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¡Que empiece el juego!


—Mierda— pronunció Marco aparentemente asustado.

—¿Qué hacemos ahora?— inquirió Kira.

—¿Quién rayos es Sack?

—Naomi, ahora no es momento de preguntas— me gritó Stephany desde afuera.

—Steph, entra y cierra las puertas— ordenó Apollo —tenemos que pensar en algo.

—¿Vino con sus hombres?— preguntó el pelinaranja.

—Tan solo me asomé a la puerta y lo vi, no puedo decir si vino sólo o acompañado. Lo siento— Stephany temblaba y por su frente corrieron varias gotas de sudor.

—No me dejará en paz si no acabo con él— gruñó Apollo dándose una palmada en su muslo.

—Calma— Kira le tomó de los hombros —él es peligroso.

—Me vale una mierda— soltó —Voy ahora mismo allí afuera y le pateo el trasero.

Mis ojos alternaban la vista entre todos los presentes sin entender nada de lo que estaban hablando. Sólo sabía una cosa: estaba en peligro.

—Creo que la mejor opción es esconderse, ¿no?— opiné.

—¿Eres tonta?— Apollo agitó los brazos con exageración y frunció las cejas —Así no funcionan las cosas aquí. Si no matas, te matan. Y si no acabo con él estaré muerto. ¿Lo pillas?

Asentí temerosa y sentí un cosquilleo en mi estómago y mis manos comenzaron a sudar.

Tenía un mal presentimiento.

Las puertas sonaron al ser golpeadas con fuerza desde afuera y mis órganos internos se removieron.

—Ya está aquí— advirtió Marco.

—Oh no— me quejé —ya está aquí.

La puerta volvió a sonar, como si la estuvieran golpeando con un tronco.

Marco sacó un pequeño cuchillo de su cinturón y Kira puso su mano dentro del bolsillo de sus shorts de mezclilla.

—¡No!— Apollo exclamó —Dejenme esto a mi.

—No— respondió Marco —imposible. Sack nunca está solo.

—Solo escondanse.

—No lo haremos— negó Kira.

—Yo creo que es muy buena idea— susurré.

—Tú escondete— Apollo me ordenó.

Busqué una salida y descubrí que al fondo del lugar había otra puerta. No lo pensé dos veces y corrí con las pocas fuerzas que tenía; debía ganar tiempo antes de que ese tal Sack entrara y estuviera en un verdadero peligro.

A cada paso que daba sentía que la puerta se alejaba más y más, como si corriera en vano. Y como si fuera poco Sack ya estaba a punto de romper el cerrojo de la puerta principal y abrirla por completo.

A tan solo centímetros de la puerta estiré mi mano y con la punta de los dedos toqué la perilla, la agarré, la giré y se abrió la puerta al mismo tiempo que alguien entraba en el gimnasio. Atravesé la puerta y la cerré. Me encontré en una especie de armario con escobas y frazadas dentro. Estaba oscuro pero tenía una pequeña ventana que dejaba entrar algunos rayitos de sol.

—Cuanto tiempo, compañero— desde afuera se escuchó una voz.

Reuní un poco de valor y abrí un poco la puerta para poder escuchar y observar mejor.

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