III

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III

—Nunca he tomado chocolate caliente —dijo Harry, siguiendo al señor Malfoy por las escaleras.

—¿Qué? —El señor Malfoy se detuvo tan repentinamente frente a él que Harry chocó con él.

—Lo siento —dijo Harry.

—¿Cómo es posible que no hayas tomado chocolate caliente? —Preguntó el señor Malfoy, comenzando a subir las escaleras de nuevo.

—Cogí un malvavisco una vez, mientras Dudley lo tomaba —Harry lo siguió, manteniendo una mayor distancia esta vez, en caso de que el señor Malfoy se detuviera de nuevo.

—¿No querías chocolate?

—La tía Petunia lo hizo —dijo Harry.

Llegaron a lo alto de las escaleras, pero el señor Malfoy se detuvo y lo miró con el ceño fruncido.

—No soy su hijo —explicó Harry, decidiendo que el señor Malfoy parecía confundido—. Tengo que ganármelo para poder tenerlo, así que tuve que lavar los platos antes. Pero para cuando terminé, ya todo se había terminado.

El señor Malfoy no se movió, pero Harry de repente tuvo la impresión de que estaba enojando.

Realmente enojado.

Su rostro no se estaba poniendo rojo como el del tío Vernon, pero a la no se parecía en nada al del tío Vernon. En todo caso, se estaba poniendo más bien pálido. Cada vez más pálido, su boca se endureció y se aplanó, en lugar de abrirse y gritar. Su mano, sin embargo, se cerraba en un puño, más y más apretado, y los nudillos se estaban poniendo blancos. No se movía, pero Harry comenzó a retroceder. Retrocedió hasta que estuvo contra la pared, queriendo cubrirse las gafas de nuevo y, sin embargo, de alguna manera, sabía que eso enfadaría aún más al señor Malfoy.

—Granger —dijo el señor Malfoy. Su voz era tan baja como antes, pero a la vez muy diferente. En ese momento todo había estado cálido; ahora todo estaba helado.

¿Qué es un Granger? Pensó Harry rápidamente, pero no quería arriesgarse a preguntarlo en voz alta.

El señor Malfoy se acercó a la chimenea.

Aunque tenía un poco de miedo de que el señor Malfoy le hiciera algo al fuego que ardía allí, Harry se sintió aliviado de que el señor Malfoy no hubiera venido a buscarlo.

Junto a la chimenea, el señor Malfoy alcanzó algo que estaba allí, pero se detuvo de repente.

—Joder —dijo, lo suficientemente bajo como para que, si Harry no hubiera estado escuchando atentamente todo lo que el señor Malfoy estaba diciendo y haciendo, tal vez no lo hubiera escuchado. Dándose la vuelta, el señor Malfoy se quedó parado junto a la chimenea durante un largo rato. Cuando se dio la vuelta, se veía horrible. Como la tía Petunia en la mañana antes del café, cuando dijo que los vecinos la habían mantenido despierta toda la noche.

Harry se quedó pegado a la pared. Las malas palabras nunca eran una buena señal.

—Harry —dijo el señor Malfoy, y Harry se estremeció. El señor Malfoy se acercó a él—. Harry, no... no lo hagas... todo está bien.

Apretado contra la pared, Harry se quedó muy, muy quieto.

El señor Malfoy se detuvo y lo miró fijamente. El fuego iluminó su cabello con un fantástico color dorado, y sus ojos se reflejaban en la luz. Incluso si se parecía un poco a la tía Petunia, todavía se parecía a un actor famoso.

—Ven a la cocina —dijo finalmente el señor Malfoy, su voz suave—. Te haré ese chocolate caliente.

Pero estás tan enojado, quiso decir Harry, pero sabía que era mejor no decirlo. Lentamente, siguió al señor Malfoy hasta la puerta del otro lado de la habitación, tratando de mantener una distancia segura, pero no tan lejos como para que el señor Malfoy se enojara de nuevo.

Away Childish ThingsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora