•Euforia•
Colette se tendió a los pies de su cama, sumergiendo su cara en la colcha y pataleando rápidamente, frustrada. No logro concebir el sueño en ningún momento pensando en que tenía a la repostera en su ático y que, extrañamente, no había escuchado ruido alguno desde hacía algunas horas. Se rehusaba a ir a supervisarla, ya que estaba segura de que comenzarían un problema y no sería capaz de abstenerse a dañarla más de lo que ya había hecho.
Se levantó y se miró al espejo, dándose cuenta del desastre que estaba hecha: sus ojeras eran horrendamente notorias y aseguraría que sus ojos la engañaban, pero se veía mucho más delgada y pálida de lo normal. ¿Será porque no me he estado alimentando bien estas semanas?, pensó, siendo que la respuesta más lógica a esa pregunta podía ser que sí.
-¿Cómo le estará yendo a ese amargado sin mi? Seguro de maravilla, total siempre me demostró que no era más que una molestia en su vida. -dijo enojada, poco convencida de sus palabras.
Apretó las sábanas con furia y se intentó establecer en una posición cómoda para dormir, pero no servía de nada, sencillamente le era imposible regresar el sueño. A pesar de que no había abandonado por completo su tendencia a ser la sombra del morocho, le había sido imposible recuperar los ánimos con los que comenzó, por lo que se había dejado de esforzar en no dejar pistas de manera considerable.
Ya da igual, él lo sabe desde hace un mes, es por eso que ni siquiera contesta mis llamadas.
Se dijo a sí misma, debido a que su libreta y arma seguía en posesión de éste. Su utilidad en campo se había reducido demasiado, quedando prácticamente como un estorbo en los equipos. Si hasta en la arena era inútil, ¿qué propósito le quedaba?
¿Alguna vez tuvo propósito?
Jamás uno propio.
De todos modos no sabía cuándo se detendría, ni siquiera si sería capaz de hacerlo.
¿A dónde quería llegar exactamente?
Lágrimas regresaron a sus ojos con la facilidad con la que en principio las retiraba, se odiaba tanto a sí misma que deseaba desfallecer en ese mismo momento y dejar de lastimar a las únicas personas que no la trataban como un parásito en su gris mundo, no obstante, al tenerlas de frente, su vista y mente se nublaban; esa parte de ella que tanto despreciaba retornaba y la atormentaba. Finalmente se dejó caer en su cama, derrotada.
Una vez pensó que, sin su libro de recortes, tendría posibilidad de pensar con la cabeza fría. Para su mala suerte, se dio cuenta de que su mal no estaba en el libro, sino en ella misma, siempre lo estuvo en ella misma. El libro no era más que la representación "gráfica" de sus tristes ambiciones sin fondo; vacías, sin sentido.
Porque así se sentía después de un día de extasía y euforia: vacía.
Escuchó ruidos en su techo, algo que sonaba como un tacón golpeando y rasgando una madera vieja y gastada; era Piper, seguramente intentando llamar su atención de la manera en la que podía. Definitivamente la repostera no la dejaría estar tranquila, y comprensible, puesto que había sido ella quien en primer lugar la había privado de su libertad y despojado de su único medio de defensa.
Hablando de medios de defensa, la albina sólo contaba con sus proyectiles azucarados, cosa que no le permitía bajar la guardia.
-Necesito mi maldito libro. -expresó en voz alta, mirando a la nada.
Se preguntaba de qué manera lo recuperaría. Quizá si irrumpía en la casa del chico mientras éste estaba ausente o dormido...
-De ninguna manera. -bufó, volando el fleco que cubría su ojo derecho, notando así que sus lágrimas se habían detenido.
Comenzaron a tocar su puerta, asustándola de inmediato. ¿Quien puede ser a esta hora?. Tomó su tableta y se dispuso a mirar la cámara de seguridad de la entrada principal, sin embargo, una voz la llamó primero.
-¡Colette, abre la puerta!
La voz de Edgar.
¿Qué...?
-¡Colette!
Más toques.
Sintió su sangre helarse cuando miró que venía acompañado del asistente de la repostera, Rico; ambos parados al otro lado del marco, esperando por su respuesta. La peliblanca se sintió entre la espada y la pared, si estaban ahí era porque la habían relacionado de manera directa con la ausencia de la francotiradora. La descubrirían pronto.
Llevo el dedo índice a su boca y lo mordió con fuerza, dejando marcas visibles con la forma de sus puntiagudos dientes y haciendo el contacto doloroso. Sus mejillas se tornaron de color rojo y se sintió a si misma arder en llamas de manera no literal, su furor aumentó, la habían atrapado, finalmente.
-Sabía que así vendrías a mí. -sonrió entrecerrando sus ojos, los cuales irradiaban un brillo carmesí.
Y ahí estaba de nuevo, olvidándose de sus problemas y de sus cargas. Cediendo sus acciones y reacciones a la impulsividad, cosa de la cual se arrepentiría nuevamente tarde o temprano.
El corazón del morocho martillaba con fuerza, se volverían a encontrar después de un mes. Decidió llevar consigo el libro de recortes de la albina, así en caso de que pudiese aportar cualquier información valiosa de la rubia dárselo en agradecimiento. O algo por el estilo.
Cuando la puerta se abrió lo primero que miró fue el rostro de la chica: inexpresivo e intimidante. Sintiéndose vulnerable, la sangre subió a su rostro sin quererlo y se miró en la necesidad de retroceder unos cuantos pasos, casi ocultándose detrás del robot del arcade.
-¿Qué quieren? -preguntó la cromática, yendo al grano.
-Ve-verás...
Apenas pronunciarse el épico calló, la vergüenza de haber tartamudeado en su primera palabra no lo dejó decir más.
-¿Tú sabes dónde está Piper? -cuestionó Rico.
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Away from you | Colette&Edgar [Brawl Stars].
FanfictionEdgar y Colette son buenos amigos. Se conocen desde antes de trabajar juntos en la tienda de regalos del Starr Park, sin embargo, ¿qué tan grande es su confianza?. Nunca terminas de conocer a una persona y, en el caso de ambos, todavía les faltaba...