IX

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Era una fresca y soleada mañana de marzo y los siete amigos paseaban por las calles de Madrid.
De camino a El Retiro, habían encontrado una bocatería y habían cogido unos bocadillos para llevar.
A la cabeza iban Rebecca y Abby, acompañadas por Carlos. Detrás iban David, Valeria Andrea y Mike.
-Y qué, has hablado con la chica de ayer, Sr. Casanova?-preguntó Andrea divertida.
-No, no he vuelto a saber más de ella.-murmuró Mike serio.-Ni quiero
-Espera un momento...Eso quiere decir que no vas a tirar más fichas?-insistió Andrea, bajo las atentas miradas de David y Valeria, que no salían de su asombro.
-Exacto. Eso se acabó.-declaró Mike.- He sido un auténtico gilipollas. No volveré a tontear por diversión.-indicó Mike decidido.
-Quién eres tú y qué has hecho con Mike!-exclamó Andrea, quien no salía de su asombro.
Mike enarcó una ceja y sonrió al darse cuenta de que era una broma. A continuación, rió exageradamente al observar las caras que sus amigos reflejaban.
David se sentía orgulloso de que su amigo hubiera llegado a esa conclusión por sí mismo, sin la ayuda de nadie. Mientras tanto, Valeria estaba un tanto sorprendida. Pero no tanto como Andrea que estaba alucinando, su cara era un cuadro.
-Me alegro de que hayas llegado a esa conclusión, Mike.-dijo David, dándole a éste un golpe en la espalda, de modo cariñoso.
-Gracias, colega.
Rebecca, Abby y Carlos, que habían estado ajenos a la conversación, hablaban sobre dónde irían una vez llegados a su destino.
-Dónde nos comemos los bocatas?-le preguntó Becca al resto del grupo.
-En El Retiro, no?-respondió Andrea un tanto confusa.
-Ya, ya sé que en El Retiro, pero en qué parte?-insistió Becca divertida.
-Creo que hay un merendero, podríamos ir ahí.-saltó Carlos.
-Me parece bien.-respondió Becca.
Zanjado el asunto, los chicos conversaron sobre diferentes temas hasta llegar al lugar acordado.
Carlos y Rebecca solían ir muy amenudo, por lo que no necesitaron buscar ningún cartel que les indicara hacia dónde tenían que ir. Llegaron al merendero sin ninguna complicación, y se sentaron en una mesa cuadrada con dos bancos de madera que estaba debajo de una sombrilla de madera.
Mientras comían, Abby estaba adentrada en su mundo-como siempre-cuando, de repente, vio algo-o mejor dicho, a alguien- que hizo que se le cayera el bocadillo al suelo.
En la mesa de en frente, se encontraban los chicos con los que había tenido el desafortunado-para ellos- accidente en la plaza mayor aquella misma mañana.
No tardaron ni cinco segundos en percatarse de su presencia y avisar al resto. "No estoy sola. No pueden hacerme nada" pensaba Abby en sus adentros. Pero, al parecer, el hecho de que estuviera acompañada, no resultaba ningún impedimento para sus 'queridos amigos', puesto que dos de los chicos se levantaron y se dirigieron hacia su mesa.
Uno de los chicos era el que había recibido la bofetada, que aún seguía tatuada en su mejilla izquierda.
Mientras se acercaban, Abby se fijó en ellos. El que había recibido la bofetada era de su estatura, a lo mejor un poco más alto que ella, castaño con unos ojos oscuros. Debía reconocer que era bastante guapo, pero lo que ganaba por guapo lo perdía por gilipollas. El chico que se acercaba con él era casi de su misma estatura, quizás más bajo, pero la diferencia no era muy notable dada la distancia. Era moreno con ojos color miel y no había mucha belleza que destacar en él.
Poco a poco se iban acercando. Valeria y Rebecca se habían percatado también de que se acercaban y les señalaban con disimulo. Los chicos se fueron aproximando hasta que, finalmente, llegaron a la mesa y se colocaron al lado de Abby, bajo las atentas miradas de sus amigos y de todos y cada uno de los chicos que se encontraban en la mesa de enfrente.
-Hola morena. Te acuerdas de mí?-dijo el 'chico de la bofetada' con una sonrisa pícara.
-Déjame en paz.- soltó Abby con un hilo de voz.
-Abby, algún problema?-le preguntó Andrea a la vez que se levantaba de el banco.
-Sí, sí que hay un problema.-respondió el abofeteado mientras levantaba a Abby de su asiento.- aquí tu amiga tiene muy malos modales y no sabe ser amable. Ves esto?-dijo señalando su 'tatuaje' en la mejilla.- pues es gracias a ella. Y no pienso irme sin lo que es mío. Una disculpa y...
-Perdón.-le cortó Abby con la cara muy pálida.-Perdón.-repitió.- Ahora vete, en serio.
La mirada de Abby reflejaba miedo, angustia, dolor... Y mucha preocupación. Lo último que quería era que sus amigos acabasen mal por su culpa.
-No me has dejado terminar.-insistió el abofeteado.- decía que no pensaba irme sin mi disculpa y un beso tuyo, esos labios tienen pinta de besar genial, morenita.-añadió el chico guiñándola un ojo.
Abby casi se caía. No podía hacerlo, no quería hacerlo. Pero, aunque no podía soportar que aquel gilipollas se fuera a salir con la suya, tenía que hacerlo. Todo eso era por su culpa, como todos los problemas que surgían a su alrededor.
