IX

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Primavera, 1782

Palacio de Versalles, Francia



De nuevo aquí, el lugar donde todo empezó.

Allí había atendido a su primera fiesta organizada por la reina María Antonieta, allí había bailado su primer vals, y allí había conocido a la persona que traería su ruina, su amado Duque.

Un carruaje simple pero que símbolizaba que era de la nobleza iba entrando al terreno principal del palacio, los caballos tiraban elegantemente de él y se detenían en la entrada del palacio, la figura femenina bajo del carruaje y se adentró al palacio.

Vestía sus mejores ropas para dar una buena impresión, todo el que pasaba quedaba embobado ante su belleza, de verdad le hacía justicia a su nombre, su nombre en gracia divina.

Ella informó que buscaba al Duque Lombardi, pero que no le informaran que era ella, que lo iba a esperar en el jardín principal, donde habían pasado la noche del baile juntos.

Ella se dirigió al jardín y empezó a ver las flores y fuentes, era hermoso, justo como debía de ser para la recidencia principal del rey y la reina.

Se seguía preguntando que se encontraba haciendo allí el Duque cuando él vivía en la casa Lombardi y pasaba sus días trabajando en el ducado, pero realmente sólo le importaba verlo, solo eso quería, verlo y sentirlo finalmente.

Logró escuchar pasos y voces y supuso que era el Duque con algún sirviente, así que decidió esconderse atrás de un árbol para darle una sorpresa.

Después de un gran tiempo lleno de mares de emociones los vio, bajaron por la escalinata para entrar al jardín.

Al verlos del brazo, muy cerca y riendo como enamorados, pudo sentir como su corazón era estrujado y apuñalado millones de veces.

Era el duque, claro está, y una mujer. ¿Quien era esa cualquiera? No tenía nada que llamara su atención, más que sus ojos. Orbes azules, casi como azulejos del palacio Otomano, se miraba como una doncella común y arrapienta que había sido agarrada sólo para ser educada y desposar a un noble, justo a su amado.

Ella, su apariencia le daba náuseas, joven doncella raptada a otro imperio, aspecto como para matar a un príncipe con seda, amante del sultanato, arrogancia y grandesa. Solo ese aire daba.

Su amado duque apreciaba lo ojos de la doncella, caminaban al jardín como si no tuvieran ningún apuro.

Él estaba jugando con otra mujer, no le respondía sus cartas y no estaba en el ducado cuando lo busco, pero aún así estaba en ese palacio con otra mujer, un animal cualquiera.

Y sin embargo, él sabía que ella lo necesitaba, que estaba esperando esa tarde por él, que había sufrido cada uno de los segundos de inútil espera.

Y sin embargo, él sabía que mientras él gozaba de paz con esa ingenua ella pasaba un atormento sintiéndose en el infierno.

Pensar que en ese momento él podría olvidar su existencia y ponerse a caminar por el jardín, viendo como esa mujer olía las flores y descansaban en la hierba, y aun así irónicamente sabría que ella estaba allí en ese momento, que su espera y su tiempo habrían sido en vano, que ella seguíria en un desierto de soledad, aún esperando por él, aún viendo como mira, besa y abraza a esa mujer, ella sintiendo como los gusanos e insectos comen sus viseras.


"Aún sabiendo que yo soy capaz de hacer todo por él."

The Perfect Formula For a WaltzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora