña se relajara un poco.

—¿Por qué?

—Volvía de mi trabajo y a mi bicicleta se le congelo la cadena, así que tuve que ir caminando hasta mi casa pero... vi esos tipos hostigando a una chica en un pasaje y los golpeé un poco para que la chica escapara, aunque no me resultó muy bien —reconoció rascando su nuca con una mueca, no sabía porque le contaba todo a ese chico que extrañamente se le hacía conocido, tal vez se lo decía porque entró sin invitación por la ventana pasada la medianoche, esa era una buena razón para dar respuestas —Y así terminé buscando un escondite.

—Mi cuarto —dijo Suna con los brazos cruzados.

—Desafortunadamente.

Suna se volvió a fijar en la ventana y notó como los tipos se alejaban de su casa.

Smile For Me [Suna Rintaro]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora