FIN

851 58 8
                                        

Capítulo 10

—Estoy enamorado de ti, Anahí —le dijo él con toda sinceridad.

—¿Y tú sabes lo que es el amor?

—Claro que lo sé. Me he pasado años experimentando lo que no es. Siento mucho todo este malentendido que me ha hecho quedar tan mal a tus ojos. Te aseguro que yo no me he dejado sobornar. En ningún momento he querido tener nada que ver con esas estúpidas recaudaciones de dinero, ni con las apuestas que se traían entre manos —se aproximó a ella—. Siento de verdad que nos hayamos visto atrapados en mitad de esta estúpida lucha, pero, te aseguro que nada de lo sucedido tiene que ver con nosotros. Te amo y lo que realmente querría seria poder compartir mi vida contigo.

Anahí se acercó a él.

—¿Tú crees que Caperucita y el lobo feroz tienen realmente alguna posibilidad de compartir su futuro? ¿Recuerdas cómo acaba la historia?

Alfonso asintió.

—Sí. Pero esperaba que nosotros mismos pudiéramos escribir el final esta vez. Ya sabes, todo eso de «felices para siempre», el «sí, quiero», etc...

—¿Y un montón de niños y llevar el restaurante entre los dos? —le preguntó ella esperanzada.

Él sonrió y dio un paso más hacia ella.

—Eso es exactamente lo que tenía en mente.

—¿Y habrá mucho y apasionado sexo entre nosotros? —preguntó ella—. Eso es algo muy importante, o al menos ha empezado a serlo desde que lo conozco.

Alfonso rio lleno de esperanza de que Anahí lo perdonara y empezara a tener fe en él.

—Contigo, Anahí, esa parte me parece realmente excitante.

—No toleraré una agenda secreta, ni llamadas de otras mujeres, ni dobles citas —Anahí sentó las bases.

Él se acercó lo suficiente para tomarla en sus brazos, pero se contuvo. Quería actuar con toda la precaución necesaria.

—No quiero a nadie más que a ti —le murmuró—. No he necesitado ni deseado a nadie desde que te vi en El palacio de Anahí por primera vez. Porque te amo de verdad.

Ella lo miró sin responder durante más tiempo del que él podía soportar. Estaba, sin duda, calibrando hasta qué punto podía creer en aquellas promesas de amor, compromiso y fidelidad. Nunca antes había sentido con tanta desesperación la necesidad de que lo creyeran.

De pronto, ella se lanzó a sus brazos y lo besó apasionadamente, con la misma intensidad con que él habría deseado hacerlo.

—Será mejor que lo digas de verdad y que esta vez no me engañes.

—No te engaño. Quiero que te cases conmigo, Anahí. Podemos ir, mañana mismo a arreglar todos los papeles y casarnos inmediatamente después del Día de Acción de Gracias.

Ella se apartó de él.

—¿Inmediatamente después? Pero hay mucha gente a la que invitar.

—Ya está todo el mundo invitado —le aseguró él.

—Yo no tengo nada que ponerme.

Él sonrió pícaramente.

—Siempre me has gustado más sin nada encima... solo yo.

Ella le dio un ligero empujón y se ruborizó.

—Lo digo en serio.

—Yo también.

Una trampa para ellaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora