VI

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Invierno, 1781

Casa Calisto, Francia


Veía por su ventana los copos de nieve caer.

Copos de nieve, una agrupación de muchos cristales de hielo extremadamente pequeños y delicados, su apariencia se podría decir que es lo más cautivador.

Hermosos y delicados.

Solo lograba centrarse en esa visión, miles de estos cayendo afuera de su ventana, según ella bailaban.

Lentamente se levantó del asiento a la par del gran ventanal de su estancia, caminó de forma lenta hacia un escuche que se encontraba a la esquina de su habitación, casi como si realmente no quisiera llegar.

Al agarrar el estuche y abrirlo, logró ver un violín, algo viejo y un poco dañado, ya hace 10 años que lo había olvidado, desde que la única persona en ese mundo murió no encontró más razón para ejecutar una pieza en ese instrumento, solo lo tocaba para su madre, y ella hace mucho que se había ido.

Coloco el violin en su hombro y giro ligeramente la cabeza hacia la izquierda, lo acomodo un poco hacia arriba y acercó el arco hacia la diapasón del violín.

Recordaba como tocar esa melodia, El Trino del Diablo o también llamada La sonata del Diablo, la obra favorita de su madre, está era complicada de ejecutar a la perfección, pero ella nunca lo hizo para ser una gran violinista, solo lo hacía por ver la sonrisa de su madre al tratar de ejecutarla decentemente.

Giuseppe Tartini, gran virtuoso del violín, fue el compositor favorito de su madre, y El Trino del Diablo su obra favorita. Tartini la compuso a raíz de un supuesto encuentro con el Diablo.

Recordaba esa noche que su madre le contó esa historia.

"Una noche, en 1713, soñé que había hecho un pacto con el Diablo y estaba a mis órdenes. Todo me salía maravillosamente bien; todos mis deseos eran anticipados y satisfechos con creces por mi nuevo sirviente. Ocurrió que, en un momento dado, le di mi violín y lo desafié a que tocara para mí alguna pieza romántica. Mi asombro fue enorme cuando lo escuché tocar, con gran bravura e inteligencia, una sonata tan singular y romántica como nunca antes había oído. Tal fue mi maravilla, éxtasis y deleite que quedé pasmado y una violenta emoción me despertó. Inmediatamente tomé mi violín deseando recordar al menos una parte de lo que recién había escuchado, pero fue en vano. La sonata que compuse entonces es, por lejos, la mejor que jamás he escrito y aún la llamo "La sonata del Diablo", pero resultó tan inferior a lo que había oído en el sueño que me hubiera gustado romper mi violín en pedazos y abandonar la música para siempre...."

Esa historia siempre le dio escalofríos, pero le resultaba maravillosa de una u otra forma, sería que ella también podría soñar con él diablo, tal y como soñó con la muerte... Sería que podría una vez más si tocaba esa canción con tal deleite como para lograr complacer lo oscuro de su corazón y los oídos de ese ser, será que lo había logrado mientras ejecutaba esa pieza y por lo tanto, tuvo ese sueño esa noche...

The Perfect Formula For a WaltzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora