Luz fue despertada por el sonido de las cortinas que se abrían. Se levantó de golpe, como si una banda de ciento veinte músicos estuviera tocando una marcha junto a su cama. Amity estaba en medio de un torrente de sol, sonriendo.
-¿Siempre te despiertas así?
Luz pestañeó. Después, cayo hacia atrás como una vieja muñeca de trapo y se cubrió los ojos con un antebrazo.
-Tenías puesto el camisón...
Amity rió otra vez, libremente y sin esfuerzo, y se volvió para echar un vistazo a la ciudad, que se despertaba envuelta en rosa y dorado.
-¿Eso significa "buenos días"?
-Eso significa que pasé toda la noche preocupándome como una tonta por si no te habías puesto el camisón.
-La siguiente vez, pregunta.
De repente, Luz salió de la cama y corrió hacia la puerta del baño, que cerró de un portazo detrás de ella.
-¡No escuches! -ordenó.
La Alfa apoyó un codo contra el marco de la ventana y se rió entre dientes, pensando en los inesperados encantos de la vida matrimonial.
Al minuto, la omega salió con mirada tímida y fue inmediatamente por su bata.
-Siento si he sido un poco abrupta, pero nuestra nueva situación ha introducido algunos cambios repentinos y éste es uno de ellos. Aún no estoy acostumbrada.
-¿Esta confidencia quiere decir que no te vas a enfadar conmigo nunca más?
-¿Estaba enfadada contigo? No lo recuerdo -aseguró Luz con aire inocente mientras se ataba el lazo de la bata.
-Sí -dijo Amity, apartándose de la ventana-. Te hice una sugerencia anoche y tú te enojaste.
-Olvídalo. Seamos amigas. No me gusta pelear, ni siquiera contigo –Avergonzada, tomó un mechón de su cabello y comenzó a peinarlo con los dedos-. Escucha, no estoy en mi mejor momento por la mañana.
-¿Quién sí?
Amity se volvió, rascándose el mentón. Se dirigió hacia su maleta y rebuscó dentro de ella mientras silbaba suavemente. Por las mañanas, Luz estaba acostumbrada a ver a Camila arrastrando los pies por la casa con aire de martirio y cansancio, como si el día fuera a terminar en lugar de empezar. Y Belos, entre eructos, bebía café y soltaba groserías hacia ella y a su madre.
Pero esto era algo nuevo: una Alfa como Amity que silbaba antes del desayuno.
Amity se detuvo en su camino al cuarto de baño sosteniendo una bolsa de piel con artículos de aseo.
-¿Qué dices si nos vestimos y salimos a desayunar? Después, vamos a mi casa y recogemos los regalos.
-Estoy muerta de hambre. No terminé mi cena anoche.
-Y no eres la única que está hambrienta.
Dirigió su mirada hacia el vientre de la omega. La morena se lo cubrió con ambas manos.
-No, es cierto.
-Entonces, vamos a buscar un desayuno digno para los tres.
Luz se ruborizó y se dio la vuelta, advirtiendo que le gustaban las mañanas con Amity.
Cuando el agua de la ducha comenzó a oírse, se tumbó en la cama otra vez, sintiéndose indolente a la luz del sol, y pensó en lo diferente que parecía Amity esta mañana. Escuchó caer la pastilla de jabón y una exclamación amortiguada; después, otra vez el suave silbido. Recordó cómo se había vuelto de la ventana con aquel camisón tan transparente. Gimió y rodó en la cama, acomodando su cara en la "ele" que formaba su brazo. El sol se deslizaba por sus piernas, calentándolas, y se sintió adormecida.
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LLÉVATE LAS MANOS A LA CARA Y LLORA DE VERGÜENZA -LUMITY ADAPTACIÓN-
RomanceAlfa y omega... Luz Wittebane y Amity Blight procedían de mundos diametralmente opuestos, pero una cita a ciegas las unió para siempre. Amity, una alfa estudiante de leyes, y Luz, una omega seria estudiante universitaria, alentadas por la belleza d...