IV

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En el momento en que llamaron a la puerta, mi corazón dió un vuelco de emoción y felicidad, sabía que eran ellas, por lo que me apresure a abrir la puerta, encontrándome con ambas mujeres frente a mi.

Mi hija, se escondía detrás de su madre, no lo tome a mal, pues era lógico, jamás me había visto, por lo que le dedique una sonrisa, una que para mí sorpresa devolvió.

Ambas entraron a la casa, que había limpiado y cuidado hasta el más mínimo detalle para que se llevarán una buena impresión de mi. La pequeña ya con más confianza, se sentó en la alfombra y Nat permaneció parada.

- yo iré por un vaso de agua - anuncio Nat saliendo de la habitación y dejándonos solos a la niña y a mi.

Me tomé un momento para observar a la pequeña frente a mi

Tal como la había descrito Natasha, era hermosa, su cara desbordaba ternura y belleza, sus facciones eran iguales a las de su madre, y tenía unos angelicales ojos verdes igualmente heredados de su progenitora, en lo único que se parecía físicamente a mi, era en el cabello completa y totalmente rubio.

- ¿Que tanto miras? - pregunto apenada jugando con sus manitas

- eh... nada... yo - tartamudee y me acerque, poniéndome de rodillas frente a ella, tomando el paquete que estaba en la mesa - te compre un regalo

Extendí el paquete hacia ella, pero en vez de tomarlo, se lanzó a mi, cruzando sus menudos brazos por mi cuello, regalandome en un hermoso abrazo, lo correspondí al instante.

Había anhelado este momento desde que supe que ella existía, y ahora, me parecía tan irreal, había perdido el amor de Natasha y de Sharon, pero quedaba Milenka, que con este abrazo demostraba que me quería, pero no más de lo que yo la quiero a ella, porque el querer es pequeño cuando se trata de mi hija.

Se separó de mi algunos segundo después y me dedico una mirada fija y resplandeciente

— ¿Puedo abrir mi regalo? — pregunto con un poco menos de pena

— Claro pequeña, es tuyo — lo tomo entre sus manos y comenzó a quitar el papel de envoltura.

Su cara fue un completo poema al ver el peluche de un tigre, con los ojos grandes y azules, tales como los de su padre, lo tomo entre sus brazos y lo abrazo fuertemente, para luego depositar un delicado beso sobre su cabeza.

Sonreí ante la ternura que me causaba el momento y me pare del suelo, mi hija hizo lo mismo y me miró desde abajo, ahora con más confianza, sonriendo.

— ¿Haz desayunado ya? — cuestione, ella negó moviendo su cabeza — ¿Te gustaría preparar panqueques conmigo?

— Eso estaría bien — tomo mi mano y nos dirigimos a la cocina donde Natasha se encontraba tomando aquel vaso de agua.

— Mi papá y yo haremos panqueques — dijo feliz la niña para luego tomar asiento al lado de su madre en la isla de la cocina.

— Bueno, probablemente no necesiten ayuda, pero cuando acaben tal vez pueda ayudarlos — anuncio tratando de escapar.

Para sus allegados, es bien sabido que Natasha Romanoff no es la mejor cocinera del mundo, pero la detuve tomándola de la muñeca, evitando que escapara de la situación.

— Necesitaremos mucha ayuda aquí, ¿cierto pequeña?

— Si mucha, quédate mami — pidió Milenka y ante tal petición, la pelirroja no pudo resistirse, así que se ató el cabello en una coleta y entro de nuevo a la cocina.

— De acuerdo — nos miro a ambos — esto no será fácil

Comenzamos a sacar los ingredientes, mientras, Nat puso algo de música alegre para entretener un poco a la pequeña que no dejaba de hablar sobre lo que pondría encima de sus panqueques.

Hasta La Última Estrella Del CieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora