Un fotograma, una pequeña imagen instantánea que inmortaliza ese pequeño momento en el espacio para siempre. Eso es lo único que recuerdo, millones de fotogramas recorriendo mi memoria a cada segundo.
Sus manos sobre mis caderas y las mías sobre sus hombros. Nuestras respiraciones al unísono, mientras nuestros labios se aproximaban lentamente. Podía sentir cómo la sangre me recorría las venas y cómo me quemaban los ojos solamente al verle. Pero no me importaba, era nuestro momento; solos, al lado de cientos de luciérnagas dándonos luz y observándonos atentamente.
En ese momento en el que crees que todo es perfecto y nadie te lo puede quitar, aparece la realidad.
El segundo fotograma, es el que nadie espera. Un pequeño sonido y todo se nubla. La pequeña imagen, el hermoso momento captado se distorsiona y no te queda otra cosa que volver a hacerlo o dejarlo, lo que implica en mi caso correr.
Es tan fácil decirlo, ¿ pero y si el miedo te ha paralizado? Entonces sólo te queda rendirte y ser exterminado. Esto sería una forma exagerada de cómo veo mi vida; una vida que no quise tener pero que no puedo quitármela de encima.
Sería tan fácil cerrar los ojos y ser otra persona, tener una infancia normal donde jugar en el parque con los demás niños, estar en el primer día de colegio, hacer mi propio castillo de arena en la playa con mi padre... ¿Habría cambiado tanto mi vida sino tuviera este poder? ¿ Pterseo se habría fijado en mí? ¿Sería la misma persona que soy ahora?
Pero yo no soy ese tipo de chica, no me paralizo ante el peligro. Mi cuerpo se mueve como un relámpago y no pienso, sólo actuo. ¿Eso se llamaría humano? Mis piernas corren sin pensar en nada, solo en salir, en escapar de ahí.
Ese momento en el qué oí las pisadas del guardia de seguridad a varios metros de distancia, mi cuerpo ya se estaba preparando. Y por lo tanto salgo corriendo sin pensármelo, creyendo que Pterseo hará lo mismo que yo.
Pero al contrario que yo, a Pterseo le cuesta reaccionar y tarda unos segundos más, eso le habría bastado al guardia para atraparlo; así que le agarro del brazo y salimos corriendo.
– ¡Hey, deténgansen!– gritan las voces. ¿No había solo un guardia de seguridad? ¿De dónde ha aparecido el otro?
Pterseo cuando se da cuenta de lo que pasa; un poco tarde y se impulsa haciendo que me tropiece. Cualquier otra persona habría dicho no puedo más, déjame aquí y sigue tú; como en las películas para dar drama a la historia. Pero como os he dicho eso es de cobardes y sí, puede que yo tenga muchos miedos, pero los enfrento de cara.
No tenemos mucho tiempo antes de que venga la policía, ¡tenemos que salir de aquí! Así que aunque esté cansada y no tenga tanta resistencia como Pterseo, sigo adelante.
– ¡Ya queda menos Pterseo! Gira a la derecha y veremos la salida.– exclamo a flor de piel.
– ¡Mel, no oigo a nadie!– dice Pterseo al girarse hacia atrás. Al instante me giro y me doy cuenta que es cierto, ¿dónde están?
– ¡No podemos pararnos, tenemos que seguir!– y le empujo con más fuerza. En el pasillo solo se oyen nuestros pasos, con las respiraciones entrecortadas y agitadas; envueltas en el sonido de la alarma.
Cada paso que doy es más pesado, pero tengo que obligarme a correr por el pasillo; aunque tenga ganas de descansar aunque sea un segundo. ¡No puedo!
En ese momento en el que mi corazón creía que íbamos a conseguirlo, ya que podíamos ver la salida de emergencia en frente nuestro; aparece un guardia delante de esta y el otro detrás nuestro.
El de la puerta es pequeño pero largirucho, tiene el pelo castaño y tiene muchas pecas. El otro en cambio parece más mayor, tendrá unos 50 años. Se puede ver que tiene una prominente calva, aunque quién sabe no hay mucha luz; y tiene bastante musculatura.
Nos miran con odio, creen que somos ladrones. ¿Lo somos? No sé qué hacer, hay muy pocas salidas en este museo aunque sea muy grande; pero están muy lejos y no llegaríamos a ellas antes que la policía.
– ¡No tenéis salida! ¡Detenéos!– grita el joven, apuntándonos con la pistola.
Pterseo no dice nada, solamente me suelta la mano y me sonríe. No sé porqué pero esa sonrisa triste, parece una despedida. ¿No será tan loco de ir tras ellos?
El guardia que está más cerca nuestro, lentamente se acerca; posando su mano en la pistola del cinturón por si hay algún movimiento.
– Pizzero.– le susurro mientras levanto las manos de rendición. – Hay cosas que nunca cambian. – y le doy una patada en su parte inferior al guardia, cuando noto que me toca el hombro.
El tercer fotograma, no existe; lo he destruido por precaución. Esos momentos en los que dices ojalá nunca lo hubiera hecho, pero no tenía elección.
El golpe al guardia solo le deja unos segundos de despiste a Pterseo para salir corriendo hacia él otro guardia. Sé que no le dará tiempo, así que con todo el dolor y cerrando los ojos; le golpeo la cara al guardia con la rodilla dos veces. Cae al suelo de dolor y puedo ver detrás de las gafas que está sangrando de la nariz, se la he roto.
Entonces oigo el disparo.
Mi cuerpo se detiene, durante unos segundos y no sé si quiero girarme. ¿He perdido a Pterseo? Las pulsaciones de mi corazón van demasiado rápido, igual me da un infarto delante del guardia medio tumbado debajo mío.
Lentamente me giro y veo una masa en el suelo. Quiero gritar, pegar a algo y luego maldecirle por haberme traído a este lugar. Entonces le veo, está de pie y con un poco de sangre en los pantalones, pero no es suya.
– ¡Vamos! – me grita. No sé qué ha hecho, tal vez no quiero saberlo o tal vez sí; pero no soy una niña pequeña que va a llorar por esto.
Y justo cuando me voy a dirigir hacia él, una mano me agarra el hombro por atrás. Al instante me desquito de ella, no antes sin girarme a verle.
Ese fue mi error, un error que siempre lo recordaré. ¡Me vió los ojos!
Las gafas se me habían movido cuando le pegué a ese guardia y las tenía muy abajo de la nariz; además no tenía lentillas. Rápidamente me las coloqué bien, pero era demasiado tarde y el guardia se paralizo.
Nunca lo había visto en persona, ninguna historia se podía comparar a lo que vi. Era horror, dolor en sus labios. Podía sentir cómo intentaba gritar y no podía. Intenté tocarle, intenté paralizar la transformación; pero no sabía cómo. Intentó coger su arma y apuntarme, pero era demasiado tarde; cada fibra de su ser se estaba convirtiendo en piedra. En una roca fea y gris que me apuntaba con el arma.
Último fotograma, yo tirada en el suelo de rodilla; delante de mi creación. Las lágrimas me caían por la cara como una cascada y se posaban en la estatua que tenía en frente; en la antigua persona con vida, sin poder detenerlas. Estaba vacía y llena de algo que no podía describir.
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Eterno Poder ©
FantasyMelanie, una joven de 17 años que esconde un oscuro secreto. Si lo descubren las personas equivocadas, la antigua leyenda griega resurgirá y nadie estará a salvo de su mirada. Durante este tiempo, Melanie descubrirá cosas que nunca ha conocido ni s...