VI

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VI

A la mañana siguiente, Harry volvió a despertarse en una cama. Parpadeando para abrir los ojos, alcanzó sus gafas. Cuando se las puso, vio a una zorra plateada, que se puso de pie, se dio la vuelta y trotó a través de una pared. Esta vez Harry no entró en pánico, encontró su varita en la mesita de noche y comenzó a hacer la cama. Quizás debería preguntarle a Draco sobre ese hechizo para hacer la cama. Probablemente estaba en ese libro que Draco le había dado, pero Harry no había leído el libro como debía, y luego Draco lo había hecho desaparecer. Harry se preguntó si a Draco le gustaría que se lo pidiera otra vez. Por otra parte, no planeaba seguir durmiendo en la cama de Draco. No había tenido la intención de volver a dormir en ella esta vez; debió haberse quedado dormido y Draco lo puso ahí con magia, así como también transfiguró su ropa en pijamas.

Harry estaba esperando a que volvieran a tocar la puerta de la habitación, como había sucedido la mañana anterior. No sucedió eso, así que terminó de hacer la cama, abrió la puerta y se fue a buscar a Draco, quien estaba trabajando en el laboratorio. Su ropa era diferente a la del día anterior, tan elegante como siempre, pero las bolsas debajo de sus ojos eran más pronunciadas.

—Buenos días, Harry —dijo Draco, sonriendo.

—Me pusiste en tu cama —acusó Harry.

La sonrisa vaciló. —Te quedaste dormido.

—¿Dónde vas a dormir si me sigues dando tu cama?

Draco agitó su varita y la zorra plateada se desvaneció, siendo absorbida por la varita de Draco.

—Lo siento, Harry —dijo Draco en voz baja—. La próxima vez te pediré permiso.

—¿Dónde dormiste? —Repitió Harry, sintiéndose petulante.

—No tienes que preocuparte por mí —dijo Draco, de esa manera tranquila—. Puedo-

—¡Como dormiste —Harry escuchó su propia voz elevarse y ni siquiera estaba seguro de por qué—, te quedaste despierto toda la noche trabajando en una poción tonta para tratar de regresarme a la normalidad!

Los ojos de Draco se abrieron en sorpresa y una expresión atónita adornó su rostro.

—Pero no necesito que me regresen a la normalidad —se escuchó decir Harry, y ni siquiera sabía por qué lo estaba diciendo; era como si su boca no estuviera conectada a su cerebro—. ¡Estoy bien! ¡Solamente no quieres pasar tiempo conmigo!

—Oh, Harry —Suspiró Draco.

—¡Me voy al baño! —Harry gritó, dando pisadas fuertes mientras caminaba por el pasillo con las escaleras—. ¡No entiendo por qué todo está arriba! —agregó, solo porque se sentía realmente enojado sin ninguna razón.

En lo alto de las escaleras apareció la zorra plateada. Harry quería gritarle a ella también, porque sabía que Draco la había enviado para seguirlo y no necesitaba un maldito animal mágico viéndolo usar el baño, por el amor de Dios. Pero Draco estaba abajo, así que gritarle sería de mucho esfuerzo, y Harry ni siquiera estaba seguro de por qué estaba gritando en primer lugar.

Después de usar el baño, Harry bajó la tapa del inodoro y se sentó encima, sintiéndose miserable, principalmente porque le había gritado a Draco sin una buena razón. Tal vez Draco encontraría al tío Vernon y la tía Petunia y enviaría a Harry de regreso con ellos hasta que Draco arreglara la poción. O tal vez Draco encerraría a Harry en una alacena, aunque eso fuera tiránico. Tal vez Draco no haría ninguna de esas cosas, porque era el hombre más amable y mágico de todos los tiempos, pero después de esto, no le caería bien a Draco, y eso hizo que a Harry le doliera el pecho.

Away Childish ThingsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora