La troca

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—¿Yuuji? ¿neta así se llama tu carnal?





—Ay sí ay sí, como sí Suguru sonara tan del país

De alguna forma Suguru se las había arreglado para tener algo de conversación en lo que llegaban a la ciudad. Estaba mareado y algo asqueado por el olor penetrante a gasolina, y podía jurar que si no hubiera estado platicando con el pelirosa todo ese rato ya habría vomitado hasta sus tripas.


¡Joder extrañaba el pasto!



Por otro lado, ese tal Sukuna era más divertido de lo que pensaba. O por lo menos esa era la cara que le había visto, porque todos en la camioneta luego de verle parecían tener miedo.

A Suguru no le quedó de otra que resignarse.



—¿Tons? ¿tú eres del pueblo este?



—Si, de hecho mi padre era dueño de varios pedazos de tierra, pero luego tuvimos que vender algunos...



El pelirosa solo asentía y miraba con atención los parajes por donde pasaban. Cómo si los conociera de siempre.

Por lo que había platicado con él, sabía que tenían más o menos la misma edad, unos veinte años. También que tenía un hermano dos años menor llamado Yuuji, y que de hecho ambos mantenían un fuerte parecido.

Cómo gemelos.



—¿No tienes hermanos? — El pelinegro negó de pronto.

No era exagerado, a veces sentía que hacía demasiadas preguntas.


—Podría decirse que estoy solo... pero bueno...—La camioneta estaba al tope, no sabía a ciencia cierta porque eran demasiados, pero mínimo en aquella camioneta eran unos veintitantos. Estaba harto:—¿Sabes si ya vamos a llegar?



—Uhnm..—El de cara tatuada miró nuevamente sus alrededores y aseguró:—Sip, está era la última parada. Seguro hoy nos van a decir dónde dormiremos y eso




—¿Cómo?



Sukuna lo miró obvio, esperándolo. Y luego de un rato, con el sonido de los autos, chiflidos y claxones sonando en el fondo, preguntó con la mirada confundida:

—¿Eres nuevo?







Suguru ante eso no hace más que asentir.








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—¡Aquí es! Bueno bueno, bajen y acomodense donde puedan —Dijo de pronto luego de parar la camioneta el negro de antes. Según por lo que escucho, llamado Miguel.






«¿Qué no es ilegal esto Toji? Digo, no quiero problemas»



«Miguel, no seas ignorante. Solo ponte a hacer tu trabajo»




La ciudad era, ¿linda..? no, era extraña, pero no le hacía sentir ajeno. De alguna manera, no se sentía fuera de casa.



Estaba, extrañamente tranquilo.


Gracias a Sukuna y a su experiencia —por que estaba acostumbrado a ir de aquí para allá luego de que sus padres murieran en una balacera cuando tenía doce — fue que había llegado por lo menos, un poco más informado de su situación.

| En La Obra | ] SatoSugu [Donde viven las historias. Descúbrelo ahora