Capítulo 11

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 Acerca su cara a la mía hasta que puedo sentir su aliento y antes de que sea consciente de sus intenciones su mano se desliza hasta mi nuca para acercarme a su boca. Cierro los ojos y noto sus labios atrapando los míos con ganas. Mi mente está a todo, al beso y al hecho de que me esté besando. Me concentro en disfrutar, sin hacerme preguntas de ningún tipo y saboreo el gusto dulce de su boca. Al ver que no me aparto, sino que respondo a su beso, aumenta su entusiasmo y no se lo piensa dos veces antes de explorar con su lengua mi boca. Todo mi cuerpo está receptivo, se amolda a lo que él hace y mi corazón late en estos momentos a mil por hora. Besa bien, muy bien y yo me dejo besar, pues llevo tantos días esperando esto, que no seré yo la que le ponga fin. Parece que él no tiene mucha intención de parar y cuando separa sus labios apenas unos centímetros de los míos lo único que dice es.

—Ven.

Me coge del brazo, tira de mí para que me ponga sobre él y no duda en colocar sus manos en mi cintura antes de continuar besándome. Creo que voy a deshacerme en sus brazos y nunca hasta este momento había tenido la sensación que me abruma en este momento. Se pega más a mí, todo lo que es posible y yo recorro con mis manos sus hombros, su cuello, hasta llegar a su pelo y acariciarlo con mis dedos. Noto cómo su respiración se acelera con la mía y cuando por fin despega los labios de mi boca, solo lo hace para besar mi cuello. Mis labios echan de menos los suyos, pero no estoy en disposición de quejarme y mientras hunde su cara en mi clavícula sus manos recorren mi espalda por debajo de la camiseta. Rezo para que no quiera llegar más lejos porque en estos momentos sería capaz de caer.

Por suerte, o por desgracia, se separa lo justo para poder hablar y susurra.

—Demasiado intenso teniendo en cuenta que te conozco desde hace una semana. —Levanta la cara y me mira a los ojos—. ¿De dónde has salido Ux?

Sé que ha sido una pregunta retórica, pero por su tono parece que soy la culpable de sus desvelos. Como en una tragedia de Shakespeare.

—¿Crees que esto es un error? —pregunto preocupada. No puedo creer que me haya hecho sentir tan bien y ahora tenga dudas.

—No, es solo que no suelo quedarme embobado de alguien en tan poco tiempo.

No sé si me lo tengo que tomar como un cumplido o no. Como lee mi expresión de desconcierto, coge mi cara entre sus manos y me besa de nuevo, pero esta vez lo hace lento y delicado mezclando su aliento con el mío, trazando un dibujo imaginario con sus labios, y yo, literalmente me derrito.

Separa su boca de la mía y me mira a los ojos mientras me acaricia la mejilla lentamente.

—Eres increíble.

—Recuerda que me conoces desde hace una semana. No sabes nada de mí.

Apoya la frente en mi hombro y niega rotundamente.

—Eso es lo peor, que apenas te conozco y ya me estás volviendo loco.

Creo que está exagerando un poco.

—Ya será para menos...

Me mira de nuevo y me sonríe. Me encanta esa sonrisa.

—Me he pasado toda la semana mirándote como un idiota. Y ¿de verdad crees que Aquiles necesita que le saque a pasear? Está acostumbrado a moverse él solo a sus anchas y sé que está harto de que le obligue a acompañarme para coincidir contigo y servirme de excusa.

—Pobre Aquiles —digo entre risas.

Me da un beso en el cuello y después coge un mechón de mi pelo y lo entrelaza entre sus dedos.

La vida de UxDonde viven las historias. Descúbrelo ahora