VII

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Invierno, 1781

Casa Calisto, Francia


Su violín maltratado reposaba en la gran cama donde dormía.
Paso toda la tarde y parte de la noche del día anterior prácticando esa sonata, tal vez había logrado complacer los oídos del diablo, después de todo si no hubiera sido así, ¿porque tuvo ese sueño anoche?

Parecía ser primavera, pequeños animales tales como conejos, ardillas y pájaros recorrían el campo de flores en el que estaba una vez mas, era el mismo que él de su sueño anterior, en el que había soñado con él, con la diferencia de que había un gran árbol que daba sombra y que tenía un pequeño asiento colgando de él. Ella estaba sentada en el pasto, dándole la espalda al árbol para sentir mejor la suave brisa del día, recogía un par de margaritas, lilas y dientes de león cuando escucho una voz atrás suyo, era dulce y calmada, le daba un sentimiento de nostalgia y tristesa escuchar su nombre salir de esa voz.

La voz de su madre.

Al darse cuenta se levantó y dio la vuelta; allí estaba ella, la figura de su madre en el asiento que colgaba del árbol. Empezó a caminar hacia la figura, pero con cada paso que daba se sentía débil, cansada y con dolor. Las flores a su alrededor empezaban a marchitarse y el paisaje se teñia de rojo, cada vez al acercarse veía más claramente a su madre, tenía una expresión suave y triste. Con mucho esfuerzo logró llegar y se sentó al lado de su madre, sintiendo náuseas. Miraban el paisaje, todo estaba muerto, lograba ver como los pequeños animales yacían muertos entre el pasto seco, larvas y gusanos comiendo sus adentros.

Su madre estaba muy quieta, estática, viendo el paisaje como si estuviera acostumbrada, como si hubiera vivido allí hace tiempo.

Ella no aguantaba más, tocó el hombro de su madre para voltear a ver su pacífica cara, la cual siempre la calmaba cuando estaba asustada, pero rápidamente las ganas de vomitar subieron cuando su madre volteo a verla.

Miraba ese calaverico cuerpo frente suyo, sus cuencas vacías y negras con larvas saliendo de ellas, su vestido dañado y sucio, uno que otro hueso sobresalía y lograba ver pedazos de carne y sangre seca en algunas partes de su cuerpo, tenía demasiadas heridas donde aún había algo de musculo, y no era mejor ya que salían insectos y más que nada muchas larvas de allí, podía notar un charco de color carmín en el suelo y sin ningún aviso previo, su madre la abrazó.

No aguantaba el olor tan putrefacto y el incómodo tacto de los huesos, carne y sangre que lograba tocar su cara, manos y brazos. "Lo siento." La voz de su madre salió muerta y lúgubre, casi como si no tuviera cuerdas vocales.

El cadaver de la mujer mayor se apartó, lograba ver que estaba llorando aunque ya no tuviera ojos, lentamente se movió hacia un lado y sacó una rosa roja de la nada y la puso delicadamente en el cabello de su hija, se podía escuchar el crujir de los huesos con cada movimiento que daba, y sin más posó su mano en la mejilla de ella, su pequeña hija tenía un rostro asqueado por sentir como los insectos tocaban su fresca y cálida piel.

"Él está en Versalles con su verdadera amada."

No entendía esa frase, ¿él, el Duque? La contraria pasó su huesuda mano por el cabello de su hija.

"Perdóname."

Y sin más despertó.

Estaba sudando y su cuerpo temblando, se relajo un poco al pensar que solo era una pesadilla, pero logró sentir algo que le incomodaba en su cabello. Se levantó y se miró en el espejo a ver que era, solo para ver una rosa roja en su cabello.

Rápidamente recordó lo que le dijo su madre en el sueño, él estaba en Versalles con alguien más.

Todo tiene una razón de ser, hasta un sueño, ¿verdad?

The Perfect Formula For a WaltzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora