Temporada 1| COCLUIDA
Temporada 2| EN DEPRESIÓN
Arlene es la mejor en su trabajo... por lo menos hasta que se topa con Cinco Hargreaves que amenaza con quitarle su empleo y prívilegios. Las peleas se hacen cada vez más fuertes hasta que explotan en...
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Es extraño despertar temprano. Cuando vivía en mi apartamento de la Comisión, las chicas me despertaban con el ruido de el aseo en mi casa. Despertaba sin ganas de hacer mucho, el día sería igual que todos.
Hoy solo estoy viendo a Cinco dormir, eso es aún más extraño. Su pecho sube y baja. Tiene un beso marcado en la mejilla. También es extraño la paz que transmite dormir junto a alguien y verlo. En la noche no tienes frío y la pesadillas no están presentes.
Mis demonios.
Después de aquel pequeño beso, que casi sólo fue un roce, Cinco dijo que era de "la fiel creencia " de que un hombre y una mujer podían dormir en la misma cama sin que nada pasara. ¿Te podrás controlar?, me preguntó.
Esa pregunta deberías hacértela tú, le había dicho.
Durante la noche, tuve que cobijarlo pues no se quedaba quieto. Ahora entiendo cómo terminó de cabeza en el sofá. Sin embargo, descubrí que tarareando una canción de cuna se tranquilizaba. Recuerdo estar sobándole el hombro mientras la canción "a dormir, a dormir" salía de mi boca.
Es bueno saber que consiguió descansar.
Su piel ahora no se ilumina por la luna, sino por la cálida luz del sol.
Llevaba casi una hora viéndolo dormir.
¡Dios!, podría meterme una denuncia si se despertaba con mi mirada acosadora sobre él.
Su rostro se giró hacía mi, quedando de frente. Muy cerca. Casi escuché el clinn cuando nuestras narices se tocaron. Dejé de respirar y me inmovilicé cual estatua en el parque de la ciudad. Para mi fortuna continuaba durmiendo, hasta se veía tierno haciéndolo. Sus pestañas eran más largas desde mi perspectiva.
Si abría los ojos miraría mi cara como la de un pescado, sus labios estaban a centímetros. Esos tortuosos centímetros que nos dividían siempre.
Canalicé mi respiración para que no saliera igual de agitada como los apresurados latidos de mi corazón, y en el proceso bajé de sus mejillas hacia sus rojos labios.
¡Arlene, no los veas!, me dijo mi conciencia.
Lucían tan rojos que eran envidiables, yo usaba pintalabios para que tuvieran un color rosado.
