✧ ❝ 𝐋𝐞𝐞𝐫

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↳ Disclaimer: Ni Naruto ni sus personajes me pertenecen son del autor Masashi Kishimoto, yo solo los utilizo para adaptar esta historia

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Disclaimer: Ni Naruto ni sus personajes me pertenecen son del autor Masashi Kishimoto, yo solo los utilizo para adaptar esta historia.

Capítulo Corregido.

─── Leer ˎˊ-

───  Leer ˎˊ-

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Que te envíen cartas de amor debe ser lindo.

O eso pensaría Deidara sí no fuesen tan amenazadoras y extrañas como las que él estaba recibiendo desde hace una semana atrás.

Al principio quiso tomarlo como una broma estúpida de la que estuviese siendo víctima. No mostró mucho interés en la primera y simplemente la desechó entre la tierra y el lodo del camino hacia la pequeña cabaña en la montaña donde se dedicaba a crear sus esculturas de arcilla. La había encontrado en su mesa para trabajar, y aunque intentó no darle mucha importancia al trozo de papel que estaba muy bien doblado sobre la superficie de madera, al final se rindió con eso y como cualquier curioso, la abrió.

No supo qué demonios pensar acerca de la dichosa declaración de amor que más bien tenía pinta de amenaza de muerte o lo que era peor, de brujería. Pero tampoco era motivo para alarmarse por nimiedades; una inofensiva carta anónima no le iba a cambiar la vida, después de todo.

Al menos eso prefería creer.

Sin embargo, aquel acto que anteriormente había considerado irrelevante en el curso de su vida se agravó con una velocidad despampanante. Cada mañana encontraba una carta nueva sobre la mesa, y parecían seguir un riguroso reglamento de entrega, porque nunca se retrasaban ni se adelantaban, según sus cálculos.

Se sentía vigilado, como si fuese la constante presa de algo, o alguien.

Sospechaba de alguno de sus amigos, pero todos estaban metidos en sus propios mundos como para escribir aquellas cartas.

Aun así, Deidara no era tonto. Él sabía perfectamente que para atrapar al culpable de toda esa revolución psicológica sólo hacían falta tres breves cosas: sentido lógico, puntualidad y por último pero no menos importante, interés.

¡Y es que tampoco estaba muy dispuesto a contar con las primeras dos!

Así es, a Deidara no le interesaba el asunto en absoluto. Sentía curiosidad hasta cierto punto, pero no se sentía tan desesperado como para querer atrapar a la rata que se encontrase realizando el jueguito de las cartitas de amor. De hecho, sentía que nada le movía últimamente, como si toda su motivación se hubiese esfumado con el viento como el humo de un cigarrillo.

Deidara parecía vivir sólo mediante reacción. Siempre estaba metido en la cabaña trabajando en sus esculturas de arcilla. Comía cuando tenía hambre o dormía cuando tenía sueño, sin importar donde y cuando fuera. Ciertamente era preocupante, pero con el chico tan renuente a hablar de sus, de por sí, complicados sentimientos, nadie podía hacer nada para ayudarlo realmente.

Todo la clase del rubio, inclusive sus amigos; Parecía estar consciente de las cartas que recibía.

Y sinceramente, esperaban que pudiesen mover un poco el espíritu del chico de mirada perdida.

Pero seguramente se preguntaran, ¿Qué hizo él con las cuatro cartas restantes?

Pues algo era seguro; Deidara no las desechó.

Estaban debajo del colchón de su cama algo arrugadas, pero al fin y al cabo, las había guardado a pesar de todo, quizás no de la mejor manera pero las había conservado.

En el inmenso mundo de Deidara donde todo se estaba convirtiendo en una monocromía sin arreglo, esas cartas que exclamaban con fuerza que ojalá se muriera eran las piezas de una puerta que le ayudaría a regresar al mundo lleno de color al cual, alguna vez, perteneció.

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Ojalá te mueras ⋮ ObiDei ⌊✓⌉Donde viven las historias. Descúbrelo ahora