Llego a casa deseosa de cambiarme de ropa, pues los pantalones me están chorreando agua, y la nariz me moquea un poco. No quiero pensar en que me haya resfriado. Paso por la cocina y veo a mis padres que se afanan en preparar la comida.
—¿Qué tal la misa? —pregunto con sorna.
Mi padre me mira con cara de pocos amigos.
—Me ha hecho recordar por qué no iba —protesta.
Mi madre le da un codazo en las costillas.
—No te quejes. Ha estado bien —responde esbozando una sonrisa—. Además el cura es un chico muy joven y entusiasta que merece la pena escuchar. Sí que me ha dado la impresión de que a la gente más mayor no le gusta que sea tan joven, pero bueno, corren nuevos tiempos para la iglesia.
—Me voy a cambiar —anuncio, para no continuar escuchando a mi madre.
Entro en mi habitación y me quito la ropa mientras pienso en ese pobre cura, destinado a la parroquia de un pequeño pueblo con sus costumbres y tradiciones, sin poder hacer otra cosa que amoldarse a lo ya establecido. Busco en mi armario y me pongo un vestido azul con una chaquetita de punto. Me siento en el tocador para peinarme y mientras me cepillo la melena, no puedo evitar recordar el momento en el que el chico me recogió el pelo para que no se me mojara. Fue un gesto de lo más normal, pero otro no lo hubiera hecho y eso es lo que lo hace importante. Intento olvidarme de ello y termino de arreglarme a toda prisa.
Salgo de la habitación y ayudo a poner la mesa mientras pregunto por nuestros invitados.
—Ama, ¿cómo es que nunca me has hablado de esta casa ni de la prima Maruja?
Mi madre estruja el trapo que tiene entre las manos, mientras piensa por dónde empezar.
—Nunca hemos tenido mucha relación con ellos. Tu abuela vivió aquí bastantes años, esta era la casa de su familia, pero de joven se fue a Bilbao a buscar trabajo y allí conoció a tu abuelo. Se casaron y me tuvieron a mí. Cuando yo era pequeña solíamos venir de vacaciones pero con el tiempo, las visitas cada vez se fueron espaciando más. Tu abuelo murió y después hubo que cuidar de tu abuela durante muchos años, hasta que ella también nos dejó. Aquí tengo unos cuantos primos aunque con la que más trato he tenido ha sido con Maruja. También está mi primo Ovidio, mi prima Esperanza... vamos, que tienes unos cuantos primos segundos por la zona.
—¿Los vecinos de aquí al lado son familia nuestra? —Me sale la pregunta sin más, pero necesito saber si ese chico es primo mío aunque sea de tercera generación.
—¿Los vecinos? No, cielo. Ella era amiga mía y salíamos juntas cuando pasaba el verano aquí.
Respiro aliviada, aunque no sé por qué me importa tanto.
De pronto mi padre me mira como si hubiera recordado algo.
—Tengo algo para ti.
Me saca a empujones de casa y me lleva al garaje, que está pegando al establo. Abre la puerta y saca de dentro una bicicleta de paseo retro, con cesto de rejilla delantero y pintada de un morado metalizado que la convierte en una joya.
—¿Dónde la has conseguido?
—La verdad es que es una antigualla restaurada. Tengo un amigo que me debía un favor y este es el resultado. ¿Te gusta?
—¿Qué si me gusta? Es genial.
Mi padre sonríe entusiasmado e intento recordar cuándo ha sido la última vez que le he visto así. Desde que perdió su trabajo cada vez ha estado más deprimido, incluso huraño y yo llegué a considerar su actitud algo normal, pero al verle sonreír ahora, me ha hecho recordar los buenos tiempos y cruzo los dedos para que la decisión de venir aquí haga que las cosas cambien de una vez por todas y él vuelva a ser el de antes.
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La vida de Ux
Novela JuvenilUxue es una adolescente que, por culpa de la crisis, se encuentra de la noche a la mañana obligada a empezar una nueva vida a cientos de kilómetros de Bilbao. Cambiar la ciudad por un pequeño pueblo en la costa de Galicia, no resultará fácil. Todo...