—¿Vera?- la supuesta "Cristina" me miraba desconcertada al tenerme de esa forma tan desastrosa frente a su puerta, tenía la respiración agitada y no recordaba como había llegado hasta aquí, por mi aspecto pude intuir que después de lo que había pasado en el bosque y cuando mi cuerpo finalmente respondió salí corriendo hacia acá, pero... aún me preguntaba que había pasado con aquel gato, tenía que haber sido... una alucinación, claro tuvo que ser eso.
—¿Estas bien?, ¿Fuiste perseguida?- pregunto otra de las señoras que me ayudaban a entrar a casa asomándose a la calle para intentar atrapar a mi atacante, aunque, afortunadamente o no, no había nadie detrás de mi.
—N-no lo creo...- susurre recostandome en el sofá ya un poco más tranquila —quise decir, no lo recuerdo yo... ni siquiera se como llegue hasta aquí— hice mi mayor esfuerzo para intentar recordar algo, pero era inútil.
—Tal vez te exaltaste de nuevo Vera recuerda que debes tener más cuidado con tu enfermedad- Cristina acariciaba mi cabello de forma cariñosa mientras me miraba con cierta calidez.
Odiaba esa palabra "Enfermedad"... la odiaba más que nada en este mundo, me hacia recordar lo miserable que era.
—Tienes razón pero esta vez la alucinación fue...- no pude terminar lo que queria contarle ya que nuevamente tocaron el timbre de la entrada.
—Tranquila ya estas mejor, toma algo y ponte cómoda si- me sonrio antes de ir con las chicas a recibir a los demás invitados que llegaban, y así fue como poco a poco se fue llenando aquella humilde sala.
No éramos muchas, las suficientes para crear un ambiente ameno hablando de diversos temas, trabajo, familia, noticias, clima, comida, supongo que es algo normal entre gente mayor, señoras casadas con hijos mayores y esposos que fingen trabajar.
Despues de esas largas tres horas supongo que puedo decir que fue entretenido, además el pastel había sido delicioso...
Cuando finalmente logre salir de ahí, sentí el suave, fresco y tranquilizante viento de la noche en mi rostro, aquel rico aroma de la humedad, y el viento que normalmente te provocaba un leve escalofrío que recorría de forma juguetona tu espina dorsal, mire el cielo con una sonrisa en mis labios y ajuste mi chaqueta emprendiendo camino a casa.
Los ruidos de mis zapatos que retumban a cada paso y un ocasional canto de uno que otro grillo sonaban en armonía y debido a la hora era lo único que se escuchaba mientras pasaba por la misma calle donde había tenido la alucinación con el gato, así que por esa misma razón me encontraba caminando con la mirada completamente en el suelo, definitivamente no quería encontrarme con nada más ahora, solo quería darme prisa y volver a casa a esconderme como siempre, por que si de algo estaba segura era que definitivamente jamás saldría de esta de nuevo.
Solté un suspiro tranquila y alegre de ya estar apunto de terminar aquel tenebroso recorrido cuando de pronto el poco ruido cesó y de fondo un jadeo claramente de dolor retumbó en mis oídos y en mi mente, detuve mis pasos por completo, para escuchar con más atención ya que me asustaba que esto fuera de nuevo una alucinación de las mías.
Pasaron unos cuantos segundos donde un silencio ensordecedor se apoderó del ambiente y esta vez un jadeo más fue lo unico que se escuchó dentro de la penumbra del bosque, y todo volvio a ser un silencio absoluto... el viento soplo con fuerza llevando con el un pequeño montón de hojas formando una columna en espiral llamando mi atención, las hojas calleron detrás de mi y dispersandose en el suelo como si, intentarán decirme algo, tome una bocanada de aire armandome de valor a pesar de que mi mente insistía en que saliera de ahí, sin siquiera mirar hacia atrás, una y otra vez, pero no podía hacerlo, ¿y si era alguien que estuviera en peligro?...
Gire mi cabeza con lentitud y ahí estaba, la silueta de un hombre mayor un poco robusto recargado en el tronco de un árbol justo al borde del bosque. Entre cerre los ojos e incluso detuve mi respiración para poder ver más a detalle su cuerpo y a pesar de que la oscuridad hacia borrosa mi visión, me di cuenta de que el hombre aún respiraba, aunque, su respiración no era normal, esta era definitivamente demasiado lenta.
Me acerqué con sumo cuidado y cuando menos me di cuenta ya me encontraba a unos cuantos centímetros de el, el aroma en el ambiente era extraño, pero supuse que era uno de los tantos encantos del bosque.
—Disculpe señor... ¿se encuentra bien?...- tal vez esto era una muy mala idea, pero me preocupaba el estado de aquel hombre.
Al no escuchar respuesta de su parte y ver que ni siquiera se movía para pedirme ayuda, me preocupé aún más, me puse en cuclillas para verlo mejor y...
En efecto el hombre aún respiraba podía verlo por el subir y bajar de su pecho y su boca entre abierta, por lo menos estaba más tranquila al saber que seguía vivo, su cara era inusitadamente gris, me acerqué un poco más a verlo... -Dios...- fue lo único que pude decir al ver que su rostro estaba lleno de cicatrices y moretones, su aspecto era infame, tenía los ojos hinchados, rojizos e incluso casi desorbitados, su cuello tenía costras y rastros de sangre seca que a simple vista parecían ser producto de cortaduras finas, poco profundas, su ropa estaba completamente rota, mi mirada siguió recorriendole y el simple hecho de mirar el resto de su cuerpo me hizo pegar un fuerte grito y caer hacia atrás, las pequeñas hojas caídas de los árboles a mi alrededor se levantaron, y al instante sentí el ardor en las palmas de mis manos, mi mandíbula comenzó a temblar en descontrol, junto con todo mi cuerpo.
Mire aterrorizada como el cuerpo estaba repleto de rosas preciosas que resplandecían con la poca luz de la luna, se encontraban en perfectas condiciones y estaban cuidadosamente incrustadas una tras otra en su cuerpo pareciendo como si, se estuvieran nutriendo de su sangre la cual aún escurría sin parar por los incontables pequeños agujeros en su piel, el ni siquiera me miraba, su mirada vacía y apagada le haría creer a cualquiera que estaba muerto, pero a mi no, aún tenía esperanza... ¿o tal vez que estaba a punto de morir?, si... el estaba... ¡agonizando!.
La adrenalina recorrio mi cuerpo en cuestión de segundos y me hizo levantar entre tropezones, como pude salí corriendo a la estación de policía más cercana, y esa, era la única cosa que me confirmaba que esto no era una alucinación, el viento en mi rostro, el picor en mis ojos que anunciaban la llegada de mis lágrimas, junto con el terror, mis jadeos entre cada paso, e incluso el sentir mi propia respiración agitada y el fuerte latir de mi corazón, me decían a gritos que todo esto era real y eso era lo que más me asustaba. Yo en verdad había visto a ese hombre estar agonizando en silencio, ¡Frente a mi!, y si no le ayudaba muy seguramente también vería su muerte... por mi culpa.