Cap 1. "Las parejas perfectas se están rompiendo"

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Dadas las circunstancias, era irónico que Luz Wittebane supiera de Amity Blight poco más que su nombre. Pero debía de ser muy rica; lo pensó nada más ver el hermoso vestíbulo, que revelaba claramente que la familia Blight había sido bien tratada por la fortuna.

Al fondo, el opulento recibidor desembocaba en una elegante sala de estar dominada por el morado pálido y el oro claro. Del techo colgaba una enorme araña de cristal. Detrás de ella, una escalera ascendía vertiginosamente al segundo piso. Y enfrente, se hallaba una puerta doble, una mesa cuyas patas retorcidas tocaban el parque tan sutilmente como las zapatillas de una bailarina y una lámpara de color bronce reflejada en un espejo de marco dorado. Junto a ella, se levantaba un inmenso jarrón del que emanaba una penetrante fragancia de eucalipto seco.

El intenso olor comenzaba a marearla.

Fijó sus ojos a las profusamente esculpidas puertas de roble del recibidor. Las manijas no se parecían a ningunas que ella hubiera visto nunca, y se curvaban y enroscaban como los mangos de una refinada cubertería. Luz se preguntó cuánto costarían unas manijas como aquellas, por no hablar de la silla en la que se encontraba sentada. Era de un exuberante terciopelo marrón, sin brazos, refinada... la clase de absurda extravagancia que sólo se podían permitir los millonarios.

Sí, el recibidor entero era una muestra de arte y de opulencia. Todo en consonancia... excepto Luz Wittebane.

La chica era atractiva; su piel morena y su cabello castaño le otorgaba una apariencia fresca y vital. Sus facciones estaban cinceladas en un rostro que guardaba una llamativa simetría, la cual había heredado principalmente de su madre: la nariz recta, de pequeñas fosas; labios generosos y perfectamente delineados y ojos castaños claros bajo unas cejas arqueadas de atractivo contorno.

Era su ropa la que desentonaba. Vestía unos pantalones muy usados de color rojo y una camisa que revelaba que su mejor época ya había pasado. Eran de confesión casera y tela barata. Su abrigo estaba raído, y deshilachado en el dobladillo y los puños. Sus zapatos marrones eran de material sintético, y tenían los tacones desgastados y las punteras curvadas.

A pesar de ello, su pulcritud, su esbeltez y su cutis perfecto salvaban a Luz de otorgar una mala impresión. Eso, y la actitud orgullosa con la que se conducía y que lograba transmitir pese a ser una omega.

Incluso ahora, después de su terrible desliz, se aferraba con determinación a la silla en la que se sentaba. Luz se daba cuenta de que había sido sentada allí como si se tratara de una niña traviesa a punto de ser reconvenida, lo que, por otra parte, no estaba muy lejos de la realidad.

Con un resignado, dejó caer su cabeza contra la pared. Se preguntó si gente como los Blight pondrían objeción a que una omega como ella apoyara su cabeza en su elegante empapelado. Sus ojos se entornaron, cerrándose al lujo que la rodeaba, incapaz de acallar las airadas voces que salían del estudio: la de su padre, áspera y acusadora, y la réplica colérica y contenida de la señora Blight.

"¿Por qué estoy aquí?", se preguntó.

Pero conocía la respuesta; el cuello todavía le dolía de la presión de los dedos de su padre. Y, por supuesto, no podía contar con su madre, que también estaba allí, con los desdichados Blight, que –ricos o no- no habían hecho nada para merecer tener que aguantar a un loco como su padre. Nunca había sido la intención de Luz dejar que esto sucediera. Todavía recordaba las expresiones conmocionadas de los señores Blight cuando su padre irrumpió en su tranquila tarde rural con sus acusaciones. En un principio, intentaron llevar el asunto con cortesía, sugiriendo que todos se sentaran en el estudio y hablaran sobre ello. Pero enseguida comprendieron a lo que se enfrentaban cuando Belos Wittebane señaló la silla y gritó a su hija:

LLÉVATE LAS MANOS A LA CARA Y LLORA DE VERGÜENZA -LUMITY ADAPTACIÓN-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora