Veintidos

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•Insania•

A diferencia de la última vez, Colette genuinamente sintió cómo sus piernas comenzaban a tambalear y la sangre se iba hasta su rostro. Mordió su labio inferior con fuerza y sus manos empezaron a temblar. Estaba segura de que si se disponía a hablar arrastraría sus palabras, pues decir un simple: "No es lo que crees" sería lo más imbécil que podría llegar a escupirle en la cara al moreno cuando las cosas estaban más que claras.

-Edgar... -pronunció por lo bajo.

La sonrisa del susodicho se desvaneció y procedió a intentar levantarse poco a poco del suelo. La albina ni siquiera intentó darle otro golpe.

De verdad piensa que soy desagradable.

-Lo siento... ¡lo siento! -exclamó con temor, sintiendo el agua acumularse en sus párpados bajos.

El pelinegro se limitó a mirarla con parsimonia, como si nada sucediese, cosa que la puso aún más nerviosa y, sobretodo, confundida.

-¿Qué sientes?

-¡Siento haberme comportado como una estúpida! y sobre el libro... lamento si te molesta estar en él, no quería decírtelo porque temía que te diera asco y te alejarás de mi, aunque aún así lo hiciste porque arruine las cosas antes de que te dieras cuenta, y se que lo he hecho más veces, pero-... -trataba de explicarse como podía a sabiendas de que no valía para nada.

Edgar se acercó y, apunto de perder el equilibrio, se abalanzó hacia la peliblanca, haciéndola cerrar los ojos con fuerza. Creyó que la golpearía, y estaba en su derecho; ella le había hecho más daño físico del que había querido.

Contrario a eso, el chico tomó su cara entre sus manos y la miró fijamente. No supo descifrar lo que intentaba transmitirle, sin embargo, a esas alturas lo único que podía hacer era dejar que las cosa fluyeran, para bien o para mal. Lo miró igual y sus impulsos volvieron a aparecer, siendo ésta vez la creciente necesidad de someter al morocho ahí mismo.

-No me refiero a eso, tonta -acercó su rostro al de la chica, haciendo que ésta lo girara levemente- ¿qué sientes por mi?

Colette se sorprendió ante la pregunta, para ella era simple, ¿no lo había aclarado más veces?

Pero para Edgar ya no era tan claro.

-¿De qué...?

-¿Qué demonios hago en ese libro, Colette? ¿Me admiras cómo a todos ellos? ¿Haces todo lo posible para conseguir pertenencias e imágenes mías?

Y más que eso, pensó. Sentía su corazón en la boca. Podía decirle que llevaba pisándole los talones durante más de dos años y todo acabaría como él mismo quisiera que terminara, Colette ya no podría impedírselo, sus actos la habían llevado a dónde ahora se encontraba y no había más razón para seguir ocultando la mierda de ser humano que era y siempre fue.

No obstante, antes de poder decir nada sintió una fuerte presión en sus labios que le quitó la posibilidad de articular palabra alguna.

Edgar la había besado.

Ahí culminó el juicio que resguardaba la albina, ese que le dictaba hacer lo mínimo para evitar que su vida e imagen se fueran por la borda. Tomó esa acción como la única cosa que necesitaba para tener la certeza de que no podía contenerse más respecto a su lado más repulsivo y vil.

Daría completa rienda a su verdadero ser, y ésta vez nadie la detendría.

•••

Golpeaba y golpeaba, pero no obtenía respuesta alguna. Juraría haber escuchado la voz de Edgar junto a la de Colette en la planta baja en lo que parecía una discusión, pero los gritos habían cesado de repente y no pudo evitar pensar que la albina había hecho algo para callar al azabache a las malas.

De esa chica esperaba lo que sea.

Su tacón estaba desgastado, pero seguía dando lo mejor que podía para llamar la atención de su captora y continuar implorando por su libertad. No era lo que quería hacer, pero era lo único que podía. La cinta seguía en su boca, humedeciendo la zona por la nula cantidad de aire que pasaba por esta, incomodándola y haciéndola asquear.

Pero nada la había asqueado tanto como lo que había visto en aquel pavoroso cofre.

De solo recordarlo se le ponía la piel de gallina.

Escuchó unos pasos en las escaleras y asumió que se trataba de la albina. Se tensó de inmediato y mantuvo la vista fija con la esperanza de que la chica no hubiese asistido al desolado ático solo para burlarse de ella o torturarla de alguna manera horrorosa.

Cuando ésta abrió la puerta, fue más preocupante de lo que creía.

Edgar yacía en los brazos de Colette con la cabeza sangrante y completamente inconsciente, mientras la antedicha mantenía una sonrisa que, más que felicidad, irradiaba locura. Total locura.

-Elige, princesa, tu vida o la de él.

Away from you | Colette&Edgar [Brawl Stars].Donde viven las historias. Descúbrelo ahora