-Ella no te lo dará si no quiere.-se escuchó de repente la voz de Andrea enfadada, quien, por arte de magia, se había situado entre Abby y el abofeteado.-Vuelve a tu mesa con tus amiguitos, y si Abby decide que te quiere dar un morreo, yo misma te llamaré e iré a buscarte para que os deis todos los besitos que queráis.
Andrea estaba muy enfadada, se le notaba en la cara, pero el chico no tenía ni un rastro de miedo en los ojos.
-Vamos a ver pelirroja, tu amiga me debe un beso. Aquí y ahora, quieres que llame a mis amigos para que no te sientas sola? O aún mejor, queréis que llame a mis amigos para que ninguna os sintáis sola?-dijo sonriendo maliciosamente mientras que señalaba con la mirada a Valeria y a Rebecca.
-Mira chaval, te lo he dicho por las buenas, no quieras oírlo por las malas.-Andrea le soltó u empujón en los hombros.- el tatuaje que te ha hecho mi amiga no tiene nada que ver con las ostias que meto yo.-continuó seria.-así que como no muevas tu jodido y seboso culo hasta esa mesa de allí te aseguro que no podrás usar tus labios en un mes, así que piénsate dónde te metes.-Andrea había elevado tanto la voz de modo que todos los chicos de la mesa habían oído la amenaza y se dirigían a la mesa de enfrente para ayudar a sus compañeros.
-Chaval, no queremos problemas.-soltó David en tono calmado.-Vuelve a tu mesa y todo olvidado, vale?
-Tú cállate, gilipollas!-gritó el chaval furioso.
En ese momento, David, Mike y Carlos se levantaron y se colocaron al lado de Abby.
Había, en total, diecinueve personas reunidas alrederor de esa mesa. Los chicos de la mesa de en frente habían formado una fila al lado de su amigo, por lo que todos podían verse las caras mutuamente.
-Joder, Matt!-gritó un chico saliendo de entre la multitud.- Qué cojones te pasa, tío?-sonaba bastante enfadado.- deja a la piva en paz. Estáis haciendo el gilipollas, si no le da la gana besarte de primeras, déjala de una puta vez.
Se acordó de él, era el que antes se había llevado al abofeteado-también llamado Matt- cuando Abby le había tatuado su mano en la mejilla.
Ahora que lo veía más de cerca, podía distinguir que era un chico realmente guapo, guapísimo. Su pelo era moreno clarito, con unos ojos marrones, azules y verdes, los ojos más bonitos que había visto en su vida.
-Tú no te metas, Robbert.-respondió el supuesto Matt seco.
-Haz caso a tu amigo y piérdete, dejadnos ya en paz.-sugirió Mike con una mirada de asco hacia Matt.- Aquí sobrais.
-Relaja esos humos, a Matt no le hables así, imbécil.- otro chico-alto, rubio y con ojos verdes- salió de detrás de Matt, pero éste tenía ganas de pelea, se le veía en los ojos. Era un mozarrón enorme con unos músculos que serían capaz de arrasar un pueblo entero. No tenían nada que hacer contra ese-o más bien eso-, y Abby lo sabía.
-P-por favor, marchaos, yo n-n-no quería esto...-insistió Abby, elevando su tono de voz.
-Morenita, tú decides.-dijo Matt- o me das un morreo bastante considerable, o tus amigos acaban con la cara estampada en el suelo.
-El que vas a acabar con la cara en el suelo vas a ser tú si vuelves a decirles algo.-saltó el supuesto Robbert poniéndose delante de Abby y encarando a Matt.-Te lo advierto, Matt, no te conozco mucho pero sí lo suficiente como para saber que con dos puñetazos bien dados te tiro al suelo.
Hubo un momento de tensión, en el que nadie dijo nada. Hasta que, furioso, Matt se dirigió a uno de los chicos que estaba destrás suya.
-Navarro, tu primo se va a su casa. Con nosotros no vuelve.-dijo señalando a Robbert.
A Robbert no parecía haberle afectado mucho el hecho de que le acabaran de hechar, al contrario, parecía haberle aliviado.
-Y en cuanto a vosotros,-prosiguió Matt-esto no ha acabado aquí, ya veréis, la próxima vez no será un encuentro pacífico.
Matt y los suyos se volvieron a su mesa y Robbert, sin vergüenza alguna, cogió una de las mochilas que estaban en su mesa y se fue en dirección contraria.
-Espera!-grito Abby corriendo detrás de Robbert.
Robbert se giró sin saber qué era lo que ocurría.
-Quédate con nosotros, si quieres.-sugirió Abby con un hilo de voz.
Robbert sonrió con una sonrisa amable.
-Estáis seguros de que queréis que me quede?-insistió Robbert.
-Sí, quédate.-intervino Andrea.-Pocas personas tienen huevos a hacer lo que que has hecho tú, te mereces nuestro respeto.
Robbert se sonrojó ante el 'cumplido' de Andrea.
-Gracias.-respondió Robbert acompañando a Andrea y Abby hacia donde se encontraba el resto.
Robbert se sentó en la mesa y, como si nada hubiera pasado, se puso a conversar con el resto.
Desde aquel día, Robbert formaría parte de un grupo de amigos que, al igual que él, tenían muchas cosas que esconder.

31 días para enamorarte.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora