• Día 3 •

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Cuando el pequeño Akaashi Keiji volvió a abrir los ojos tras despertarse de aquel sueño, supo exactamente que, en realidad, se había tratado de una pesadilla

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Cuando el pequeño Akaashi Keiji volvió a abrir los ojos tras despertarse de aquel sueño, supo exactamente que, en realidad, se había tratado de una pesadilla.

Jadeó entre las sábanas, respirando por la boca mientras buscaba calmar a su desbocado corazón. El cuarto todavía se encontraba completamente a oscuras, de la forma en que le fascinaba dormir pese a la sorpresa de muchos.

No es como si Akaashi les contara ese detalle a muchas personas, por cierto, ya que no tenía demasiados amigos. O, al menos, no amigos humanos.

Sin embargo, esa noche misma se encontraba despreciando a dicha oscuridad. La luz que se filtraba por la ventana creaba un juego de macabras sombras y siluetas que lucían como monstruos acechando por los rincones.

Y Akaashi no era más que un niño. Apenas tenía ocho años, aunque solían decirle que era mucho más maduro para su edad.

No recordaba del todo su pesadilla, más que algunos monstruos persiguiéndole en un pasillo oscuro con iluminación rojiza. Olía a azufre, y muchos ojos parecían mirarle a través de las paredes; un sinfín de ellos juzgando incluso cada respiración que daba. Corría tanto hasta que los pulmones se sentían en carne viva y sus pies parecía que iban a desprenderse, pero los ojos del pasillo jamás dejaban de observarlo.

Para su suerte, su cerebro le protegió justo a tiempo haciendo aparecer una sombra gigante que sacó un cuchillo y le apuñaló en el centro del pecho. No era un pensamiento muy sereno para un niño de ocho años, pero para Akaashi fue suficiente para hacerlo regresar al mundo de los vivos.

Se sentó sobre la cama y frotó sus ojos para acostumbrar su visión a la pesada oscuridad. En cuanto lo hizo, tanteó rápidamente para encender la luz de la mesita de noche.

—Solo fue una pesadilla —Akaashi suspiró, y llevó las rodillas hacia su pecho hasta que pudo esconder el mentón entre ellas—. Él te dijo que las pesadillas no pueden hacernos daño. Él no me mentiría. Bokuto jamás lo haría.

Bokuto. Pensar en él siempre le ponía un poco triste y nostálgico, pero no había nada que pudiera hacer al respecto.

Algo arañó su ventana. Akaashi dio un brinco por el susto, aunque se repuso rápidamente al ver la silueta de un par de emplumadas y enormes alas asomándose a través del cristal. Aquello parecía desesperado por llamar su atención, lo cual le arrancó una sonrisa.

Ahora que su cuarto estaba iluminado y su corazón latía a un ritmo normal, Akaashi no tuvo miedo en saltar de la cama y correr de puntillas hasta la ventana para destrabar su cerradura.

El sonido de un ulular estruendoso fue lo primero que lo recibió junto con la brisa fresca de primavera. Las enormes alas batieron tan fuerte por el entusiasmo que algunas plumas marrones se le escaparon.

—¡Shhhh! —Akaashi se llevó un dedo a los labios—. No hagas tanto ruido, o mi papá querrá ponerte una trampa otra vez. Eres bastante molesto cuando te lo propones.

BokuAka Week 2021 - [HAIKYUU]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora