Capítulo 5

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 Miro la puerta de la clase y barajo la posibilidad de echar a correr. Estoy acojonada. Agradezco que Paula me haya pasado a buscar por casa esta mañana para no dejarme sola, pero la cuestión es que en estos momentos me gustaría poder huir. Bien lejos. Noto como tira de mi brazo pero eso no ayuda y al final, en contra de lo que mi cuerpo desea, me veo arrastrada al interior del aula.

Desde que pisamos el patio, no hemos dejado de cruzarnos con gente que me ha saludado por mi nombre, como si me conocieran de toda la vida y el resto me miraban con curiosidad. Ahora al entrar en la clase, los que ya ocupan sus asientos me miran con interés y yo busco un sitio donde poder esconderme. Pero ese sitio no existe.

—Deberías sentarte allí atrás. —Me señala Paula—. Es de los pocos pupitres que hay libres y así no podrán estar mirándote toda la mañana.

Me alegro de que piense en mi incomodidad ante la situación y corro a sentarme deseando pasar lo más desapercibida posible. Miro el horario para parecer ocupada mientras el resto de los alumnos van llegando y descubro que la primera hora es la de mates. Odio las mates.

Suena el timbre en el momento en que quito el volumen al móvil y veo al profesor frente a la pizarra, buscando entre los asientos hasta que repara en mí.

—Buenos días a todos. Hoy damos la bienvenida a una alumna nueva... —Consulta la hoja que tiene entre las manos—. Ux...

Vaya. Qué raro. Tiene mi nombre mal apuntado.

—Se llama Uxue —le corrige un chico de segunda fila. Me mira sonriente y me guiña un ojo.

Me noto enrojecer por el descaro del muchacho y miro de nuevo al profesor.

—¿Es Uxue? —me pregunta.

—Sí, u-x-u-e — le deletreo.

—Oh, perdón. Ha habido algún problema a la hora de escribirlo. Habrá sido la secretaria al incluir tu currículum académico. Lo corregiremos —Me sonríe y me fijo en lo blancos que tiene los dientes. Casi hacen daño a la vista—. Espero que puedas coger el ritmo a estas alturas del curso. Para lo que necesites, puedes hablar con cualquiera de tus profesores, incluido yo.

Le sonrío por educación, pero hay algo en él que no me encaja. Es bajito, lleva gafas y seguro que cuando iba al colegio era un empollón. Con esa pinta no le pega haberse hecho un blanqueamiento dental. No tiene ningún sentido.

Me hundo un poco más en mi asiento, dispuesta a dejar que se olviden de mí durante el resto de la mañana, cuando la puerta se abre. Ángel entra y se dirige al fondo de la clase. Suelta su mochila en el suelo y se sienta en la mesa que hay a mi izquierda. No me doy cuenta de lo atenta que le estoy mirando hasta que él repara en mí y levanta las cejas sorprendido de encontrarme a su lado.

—Señor García. Llega tarde.

—Lo sé. Disculpe las molestias profesor. No era mi intención interrumpirle. —Mientras habla no deja de mirarme y sus palabras destilan cierta burla.

—De acuerdo. Sigamos.

Consigo despegar la vista de él y busco en el libro dónde están las funciones. Saco el cuaderno y comienzo a garabatear números pero eso no impide que le mire de reojo. Veo que ha sacado el libro de matemáticas, pero en vez de estar haciendo los ejercicios, está leyendo otro libro por debajo de la mesa. Parece una novela de bolsillo y si me ha sorprendido la forma en la que le ha hablado al profesor, en plan pasota, más me sorprende ahora, verle leyendo un libro. Es como que una cosa no fuera con la otra. Si vas de rebelde, no puedes ir de culto. Cada vez tengo más claro que Paula tenía razón cuando decía que era un chico raro.

La vida de UxDonde viven las historias. Descúbrelo ahora