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El trabajo fue más difícil, el frío esa semana fue desgarrador, Kota usó la sudadera y bufanda de Suna con cuidado y trató de conciliar sueño aunque no pudo. Ese día su cuerpo dolía como los mil demonios, temblaba y sentía tanto frío como nunca sintió. Casi por costumbre fue a la escuela sin siquiera fijarse en su estado actual. Sus ojeras eran marcadas y su piel estaba pálida, sus labios quebradizos y sudaba, aunque se estuviera congelando.

Su cabeza parecía querer partirse y los ruidos del día a día la distraían, tan así que no pudo acercarse al comedor, se quedó en el salón tratando de bajar el frío que azotaba a su cuerpo y que el sueño la envolviera para descansar, sin mucho éxito.

Tenía todos los músculos tensos y la garganta ronca, le costaba pensar con claridad y solo había algo en su cabeza: el horario del trabajo, como si de un mal chiste se tratase, Kota casi funcionaba por instinto.

Por eso cuando tuvo su primera clase después del almuerzo no pudo hacer más que esconder su cabeza entre sus brazos sobre el escritorio. Megumi y Suzume le dedicaron una mirada de clara duda, una con expresión amable, la otra pensando lo peor, no imaginando la posibilidad de que Kota estuviera muriendo sobre la mesa.

—Tamako, si cree que dormir en mi clase está permitido, entonces no tuvo que venir —se quejó la maestra, una anciana que usaba un horrendo moño sobre su cabeza —¡Tamako Kota!

La chica se ganó la mirada de todo el salón pero la castaña no levantó la vista. La maestra llegó hasta su escritorio y golpeó la mesa. Kota alzó un poco la cabeza y la maestra se quedó sin palabras que gritarle al verla en preocupante estado.

—¿Tamako? ¿Te sientes bien?

—Yo... no lo sé —pronunció la chica con los ojos entrecerrados y soltó un jadeo del dolor —Tengo mucho frío.

Los hematomas casi sanaban, tornándose de color verdoso pero con su aspecto actual la hacían verse más enferma. La maestra tocó su frente y la sacó de inmediato al sentir como ardía.

—Ve a la enfermería, ¿alguien puede llevarla a...?

—Está bien, puedo ir yo...

—Pero...

—Estoy bien, es... solo un resfrío —musitó la chica levantándose con todas las fuerzas que reunió, yendo a la salida.

—Tamako-san, lleva tu bolso, ve que te den un pase para ir a casa, si tus padres pueden venir a buscarte —Kota casi se rió para sus adentros, nadie vendría —Ten.

Kota asintió sin fuerzas para sonreírle habitualmente y tomó su bolso colgándolo de un hombro y caminando hasta la puerta con las piernas como gallina. Hasta Suzume tuvo que admitir que la chica asustaba del pésimo estado que demostraba.

Kota caminó por los pasillos, sin notar como el equipo de hockey la veía pasar. Llegó con esfuerzo hasta la enfermería y la mujer no dudó ni un segundo en darle un pase al verla. ¿Tan mal se veía? Sí, incluso la respuesta ofendía, Kota parecía estar muriendo en ese momento.

La chica con su pase libre salió de la escuela y caminó hasta su departamento, con una estúpida risa se recordó de sus palabras a Megumi "No me enfermo con facilidad", su boca la castigaba. La verdad es que deseaba morir en ese entonces, tenía la vista borrosa y la cabeza le palpitaba y el estúpido frío que la hacía temblar sin poder encontrar calor a pesar de que ese día fue más abrigada de lo normal, incluso con la sudadera de Suna, que todavía no devolvía, y la bufanda.

Subió las escalares arrastrando los pies y entró a su departamento sin encontrar a su fastidioso padre, se encerró en su cuarto y se dejó caer sobre el colchón sin poder mantenerse más tiempo de pie, se cambió el uniforme con dificultad y con su pijama (una camiseta de manga larga blanca y unos pantalones de chándal a cuadros, bien sueltos) se acostó bajó un montón de ropa buscando calentarse.

Smile For Me [Suna Rintaro]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora