Patrón

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La zona galante de la ciudad ocultaba tras edificios enormes, césped bien cortado y fachadas exteriores impecables a un mundo cruel.
Un mundo que era de las tres familias más importantes de todo el país: Los Zeni'n, Kamo y Gojo.

Los primeros eran dueños de empresas de comunicación. Televisoras, y consumismo.
Los Kamo poseían hospitales privados, y tenían el control de media ciudad por estar afiliados a pandillas.



Y los Gojo, bueno ellos no eran dueños de todo lo anterior solo porque no querían.


Poseían riquezas inconmensurables, terrenos, miles y miles de escrituras de terrenos. Departamentos, casas, oficinas y hasta edificios gubernamentales eran suyos. Las rentas, los bancos, todo, en lo absoluto era suyo.



No era tierra de nadie señores, todas, por excelencia eran tierras de los Gojo.



Familia de extranjeros, —como los otros— que habían llegado para quedarse. En todas se optaba por estudiar alguna licenciatura, o carrera de prestigio, más que nada para presumir. Los Zeni'n poseían títulos en derecho, y también tenían bufettes; los Kamo se especializan en la medicina.
En los Gojo la mayoría eran arquitectos. Convenientemente claro, pues "trabajan" sus propias tierras

Entre ellos, entre todos ellos, en particular, un chico de no más de veinte años poseía el título del principal heredero de la familia. Satoru Gojo era su nombre, el patrón por excelencia.

—¿Ya trajeron a las mulas?



—Sí, solo estamos esperando a que los demás inútiles preparen los cimientos

Sentado sobre una silla carísima hecha exclusivamente para él, al igual que el escritorio y la pluma con la que jugueteaba entre sus manos huesudas, un albino de casi veintiun años conversaba tranquilino con su mano derecha —e ingeniera de confianza— Ieri Shoko, sobre los nuevos obreros.


Y sus implicaciones.


—¡Qué perdida de tiempo! No los trajimos de paseo. ¡Quiero que se pongan a trabajar ya!



—¡¿Y se te ha ocurrido en dónde "Don Gojo"?! —La castaña, algo harta del comportamiento altanero de su "superior" y amigo quería apagarle el cigarro entre las cejas para que se callara:—¿No sabes de la investigación que andan haciendo por ahí? El imbécil de Toji cree que pronto los peces gordos te quitaran las tierras


—¡Mira bien a quien escuchas Ieri! — contestó burlón.—Estas hablando del imbécil de Toji. Si no llega a mis oídos por bocas confiables no es verdad



Traer gente de las provincias de la ciudad era considerado —gracias a la nueva administración gubernamental— algo ilegal. Al no saber sus derechos y por ende, no contar con prestaciones, seguros de vida o salarios decentes, la gente de fuera de la ciudad no podía ser reclutada para trabajos de ninguna forma.

Sin embargo, Satoru no iba a invertir en gente "legal" o a prestar salarios que salieran de más de dos billetes a gente "ignorante".


«Para eso son, para el campo o para la construcción»




—Como tu quieras, idiota


La femenina, luego de acabar con la paciencia hecha mierda y su última cajetilla, decidió despedirse del ojiazul dispuesta a salir del despacho para tomarse un respiro. Pero terminó por parar al filo de la puerta al escuchar a Satoru canturrear:


—¿Me acompañas al rato? Iré de compras



Eso era lo que más le molestaba de ese imbécil. Cambiaba de personalidad en corto.

| En La Obra | ] SatoSugu [Donde viven las historias. Descúbrelo ahora