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-Tu pelo es natural o teñido?-le preguntó Robbert a Andrea, quien, divertida, dibujó una orgullosa sonrisa en su rostro.
-Es natural pero teñido.-"aclaró" Andrea, bajo la atenta mirada de Robbert, que no se esperaba una respuesta así.
-Cómo que 'natural pero teñido?-insistió.- A ver, aclárate.
-Es una larga historia.-dijo Andrea, tratando de escabullirse del tema.
-Tengo tiempo.-respondió Robbert, esbozando una sonrisa pícara.
-Vale.
Andrea hizo una mueca de desagrado. Se notaba que había contado esa historia millones de veces. Y, aunque no le gustaba nada contarla, sus amigos conocían a la perfección cada uno de los detalles de lo sucedido.
-A ver.-comenzó.-Cuando yo tenía unos... 12-13 años, mi madre tenía un novio que se llamaba Fran. A mi me caía como una patada en el culo, era un engreído y un chulo de mierda.-dijo con una mirada de odio.-Pero le aguantaba por mi madre. Delante de mi madre me trataba genial, pero cuando no estaba... Bueno, era un gilipollas que hacía cosas que no debía.-siguió incómoda.- Y un día, sólo por joder, dijo que no le gustaba mi pelo natural, que era pelirrojo pero a lo zanahoria. Y me dijo que o me lo teñía moreno o le decía a mi madre que me había pillado drogándome a escondidas, y mil mierdas más que se podía inventar y que mi madre, como una tonta, se lo creía. El caso es que acabé tiñiendomelo de marrón por dos largos meses, hasta que me vine a vivir a Madrid con mi padre y me lo volví a teñir de tojo, pero esta vez de rojo fuego.
Al acabar la historia, Robbert tenía la boca formando una perfecta 'O', mientras que Andrea sonreía, una vez más, con su sonrisa orgullosa.
-Menudo hijo de puta.-dijo Robbert, que se había quedado un par de minutos mudo, por la impresión.-en serio, a mi me dicen eso y no tardo dos minutos en hacer que trage tierra.
Durante las últimas horas, Robbert y los demás habían estado hablando de diversos temas, y habían descubierto que tenían muchas cosas en común. Robbert vivía por la misma zona que Carlos, Andrea y Abby y iba a el instituto que tenían al lado del suyo. También habían descubierto, para su sorpresa, que 'los chicos de la mesa de enfrente'-quienes les gritaban algún que otro insulto- no eran sus amigos. Robbert era el primo de uno de ellos y le habían invitado a ir un día para conocer a más gente. Al principio, Robbert se había negado en absoluto. Pero, tras las insistencias de su primo, finalmente había cedido. Su primo-a quien llamaban 'Navarro'- creía que encajaría a la perfección en su grupo. Pero no, definitivamente no había encajado en absoluto.
-Chicos, se va a hacer tarde. Vayámonos ya.-sugirió David, cogiendo a Valeria de la mano.
-Te vuelves con nosotros, Robbert?-preguntó Becca con una sonrisa, a la que Robbert respondió con otra.
-Sí, tengo que coger el metro, si no os importa me iré con vosotros.
-No hay problema.-respondió Mike.
Los siete amigos comenzaron su viaje de vuelta hasta el metro, iban a coger el de la Puerta del Sol, así que tendrían que caminar un rato.

Llegados a Sol, se intercambiaron los números y acordaron quedar otro día, los siete amigos coincidían en que era un buen chaval y a ninguno les importaba que se incorporara en el grupo.
Abby y Robbert tenían que coger la misma línea, por lo que fueron juntos. Cuando Abby se disponía a sacar el dinero para pagar el billete, se dio cuenta de que la faltaba algo.
Ese algo era la cartera. Se la habían robado.
-Mierda!-exclamó Abby llevándose las manos a la cabeza. Ahora tendría que llamar a su madre para que la recogiera.
-Qué te pasa?-le preguntó Robbert, un tanto preocupado.
-Me han robado la cartera.-respondió Abby con una mirada de rabia.- Menos mal que sólo llevaba quince euros.
-No te preocupes-dijo Robbert esbozando una sonrisa.-yo te lo pago.
-Qué? No, no no...-
-Sí. Ya me lo devolverás algún día, de acuerdo?-sugirió Robbert posando su brazo en el hombro de Abby.
-Está bien.-respondió Abby quien, por primera vez en mucho tiempo, había esbozado una sonrisa sincera.
Tal y como habían acordado, Robbert pagó las entradas y pasaron por los torniquetes. Acto seguido fueron a la terminal donde su metro se encontraba parado. No había apenas gente, por lo que cogieron dos asientos, uno en frente del otro.
A Abby le gustaba mirar por la ventana y aislarse de todo y de todos cuando viajaba. Cuando llevaban 10 minutos sentados, Abby se dio cuenta de que Robbert la miraba embobado.
-Por qué me miras así?-preguntó Abby un poco avergonzada.
-Porque eres muy guapa.-respondió Robbert, enconiendose de hombros.
Abby sonrió tímidamente y acto seguido se sonrojó.
-Gracias.-soltó Abby, quien aún comservaba el rubor de sus mejillas.
Estuvieron hablando el resto del vieje sobre diversos temas. Abby descubrió que ese chico opinaba igual que ella en muchos aspectos. Definitivamente, Robbert y Abby habían congeniado.
Al llegar, Robbert y Abby se dirigieron hacia sus casas , que se encontraban en la misma zona.
-Puedo preguntarte algo?-soltó Robbert inesperadamente.
-El qué?-contestó Abby con curiosidad.
-Por qué no sonríes de verdad? Por qué antes con los demás fingías tus sonrisas?-aclaró Robbert.
La había pillado. No sabía cómo. Pero la había pillado.
-Yo no fin..
-Sí que lo hacías-le cortó.- Sé distinguir cuando alguien miente con eso. Y tu mentías, estoy seguro.
-Es que no ha sido un buen día, que digamos.-murmuró Abby tratando de escaparse del tema.
-No hace falta que me mientas.-respondió Robbert.-Si no me lo quieres contar, lo entiendo. Pero te diré una cosa:-prosiguió.- Nunca muestres una falsa sonrisa. Si tienes algún problema, dilo. Pero muestres una sonrisa falsa. Tu sonrisa real es más bonita.
Abby se había quedado atónita frente a aquellas palabras, no sabía qué responder.
Entre lo poco que sabía acerca de Robbert, se encontraba el hecho de que siempre decía lo que pensaba, estuviera con quien estuviera. Pero, ese sentimiento de seguridad que transmitía Robbert al hablar hacía que Abby confiara en él, la transmitía confianza, y eso la gustaba.
-Adiós, esta es mi calle.-dijo Abby mientras le propinaba a Robbert dos besos en las mejillas.
-Te acompaño si quieres, no vaya a ser que te pase algo.-sugirió Robbert divertido.
-No, gracias.-respondió Abby con un tono de suficiencia.-Sé cuidar de mí misma.
-No era una pregunta, era una afirmación.
-Veo que no te irás hasta conseguir lo que quieres.-murmuró Abby con una sonrisa pícara.
-Lo que quiero conseguir es saber donde vives.-declaró Robbert, a modo de confesión.
-Y para qué?- le preguntó Abby con curiosidad.
-Para saber dónde tengo que ir a recogerte mañana cuando quedemos para ir con los demás.-respondió Robbert
Abby esbozó una sonrisa tonta, que hizo que Robbert se riera.
-Esa es verdadera.-dijo Robbert sin dejar de sonreír.-esa sonrisa sí que es verdadera.
Abby no pudo evitar sonrojarse y se tapó la cara para que Robbert no pudiera verla.
-A partir de ahora cada vez que sonrías, quiero ver esa sonrisa.
Sin decir nada más, se dieron dos besos y, intercambiando otra sonrisa, se dirigieron cada uno a su casa.

31 días para enamorarte.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora